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Martes, 12 de abril de 2016
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Las Bernardas, el nuevo espectáculo de Teresa Duggan

Un universo de opresoras y oprimidas

La versión que propone la coreógrafa del clásico lorquiano La casa de Bernarda Alba suma una visión interesante al drama femenino. Con logros y altibajos, las bailarinas tejen, a partir de movimientos enérgicos, una trama de violencia, frustraciones, envidia, rebeldía y deseo.

Por Carolina Prieto
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La compañía Duggandanza presenta este espectáculo en el Celcit.

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LAS BERNARDAS

Coreografía y dirección: Teresa Duggan.
Música original: Edu Zvetelman.
Banda sonora: Teresa Duggan, Edu Zvetelman.
Intérpretes: María Laura García, Daniela Velázquez, Magda Ingrey, Vanesa Blaires, Laura Spagnolo, Josefina Perés, Gabriela Pizano, Vanesa Ostrosky.
Vestuario: Nam Tanoshii.
Visuales: Federico Joselevich Puiggrós.
Concepto de iluminación: Teresa Duggan.
Asistente: Claudia Valado.
Fotografía: Carlos Furman.

Las Bernardas, versión de la coreógrafa Teresa Duggan del clásico lorquiano La casa de Bernarda Alba, presenta un universo cerrado de mujeres opresoras y, a la vez oprimidas, en el que la madre está ausente pero se hizo carne en las hijas. La represión y las ansias de libertad luchan al interior de cada una. La puesta, que acaba de subir a escena en el Celcit (los sábados a las 20 en Moreno 431) ofrece un espacio despojado con dos frentes (las butacas se ubican en dos planos contiguos), lo que hace que el elenco circule y se desplace generando movimientos continuos.

El espacio oscuro se nutre de una diversidad de elementos. Proyecciones en uno de los laterales y una banda de sonido muy rica, hecha de distintas texturas. Sonidos, melodías y voces se oyen casi ininterrumpidamente, generando continuidad y fluidez en la acción. En este interior doméstico ennegrecido, la figura materna autoritaria aparece multiplicada en su descendencia. Vestidas de negro por el luto que la madre impone, impidiendo toda salida al exterior, las hermanas expresan con intensidad el deseo de liberación y también la censura y el sometimiento. Los movimientos son siempre enérgicos, sean explosivos, sincopados o ligados, y la expresividad alcanza los rostros y las voces de las intérpretes. Así se va tejiendo una trama de violencia, frustraciones, envidia, rebeldía y deseo. Es como si la fuerza censora de Bernarda se transfiriera a ellas, cobrando tanto o más fuerza que si la concentrara ella sola. De las cinco hijas, sólo una está habilitada por la madre para el casamiento, generando rivalidades.

La más sensual es lógicamente Adela, la menor, que hasta se envuelve en un vestido verde intenso, desatando desaprobación y envidia. La presencia masculina que provoca el conflicto entre hermanas, Pepe El Romano, se sintetiza en un pantalón con tiradores que ellas manipulan y quieren adueñarse, cada una a su turno. Con este elemento, reaparece en escena un rasgo que de atenuarse, haría que paradójicamente el espectáculo ganara en contundencia. Si la expresión de los cuerpos ya es intensa y hasta desatada por momentos, los gritos o los suspiros desgarrados resultan de más, como reforzando algo que no necesita un apoyo extra. El resultado es que refuerzan lo ya evidente. Por eso, por momentos, ciertos gritos y voces resultan forzados o redundantes. Del mismo modo, los rostros de algunas intérpretes tienden a endurecerse por demás. Se trata de un equilibrio no fácil de alcanzar pero que vale la pena explorar, ya que la búsqueda de la directora y su elenco es muy valiosa. En el mismo sentido, el volumen de la banda de sonido es demasiado alto y juega en contra. La trama es variada: un ensamble de música original de Edu Zvetelman, textos en off en castellano castizo, sonidos ambiente y plegarias crean un ambiente sugestivo. Pero cuando el sonido es demasiado fuerte, aturde y no se puede apreciar del todo.

Además de las hermanas aparece en escena una mujer-gato que empuja y juega con un ovillo, como un animal doméstico que ronda y es testigo de lo que ocurre. La intención de Duggan se inclina hacia la danza-teatro: aspira a una carga dramática que trasciende los cuerpos y el baile, incluye elementos (como sillas de distintos tamaños o la tela blanca que remite al vestido de novia) y crea un ambiente escénico atractivo.

A ochenta años del asesinato de García Lorca, Teresa Duggan suma una visión interesante al drama femenino escrito en 1936 en pleno franquismo, que aún hoy continúa vigente. Lo hace con varios logros (la fragmentación de Bernarda, la concepción del espacio escénico, la dramatización de ciertas escenas como la de las mujeres-caballo) y también con algunos altibajos, como cierta sobreactuación gestual y vocal. Es una propuesta para el disfrute de un público amplio (los aplausos sostenidos del final lo confirman), más que para el círculo más cerrado de los seguidores de la danza contemporánea y experimental. La compañía Duggandanza es una de las pocas agrupaciones independientes que se sostienen en el tiempo: nació en 1984, cuando Teresa volvió de Estados Unidos donde se perfeccionó en las escuelas de Alwin Nikolais, Merce Cunningham, José Limón y Movement Research. Desde entonces, estrenaron espectáculos para adultos y algunos también para chicos, con un elenco que se fue renovando. En forma paralela a las creaciones de su compañía, Duggan coreografió espectáculos de circo y de música de otros artistas. Actualmente, sigue explorando nuevos territorios: estudia Régie en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón.

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