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Viernes, 2 de julio de 2010
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MULTIMILONGA EN EL COMPLEJO CULTURAL 25 DE MAYO

Varias pistas para un sentimiento

Las diferentes maneras de concebir el tango fueron el disparador del encuentro en el teatro de Villa Urquiza, que albergó réplicas de las habituales reuniones bailables en el club Sin Rumbo, en la práctica El Motivo y en la milonga Porteño y Bailarín.

Por Carlos Bevilacqua
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La Multimilonga fue celebrada como parte del ciclo Tangos del Bicentenario.

La consigna era por demás original: tres milongas simultáneas representando diferentes tipos de reuniones bailables, cada una con una exhibición de baile afín a su estética, durante tres horas. Todo en un mismo ámbito: el del Complejo Cultural 25 de Mayo, en Villa Urquiza. Cada pista fue “curada” por organizadores de milongas paradigmáticas. Así fue como el salón del primer piso reprodujo la atmósfera tradicional del vecino club Sin Rumbo, el escenario buscó reunir las audacias coreográficas de la práctica El Motivo y el foyer fue una modesta versión del eclecticismo que caracteriza a Porteño y Bailarín. En eso consistió la primera edición de la Multimilonga, celebrada el miércoles como parte del ciclo Tangos del Bicentenario.

El recorrido era aleatorio, tan caprichoso como los pasos que se improvisan al bailar tango. Hubo quienes permanecieron casi todo el tiempo en un mismo ámbito, quienes aun satisfechos sintieron curiosidad por los otros dos y hasta quienes no del todo interesados en ninguno en particular iban de acá para allá como maleta de loco.

Lo cierto es que durante los primeros minutos, el único espacio que adquirió temperatura fue el de Sin Rumbo, acaso por ser casi local (el club queda a unas 15 cuadras). En medio de señoriales columnas que daban a la pista una forma circular, los cultores del estilo Villa Urquiza se movían con elegancia al ritmo de las grabaciones que administraba el DJ Oscar Marcelo. Muchos de ellos también formales en un vestir más proclive a la camisa que a la remera. Feliz de poder abrazarse con milongueros de ley, Lidia (55) elogió la idea de la multimilonga: “Es una manera de que te empiecen a conocer y después te saquen más en las milongas”. Igualmente agradecido, pero con un matiz crítico, Mariano (28) ponderó la calidad de la música para luego señalar: “Falta vino, hermano”. No hubiese estado nada mal un servicio de bar (que los concurrentes se agenciaban en kioscos de Triunvirato) ni un guardarropa (los abrigos formaban montañas de tejido sobre determinadas sillas). Sin quitar la mirada de las damas que consideraba para cabecear, Ezequiel (30) destacó la variedad de estilos de baile que se podían ver en una misma noche. Angela (49) directamente propuso que la multimilonga se hiciera todos los miércoles.

Circulando en sentido antihorario, las parejas mantuvieron la pista de madera permanentemente animada. La única interrupción se produjo cuando Julio Dupláa, organizador de Sin Rumbo, anunció las exhibiciones de los milongueros Luis y Nilda, primero, la de otras cinco parejas más o menos anónimas, a continuación, y la suya misma con Elsa Quattrocchi, al final.

Mientras tanto, en la planta baja de esta pequeña ciudad gótica, las aguas se dividían entre la creciente popularidad del baile montado por Porteño y Bailarín y la escasa repercusión que consiguió El Motivo, en buena medida por la inhibición que generaba tener que subirse al escenario para bailar. Entre los pocos que se animaron a mostrar alguna destreza sobre las tablas estaba Gonzalo (29), habitué de La Viruta y del club Villa Malcolm. “Esto es buenísimo, porque no sólo nosotros podemos ver lo que hace la gente grande, sino que ellos también pueden ver qué hacemos nosotros”, celebró. La verdad es que no fueron muchos los mayores que se interesaron por las colgadas, volcadas y ganchos aéreos de los bailarines anónimos y apenas algunos más los que siguieron con atención las figuras armadas por Luciana Valle y Facundo Gil Jáuregui, los profesionales a cargo de la exhibición. Con todo allí estaban poniéndole el cuerpo a la convocatoria, las otras organizadoras de El Motivo: las docentes Dina Martínez y Valencia Batiuk, además musicalizadora del espacio, el que concentró la mayor proporción de jeans y zapatillas.

En el foyer, en tanto, estaban quienes optaron por probar la ortodoxia moderada de Porteño y Bailarín, la milonga que dos veces por semana organizan José Garófalo y Carlos Stasi en un salón céntrico. Respetando códigos básicos de convivencia, pero sin caer por eso en prescripciones de ropa o calzado, la masa bailarina se movía gustosa siguiendo el ritmo de las orquestas clásicas que elegía el DJ Pablo Romano. Como parte de ese ecosistema milonguero estaba Clarisa (35), recién emigrada de la pista de arriba. “Quiero ver qué onda acá, porque hay más espacio para bailar, pero no sé si podré aferrarme bien”, explicó mientras probaba cómo interactuaba la suela de su zapato de taco con el piso de baldosa. Como representantes conspicuos de ese espacio, Mario De Camillis y Bárbara Wainright dieron una deliciosa exhibición compuesta por aplaudidas interpretaciones de un tango, un vals y una milonga. Tríada clásica para una noche signada por el tres, y que tendrá continuidad el 20 de octubre con la participación de otras tres milongas.

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