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Miércoles, 30 de septiembre de 2015
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El Descueve cumple veinticinco años y lo celebra con un nuevo espectáculo, Cero

“Antes éramos puro inconsciente y fuerza vital”

El grupo conformado por Carlos Casella, Mayra Bonard, María Ucedo, Ana Frenkel y Gabriela Barberio sacudió la escena local con un lenguaje que respiraba libertad, desenfreno y erotismo. Ahora regresa con cuatro funciones con entrada libre y gratuita.

Por Carolina Prieto
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La obra de El Descueve se verá desde el 1º al 4 de octubre en el Centro de Arte Experimental de la Universidad Nacional de San Martín.

El Descueve está de reencuentro. Pasaron casi diez años desde que el grupo que sacudió la escena local con un lenguaje que respiraba libertad, desenfreno y erotismo no se juntaba. En 2005 festejó sus quince años reponiendo los dos últimos trabajos, Hermosura y Patito feo. Ahora celebra los veinticinco con una nueva creación, Cero, que ofrecerá cuatro funciones el 1º y 2 de octubre a las 21 y el 3 y 4 a las 20, con entrada libre y gratuita, en el Centro de Arte Experimental de la Universidad Nacional de San Martín (Sánchez de Bustamante 75). Al quinteto formado por Carlos Casella, Mayra Bonard, María Ucedo, Ana Frenkel y Gabriela Barberio, se suma para la ocasión un grupo de trece intérpretes de la Unsam. Desde su surgimiento a comienzos de los 90 y a lo largo de los seis espectáculos que montaron, la compañía rompió unos cuantos moldes con el cruce de lenguajes (la música era un elemento central, sumado lo visual y lo teatral), un estilo salvaje, explosivo y con una fuerte carga erótica, convirtiéndose en un grupo de culto. Arrancó en Cemento y el Parakultural, llevó sus propuestas a espacios independientes, llegó a las salas oficiales y a la avenida Corrientes. Durante años, sus integrantes se sumaron al éxito del espectáculo aéreo Villa Villa, de De La Guarda, volando y corriendo por las paredes de la carpa donde se montaba con el público de pie y boquiabierto.

En diálogo con Página/12, Bonard y Ucedo conversaron sobre este retorno que los encuentra maduros y con recorridos individuales diversos que los llevaron a la actuación, la dirección, la música y la docencia. “En una fiesta en lo de nuestro amigo Juan Minujin, formamos de repente una especie de logia. Estabamos todos juntos en el medio del pasto, de pie haciendo una ronda y con algunas copas de más, hablando bajo para no ser escuchados. Carlos Casella inauguró la idea del festejo de manera muy espontánea y certera. Surtió un efecto inmediato de alegría y amor en el resto”, comenta Bonard. Si la creación colectiva y la experimentación fueron marcas en el modo de encarar trabajo, estos rasgos parecen radicalizarse aún más para la nueva creación. “Aún estamos en pleno proceso, no puedo cerrar la idea de qué es esto que haremos exactamente, ya que aún está siendo y es muy deforme. Es caótico, descentrado, implotado. Siempre fuimos así y aún más ahora, al trabajar sin el rol concreto de uno de nosotros como director. Nadie quiso tomar ese rol, nadie quería ser dirigido completamente. Somos más grandes, más radicales. No lo planteamos como una obra sino como una performances con costuras visibles”, agrega.

En este nuevo experimento, ciertas ideas cobraron fuerza: “Apareció la pregunta sobre el tiempo, el amor entre nosotros, qué es el grupo, qué es el cuerpo conjunto, cómo es nuestro cuerpo hoy, con qué instrumentos contamos, quienes somos como performers”, detalla. En el proceso hubo mucha emoción, llanto, catarsis y enseguida surgieron nuevas inquietudes: “Fantasías conjuntas, solitarias, ideas de puesta, músicas, algún objeto, pequeñas obsesiones”. A pesar del paso del tiempo y transitar la cuarta década, los cinco mantienen sus señas particulares, su capacidad de articular elementos de lo más diversos y un entendimiento sensorial inoxidable. “Siempre hemos trabajado con lo que cada uno aporta como identikit, como seña particular, y a la vez tendemos a cierta abstracción de todo material que aparece. Finalmente, cada uno hace de sí mismo, pero también hace otra cosa. La memoria está impresa de manera implícita todo el tiempo, pero no es obvia en cuanto a referencias. Hubo un acercamiento al biodrama, pero le huimos inmediatamente. Siempre hemos trabajado con la asociación libre y probablemente este viaje sea mucho menos conducido que otras veces”, señala la bailarina. El músico Diego Vainer, habitual colaborador, participó de los ensayos y tocará en vivo. “Artísticamente es uno más de El Descueve, es una pata importantísima. A veces hace de psicólogo o mediador, nos ayuda a funcionar”, confiesa.

Los miembros de El Descueve comenzaron en Cemento y el Parakultural hacia fines de los 80, aún sin conformar el grupo como tal. Mayra y María se habían conocido en el estudio de danza de Margarita Bali; Carlos, Ana y Gabriela eran compañeros del Taller del San Martín. “Cada uno tenía sus trabajos cortos y queríamos armar un programa completo. En esas primeras presentaciones empezó a surgir una especie de comunión entre los cinco. Había algo que nos reunía en la energía, en la manera de encarar las cosas. Estábamos en la búsqueda del lenguaje del cuerpo y la composición”, recuerda Ucedo. Bonard agrega: “Eramos puro inconsciente y fuerza vital. No veíamos otra manera que la de existir como artistas. No existía lo conceptual ni académico en danza. A nosotros nos movían la libertad juvenil y la certeza de que cambiaríamos algo en la escena de la danza”. Criatura fue el primer espectáculo de la compañía. Lo estrenaron en Colombia, en el marco de un festival. Tenía música de Gaby Kerpel (entonces parte de La Organización Negra), aires punks y poéticos, y cuerpos que expresaban soledades y deseos intensos de encuentro. “No sabemos cómo nos enteramos de este festival, pero aplicamos y entramos. No teníamos obra terminada, pero había que tenerla. Era hasta el momento un rejunte de veinte minutos coreografiados. No habíamos conseguido los pasajes, el festival no los costeaba tampoco, pero logramos convencerlos de que había que llevarnos y los pagaron”, cuentan.

“El descueve” es una expresión que se usa en Chile (donde vivió Frenkel) para referirse a algo maravilloso. “Siempre digo que somos hijos del golpe del 76, del Mundial 78, de la guerra de Malvinas, pero sobre todo éramos adolescentes cuando comenzó la democracia con Alfonsín. Estamos hechos de esa historia, de esa época. La escena porteña estallaba y nosotros también bebíamos de ahí. Era el descubrimiento de otros lenguajes, de la libertad de expresión, de un mundo que estaba abajo y explotaba como el Big Bang. Había mucha necesidad de decir luego de tanta represión”, advierte Ucedo. Y en esa olla creativa se mezclaban distintas influencias: el rock, del teatro, la poesia, la pintura, la fotografía, el cine. “La Organización Negra fue muy impactante, también el Clú del Clown, Plastercaster, Luca Prodan. Todo lo que sucedía en el Parakultural, Los Melli, Las Gambas, Batato, Tortonese y Urdapilleta. También la Portuaria, Alejandra Pizarnik, Pina Bausch, el contact-improvisation, Virus, Charly, Spinetta”, comentan.

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