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Miércoles, 22 de julio de 2009
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Un escándalo que salpica al blog de Silicon Valley TechCrunch

¿Se puede publicar información hackeada?

Por Stephen Foley *
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TechCrunch es una fuente habitual en la industria tecnológica.

Desde California

Es algo así como Rupert Murdoch 2.0. Mientras el septuagenario propietario de News of the World se enfrenta a las acusaciones de un uso generalizado de la pinchadura de teléfonos en Gran Bretaña, del otro lado del Atlántico el blogger más prominente de Silicon Valley acaba de ganarse su propia reputación de villano. Michael Arrington, del célebre blog TechCrunch, está enredado en un escándalo tras publicar documentos internos secretos robados de Twitter. Un hacker anónimo apodado Hacker Croll obtuvo más de 300 archivos electrónicos que abarcan temas que van de las proyecciones financieras de Twitter e información sobre negociaciones con Facebook y Google a detalles personales del equipo y los nombres de cada ejecutivo senior del Valle que pidió trabajar allí. Se trata de información sin dudas centelleante y un asunto vergonzoso para Twitter, justo cuando está completando su pasaje de curiosidad de Internet a corporación de medios hecha y derecha. Si los empleados de Twitter no pueden tener sus propias contraseñas a salvo del hackeo, ¿qué confianza puede haber con respecto a la información de sus usuarios?

El asunto, de todos modos, parece apuntar más a Twitter que al debate sobre la ética periodística, un tema siempre debatido abiertamente en los Estados Unidos. TechCrunch publicó sólo una fracción de los documentos conseguidos, pero muchos lectores levantaron la guardia diciendo que al utilizar material obtenido ilegalmente se cruzó una línea. Pero no es blanco y negro, sino gris: tan gris que el staff de TechCrunch debatió qué hacer durante ocho horas. Arrington dice que los periodistas siempre han utilizado información trascendida, e incluso cita al británico Lord Northcliffe: “Las noticias son aquello que alguien en algún lado quiere suprimir; el resto es publicidad”.

Pero la justificación de Arrington no alcanza. El trascendido y el robo de información no son exactamente la misma cosa. La gente y las corporaciones tienen cierta expectativa de privacidad. Los periodistas deben justificar el uso de material obtenido mediante subterfugios. Eso está escrito incluso en el código de conducta de la prensa inglesa. Si los periodistas empiezan a convertir en rutina el uso de información obtenida de manera fraudulenta –como las pinchaduras de teléfonos del News of the World–, pronto puede existir toda una industria dedicada a ello. Lo más bizarro de la cuestión es que Arrington se quedó con los centavos, reservando los detalles más jugosos de las discusiones sobre una alianza entre Twitter y Google y Microsoft, diciendo que eran “demasiado sensibles”. Lo que sí publicó son datos sobre los ingresos del primer cuarto de año, su ambición de ser la primera red social con un billón de usuarios y los temores de ser aplastados por Facebook o Google. Informaciones poco sorprendentes y de escaso interés público.

Resulta curioso, también, que el hacker podría haber publicado la información por sí mismo, incluyendo aquellos puntos “sensibles”. Es sorprendente que Hacker Croll haya decidido escribir a TechCrunch para cederle su información robada, en lugar de plantarla en un oscuro sitio web, para ser encontrada y diseminada de manera viral. Parecería que los periodistas aún no pueden prescindir del intermediario, como prueba este mes de especial renombre para algunos sitios jóvenes. TMZ.com demostró ser un confiable jugador de los medios al dar la primicia de la muerte de Michael Jackson. Ahora TechCrunch, con sólo cuatro años de vida, cimentó su posición como fuente confiable de noticias y rumores de la industria tecnológica. Michael Arrington bien podría crecer hasta convertirse en un nuevo Murdoch.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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