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Lunes, 7 de julio de 2014
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Margarita Bali y el Espacio de Arte y Tecnología

Un lugar para otra estética

Su formación como científica y coreógrafa y su interés en la aplicación de nuevas tecnologías le permitió desarrollar puestas sorprendentes, pero a veces demasiado efímeras. Por eso, Bali abrió su estudio a una muestra que puede ser visitada con entrada libre.

Por Carolina Prieto
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Los salones del Espacio proponen un viaje por imágenes, sonidos y estructuras impactantes.

Margarita Bali comenzó a investigar el cruce entre danza en vivo y tecnología hace más de veinte años. Incursionó en el videodanza, creó espectáculos que combinan cuerpos en escena y cuerpos proyectados, a los que fue sumando una mayor complejidad mediante videoinstalaciones e interactividad. También desplegó ese mundo onírico de bailarines reales y virtuales sobre espacios públicos como el Palacio Pizzurno y la Casa del Bicentenario. Como esas experiencias tuvieron un paso fugaz y demandaron muchísimo esfuerzo, la creadora acaba de inaugurar un espacio de exhibición de obras de arte que incluye distintas formas de tecnología digital, en un intento por darles más visibilidad. Son tres salas (una principal y dos más pequeñas) de la casona de Colegiales donde funciona su reconocido estudio de danza. El Espacio de Arte y Tecnología abrió sus puertas con una muestra que cubre distintas etapas de su producción; y que puede visitarse con entrada libre y gratuita los jueves de 14 a 17, los sábados de 18.30 a 21 y los domingos de 17 a 20, hasta el 27 de julio, en Zabala 3040.

“Es frustrante que los trabajos se puedan ver tan poco tiempo. Hace años que quiero tener un lugar para mostrar mi trabajo y también el de otras personas que estén creando en esta línea. Estoy abierta a recibir propuestas de otros”, cuenta Bali a Página/12. El lugar es una suerte de galería para obras multidisciplinarias (danza, teatro o música con inclusión de tecnología digital, obras interactivas y performances), también un espacio de creación (allí mismo tiene su taller) y de formación. Es que ya dio un primer seminario teórico y el próximo será de carácter práctico. La sala principal alberga Cuerpos nebulosos-Galaxias, un conjunto de piezas que transporta al visitante a una dimensión espacial y planetaria, mediante proyecciones de cuerpos en movimiento y de esferas sobre distintos tipos de superficies, como pantallas, discos que semejan cúpulas, tubos y una especie de malla metálica con volumen y forma. La sala remite a sus recientes producciones: “En Galaxias, el espectáculo de danza que presenté el año pasado en el Teatro San Martín, detrás de los bailarines proyectábamos sobre una gran pantalla de fondo. Acá lo hago sobre esta malla tipo rejilla que tiene una forma rara”, comenta la artista.

En otra esquina de la sala se puede ver Homo Ludens Intergaláctico, que obtuvo el segundo premio de la Bienal Gyula Kosice 2012, y Homo Ludens Planetario, que se proyectó en la cúpula del Planetario Galileo Galilei. Al dejar esta sala de tonos ocres y dorados, poblada de imágenes que transmiten una sensación de suspensión, de falta de gravedad, el recorrido sigue en una sala más pequeña que sugiere un contexto distinto pero igualmente hipnótico, el fondo del mar. Allí se exhibe El caracol, una pieza de resina con forma de molusco sobre la que se proyectan cuerpos humanos y olas, como si el mar los escupiera hacia la superficie. A la izquierda de esta videoinstalación, un cuerpo de mujer hecho en resina (escultura de la uruguaya Muriel Cardozo) se cubre de texturas marinas proyectadas: algas, medusas, arena, mejillones, espuma, plantas. Todo lo que el mar esconde aparece sobre ese cuerpo y así, del espacio intergaláctico, el visitante entra en un micromundo acuático.

En la última sala, las miradas se detienen en Pizzurno revisitado, la obra que Margarita creó a partir de Pizzurno pixelado, la colosal performance que combinaba danza en vivo, videoinstalación y proyecciones a gran escala sobre el Palacio Pizzurno (actual Ministerio de Educación de la Nación), estrenada en el Festival Internacional de Buenos Aires de 2005. “Ese mismo año me invitaron a un festival en Inglaterra y se me ocurrió trabajar sobre una maqueta que reproduce en una escala menor ese increíble edificio”, cuenta la artista. Sólo hay que sentarse frente a la maqueta y apreciar lo que allí sucede: ventanales que dejan ver en los salones interiores a cuerpos danzando; otros cuerpos que reptan cual arañas sobre la fachada; y juegos surrealistas de brazos, manos, bocas, ojos, piernas y pies que se mueven en cada ventana. Todo bañado por ritmos musicales que crean distintos climas.

Grandes y chicos pueden recorrer las salas: sólo hace falta dejarse envolver por una propuesta lúdica y sensorial. Los trabajos revelan la curiosidad y los muchos intereses de la coreógrafa. Es que antes de dedicarse a la danza, Bali estudió biología y fisiología en Estados Unidos, una formación que se trasluce en sus creaciones vinculadas al mar, y que está presente en las grandes esculturas de pájaros e insectos alados que ya está construyendo y sobre las cuales proyectará nuevos mundos imaginarios. Mientras se formaba como científica tuvo la posibilidad de cursar danza como materia optativa: el flechazo fue inmediato. De vuelta en la Argentina tomó clases con grandes maestras como Ana Kamien y Renate Schottelius, integró el Ballet de Oscar Araiz y el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, además de fundar con Susana Tambutti Nucleodanza, la compañía independiente que durante veinticinco (de 1975 al 2000) trajo nuevos aires a la escena local.

Con Tambutti también coreografió El exilio de Gardel, una experiencia cinematográfica que supuso todo un aprendizaje en cuanto al manejo de la cámara. También continuó sus estudios de artes plásticas que había iniciado en el exterior. Consultada sobre su interés por articular danza y tecnología, asegura: “Tiene que ver con mi interés por la plástica en general. Mis obras de danza siempre tuvieron una fuerte impronta visual y las tecnologías me permitieron desarrollar más ese aspecto plástico. Desde el año ’93, cuando hice el curso de videodanza con Jorge Coscia, no paré”. Y se volvió una especialista –filma y edita sus propios materiales– con una mirada alerta. “Las proyecciones, el video y la tecnología en general se convirtieron en una moda en las artes escénicas. Se usan muchísimo como recurso escenográfico pero no siempre el uso está justificado. No siempre aportan algo interesante a la obra ni están a su servicio”, concluye.

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