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Martes, 10 de marzo de 2009
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Primer programa del año en el Centro Cultural Rojas

En busca de un lenguaje propio

Coordinado por Alejandro Cervera, “Danza Menores de 25. Una apuesta a los muy jóvenes” presenta a cuatro nuevos creadores: Soledad Mangia, Emanuel Ludueña, Exequiel Barreras y Pablo Lugones. Una oportunidad para ver distintas concepciones en el arte del movimiento.

Por Alina Mazzaferro
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Entreseres, de Soledad Mangia, uno de los espectáculos propuestos para iniciar los festejos de los 25 años del Rojas.

La danza contemporánea, por definición, tiene distintas formas. De las escuelas o disciplinas de las que se parta o de la voluntad, ideas o maneras de mover el cuerpo en el espacio que encuentren los intérpretes en la práctica dependerá la forma que tome ese lenguaje contemporáneo, que en general es propio de cada creador y, en algunos casos, de cada obra. Para la danza contemporánea hay ciertas reglas –las conocidas, las que se aprenden en los institutos, siguiendo los métodos de los grandes pioneros del género–, pero también hay un gran vacío, un espacio para “probar” algo nuevo, porque el contemporáneo es el lugar donde los coreógrafos encuentran que lo hay que hacer es cualquier cosa menos todo aquello que ya ha sido hecho en el campo de la danza.

Ahora bien, en este afán por encontrar nuevas formas, por ser original, reinventar la disciplina y forjar un lenguaje propio –que es lo que buscan especialmente los más jóvenes, los que recién se inician en el camino de la coreografía–, bailarines y coreógrafos no pueden evitar repensar para qué hacen lo que hacen e instalar su propia concepción de la danza. Porque no existe una sola manera de entender al cuerpo en movimiento y esto pudo verse especialmente en el estreno del primer programa de danza que el Centro Cultural Rojas propone este año: “Danza Menores de 25”. Una apuesta a los muy jóvenes, coordinado por Alejandro Cervera y pensado para iniciar los festejos de los veinticinco años del Rojas, puso a trabajar a cuatro jovencísimos creadores –Soledad Mangia, Emanuel Ludueña, Exequiel Barreras y Pablo Lugones– que ahora presentan sus obras en dos espectáculos que pueden verse de forma consecutiva todos los jueves y sábados de marzo (a las 21 y a las 23).

Si el primero de ellos, compuesto por Entreseres, de Mangia, y Dos uno uno, de Ludueña, tiene un tono muy distinto del segundo (en el que pueden verse No sé hacer otra cosa que caer en tus brazos, de Barreras, y Amanecer Moscovita, de Lugones), es justamente porque en ellos descansan dos concepciones diferentes del cuerpo de la danza. En Entreseres, dos bailarines (Martín Alvarez y Natalia Gómez) desplegaron su potencial en medio de algunos maniquíes, vinculando sus cuerpos como si éstos fueran tan fríos e inanimados como los muñecos de plástico. Mientras tanto, Dos uno uno puso a cuatro intérpretes (Victoria Viberti, Verónica Maseda, Lucas Díaz y el mismo Ludueña) a ejecutar precisas series de pasos, convirtiendo a los primeros en instrumentos entrenados para dibujar en el espacio: un cuerpocompás que matemáticamente traza sus circunferencias y se despliega hacia todos lados para formar rectas y ángulos, encontrar vértices y aristas. En ambos casos, el cuerpo es concebido como autómata: el bailarín, serio, concentrado, no expresa sus sentimientos; solamente ejecuta. Cuerpos muy entrenados (en ambas obras fue muy buena la ejecución), simétricos, abstractos. El ejecutante es concebido como una pura corporalidad, despojada del ser humano que allí habitaba. No hay personas allí bailando; los cuerpos de Ludueña y Mangia se parecen más a las máquinas que actúan rítmicamente, al son de la música concreta o electrónica.

El segundo espectáculo nada tiene que ver con la frialdad y rigidez del primero: aquí hay humor, ternura, pasión, furia. Los cuerpos están habitados por personas, que aman, que odian, invadidos por sentimientos. No sé hacer otra cosa... pone a dos parejas a vivir una historia de enredos: se buscan, se encuentran y desencuentran. Se establecen vínculos de toda clase: hombre-mujer, mujer-mujer, hombre-hombre, y hay peleas, hay euforia, hay amistad, dolor, arrebato, enamoramiento. Por supuesto que la ejecución es brillante (no olvidemos que Barreras, miembro del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín entre 2002 y 2008, trabaja aquí con otros bailarines que forman o formaron parte de la misma compañía –Victoria Hidalgo, Elizabeth Rodríguez y Ernesto Chacón Oribe–, además de Diego Franco, que hasta el momento viene integrando todas sus producciones). Pero lo que emociona al público es otra cosa. Algo de toda esa vida se contagia al espectador, que puede revivir la felicidad y la angustia y sentirla a la par de los protagonistas. Lo mismo que sucede en el teatro clásico (la compasión, ese sentir con el otro propio el momento catártico), pero generado a partir de los cuerpos mudos en movimiento.

Hay algo de eso también en Amanecer Moscovita, aunque la metodología de Lugones es totalmente distinta. En esta obra de teatrodanza, donde la palabra se mezcla con el movimiento y este último no respeta ninguna convención de ninguna escuela contemporánea, todos los elementos –los personajes, el movimiento, el habla– están al servicio del humor. Con momentos más logrados que otros, pero con un buen desempeño general de los intérpretes (Noelia Leoncio y Nicolás Bolívar), Lugones logra que la sala nuevamente cobre vida y que, en este caso, estalle en risas.

Alejandro Cervera, coordinador del Area de Danzas del Rojas, sabe que cualquiera de las dos concepciones –la danza de bailarines autómatas, la danza de personajes en movimiento– son válidas y por eso para sus programas convoca alternativamente a coreógrafos que representan a una y otra vertiente (de hecho, otras obras de Barreras y Ludueña formaron parte de otros ciclos de esta institución). Sin embargo, de las funciones el público se va con un gusto bien diferente. En el primer caso, el espectador intelectualiza lo que ha visto, pues siente que, además de disfrutar de algunas prolijas y bellas series de pasos, la obra-jeroglífico debe ser interpretada y es tarea del que mira exprimir el sentido. Pero las obras de Mangia y de Ludueña, más que esconder críticas a la sociedad alienante, son la imagen misma del cuerpo alienado. Solamente cuando Ludueña se atreve a cambiar la música electrónica por una célebre melodía clásica de Bach, hacia el final de la obra, y desnuda a esos cuerpos de gimnastas, musculosos y bien moldeados, entonces éstos adquieren una nueva significación: se humanizan, se vuelven reales, bellos, frágiles. Entonces, el espectador, más que intelectualizar la danza, la siente. Y en ese momento celebra y aplaude con fervor, y festeja que el Rojas haya convocado a menores de veinticinco para su vigesimoquinto aniversario.

7-DANZA MENORES DE 25

Obras: Entreseres, de Soledad Mangia, y Dos uno uno, de Emanuel Ludueña (jueves 12, 19 y 26 a las 21. Sábados 14, 21 y 28 a las 23); No sé hacer otra cosa que caer en tus brazos, de Exequiel Barreras, y Amanecer Moscovita, de Pablo Lugones (jueves 12, 19 y 26 a las 23. Sábados 14, 21 y 28 a las 21)

Sala Batato Barea del C. C. Rojas (Corrientes 2038).

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