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Jueves, 28 de junio de 2012
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LOW PIECES, UNA POLEMICA OBRA FRANCESA EN EL TACEC DE LA PLATA

Paisajes híbridos en movimiento

El director Xavier Le Roy desafía las convenciones teatrales con un trabajo que presenta una serie de escenas coreografiadas de cuerpos desnudos que nunca se ponen de pie. Esta experiencia propone así nuevas formas de percepción de los cuerpos humanos.

Por Carolina Prieto
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Low Pieces provoca y estimula la reflexión. Se estrena hoy.

Xavier Le Roy es una figura atípica en el mundo de la danza contemporánea. Nacido en 1963 en Francia, estudió biología y se especializó en biología molecular al tiempo que comenzó a incursionar en la danza tomando clases, participando como intérprete en diversas compañías y experimentando con músicos, iluminadores y artistas visuales. Desde entonces, desecha los senderos ya transitados en pos de propuestas que corren al espectador de un lugar de comodidad. Prefiere el riesgo y la búsqueda de un camino propio que cuestione lo establecido y estimule la reflexión. Su anteúltimo trabajo, Low Pieces (Piezas bajas), viene de recorrer con éxito los escenarios europeos: se presentó en el Tanz Quartier de Viena, en el Context-HAU 2 de Berlín, en el Festival de Avignon, en la Fundación Serralves de Oporto y en el Mercat de les Flors de Barcelona. La obra comienza y termina con una conversación entre el público y los intérpretes en el intento de encontrar la forma más simple de vínculo entre ambos. ¿Y en el medio? Una serie de escenas coreografiadas de cuerpos desnudos que se mueven de distintas formas, pero que nunca se ponen de pie. Parecen animales, máquinas o hasta formas minerales o vegetales, siempre atraídas por el suelo.

Esta experiencia propone así nuevas formas de percepción de los cuerpos humanos (que habitualmente están en posición vertical) y de participación por parte del espectador. Podrá verse hoy a las 19, mañana y el sábado a las 21.30, y el domingo a las 19 en el Tacec (la sigla del Teatro Argentino Centro de Experimentación y Creación al que se ingresa por las calles 10 y 53), es decir la sala experimental del máximo coliseo platense. Un espacio curado por el compositor Martín Bauer, donde se presentan muchas de las producciones de artes escénicas más arriesgadas del país y también algunas del exterior, en calidad de invitadas. Tal es el caso de la creación de Le Roy, en la que intervienen como performers, además del autor de la pieza, Jan Ritsema, Neto Machado, Sasa Asentic, Luis Miguel Félix, Salka Ardal Rosengren, Kroot Juurak, Anne Juren y Jefta Van Dinthe. El mismo Bauer reconoce que es una obra provocadora que no va a caer bien en ciertos sectores de la danza y que él mismo, cuando la vio en Alemania, dejó la sala sin saber si le había gustado. Es más, necesitó unos días para que la sensación decantara.

“Con este espectáculo intento proponer imágenes de cuerpos y de grupos en movimiento alejadas de la representación tradicional del hombre. Imágenes que evoquen otra cosa y modifiquen nuestros modos de mirar los cuerpos y los grupos humanos. Por eso exploramos movimientos y sonidos ligados a las máquinas y a los animales, intentando crear presencias híbridas”, cuenta Le Roy por mail a Página/12. Más que una coreografía con un comienzo, un desarrollo y un cierre, el artista se propuso dar forma a una serie de paisajes de movimiento que cambian lentamente. Y como las modificaciones son muy graduales, los espectadores pueden anticipar esas transformaciones y así asumir una actitud activa en la conformación de la propia mirada. “Y no recibir todo ya consumado”, agrega. Es que el interés de Le Roy excede el campo de la danza para adentrarse en terrenos más filosóficos: “La obra intenta reactualizar la experiencia de las grandes líneas divisorias de nuestra cultura: sujeto-objeto, humano-no humano, naturaleza-cultura. Lo hace a través de situaciones que desafían las convenciones teatrales mediante el uso de oposiciones más ligadas a la escena, como espectador-actor, acción-recepción, mirar-hacer, hablar-actuar”, comenta el director.

–¿Puede explicar el título? ¿En qué sentido usted se refiere a Piezas bajas?

–Trabajamos con la menor cantidad posible de objetos y de accesorios. En general me interesa producir mucho con el mínimo de recursos. En este sentido hay un deseo de minimalismo y el título puede referirse a esa intención de trabajar con “menos” y, sobre todo, a la decisión de trabajar con movimientos y situaciones en los que los intérpretes nunca se ponen de pie, no asumen nunca una posición vertical. Porque la verticalidad es propia del hombre y buscamos formas de representación de lo humano alejadas de las tradicionales. Caminar en cuatro patas o rodar son formas de desplazamiento no específicas del hombre, que por lo tanto se alejan de sus movimientos cotidianos. Y desde el momento en que imaginamos una manera de movernos distinta de la habitual, imaginamos un mundo humano distinto, una manera nueva de estar en el mundo.

–¿Como describe la estructura de la obra?

–La primera escena es una conversación entre el elenco y los espectadores, una forma de introducir una relación entre ambos y de crear una cierta comunidad reunida para este espectáculo, sostenida por las convenciones teatrales. Durante este lapso, la luz tarda en apagarse hasta devenir todo negro. Después se suceden una serie de escenas en las que los intérpretes producen distintas formas de agrupamiento según reglas que tomamos de los animales, las máquinas o los minerales. Ahí es cuando la relación entre espectadores y actores puede describirse como relaciones de sujetos a objetos o cosas, mientras que antes habían estado hablando de sujeto a sujeto. Es decir que generamos distintas formas de estar juntos, distintas experiencias colectivas.

–Sus trabajos suelen combinar danza y performance en vivo. ¿Qué le interesa de esas zonas de cruce?

–Las zonas fronterizas me atraen en la medida en que permiten cuestionar y reformular el estado de las cosas. Elijo trabajar con situaciones que pueden producir o ser zonas de indeterminación para reelaborar o, mejor aún, para cambiar los procesos de identificación que regulan los efectos políticos de la relación entre lo decible y lo visible, entre parecer, ser y hacer. Es importante cuestionar todo esto para encontrar maneras de ser que no se reduzcan a lo que las leyes o las normas nos asignan. En este sentido, Low Pieces pone en escena una situación de experimentación que busca repensar nuestras relaciones y nuestras experiencias como sujeto u objeto del dispositivo teatral. No me parece que la obra sea una mezcla de géneros. Es un espectáculo coreográfico. Para mí la performance incluye la danza.

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