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Lunes, 8 de febrero de 2010
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EVA HALAC Y 1810. ROMANCE DE TITERES DE LOS DIAS DE MAYO

“La verdad es imposible”

La autora y directora propone un espectáculo que, a partir de una ficción que involucra a seres anónimos, remite a las Invasiones Inglesas y la Revolución de Mayo. “Una obra para que padres e hijos puedan, juntos, recordar y divertirse viendo la historia”, señala.

Por Sebastián Ackerman
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“Aquel espíritu romántico e idealista me parece que siempre va a quedar y es redentor”, destaca Halac.

“Esperá que me peino un poco”, le pide Eva Halac al fotógrafo mientras se arregla el pelo. Es que va a salir junto a Santiago de Liniers y William Beresford, y no quiere fallarle a la historia, esa historia argentina que tanto la apasiona y que narra en 1810. Romance de títeres de los días de Mayo, obra que abarca desde las Invasiones Inglesas de 1806 hasta la Revolución de Mayo. “Es quizás el verdadero momento donde se planta la idea de la independencia, donde se jugaron la vida varios, y muchas ideas también”, explica Halac a Página/12. “Entonces pensé que sería fantástico contarlo para que padres e hijos puedan, juntos, recordar y divertirse viendo la historia. Para poder conversarlo, porque creo que es muy bueno poder hablar de quiénes somos y compartir esto entre distintas generaciones. Esa idea de compartir, sumado al festejo, me rendía”, confiesa sobre el espectáculo que se presenta los fines de semana a las 18 en el patio de la Manzana de las Luces (Perú 272).

La obra, de la que Halac es autora y directora, nació en 2006 para ser representada en el patio del Cabildo, hoy cerrado por reformas. Pasaron los años y el Bicentenario llegó. En 1810... (que tiene música en vivo y telones de fondo en el retablo con paisajes de la Buenos Aires colonial) se cuenta una historia de ficción entre un marinero y la hija de un español, pero con esa excusa se permite hablar de las Invasiones Inglesas, la reconquista y la Revolución de 1810. “La obra se llama romance por la métrica, para darle un poco más el aire de época, pero también hay un romance de hecho, una historia que ocurre entre seres anónimos, que son los que siempre me llamaron la atención”, cuenta Halac. “Qué le pasó a la gente en ese momento y cómo lo vivían. Con eso armo una historia con personajes que atraviesan su aventura junto a todos los próceres en esta estructura teatral de encuentros personales, que se suceden a la manera de los títeres, con la irreverencia que sólo pueden tener los títeres”, señala.

–Usted tiene una gran pasión por la historia argentina. ¿Por qué eligió hacer un espectáculo sobre ese período?

–Yo trabajo desde un lugar poético, siempre desde el teatro y la ficción. Hay personajes que a mí me fascinan en la historia como Liniers, sobre el cual escribí una obra (Español para extranjeros), y ese interregno entre lo que fue España y lo que llegó a ser después las Provincias Unidas me parece una época fabulosa, donde todo era posible. Donde se imaginaba el país. A mí siempre me pareció que las épocas de imaginación son fabulosas. Esos personajes me fascinan. Esos hombres y mujeres que vivieron en aquel momento e imaginaban el futuro, donde no todo era presente, no todo era ni siquiera yo, mi cuota de la casa o del coche. Me parece que algo de eso quizá se perdió, sin duda porque los tiempos cambiaron, pero aquel espíritu romántico e idealista me parece que siempre va a quedar y es redentor. Y es bueno saber que existió no hace mucho. Hay algo en esa genealogía que habla de nosotros, y a mí me resulta sumamente divertido. Y hago esto para sumar a esas historias que cuentan las maestras, porque de alguna manera la patria quedó en el ámbito escolar, en la primaria (risas), con esos próceres de papel crêpé. Y si yo les rindo homenaje a algunos, ¡es a esos personajes de papel crêpé! Al cruce de los Andes dibujado en una cartulina, a ese Cabildo recortado del papel glacé...

Entre esos personajes desconocidos, como un payador y una lavandera, circulan también los virreyes Sobremonte y Cisneros, Liniers y Beresford, French y Beruti, Saavedra, Castelli y Moreno entre otros. Nombres que tienen calles y plazas, pero que parecen decir poco hoy. “Mi intención era rescatar los mitos, que los tuvimos que levantar del piso, limpiarlos y volverlos a colocar”, recuerda la directora, y continúa: “Porque los mitos son los que hacen a la identidad, son una ficción necesaria. La patria misma es una ficción necesaria. Es una necesidad de comunión con el pasado para tener una historia en común. Tenemos derecho a tener una historia en común. No importa si es verdad o no, porque la verdad es imposible. Me parece que en los mitos hay mucha verdad, pero una verdad de comunidad, una verdad social. Son un resabio de muchas historias”, opina.

–¿Y por qué contar eso con títeres?

–El títere siempre fue un pregonero de historias, siempre cumplió ese rol, un rol social: de pueblo en pueblo ir contando los acontecimientos históricos, cómo era la mirada popular sobre esos acontecimientos. El guiñol (tipo de títere) es característico de este tipo de retablos de historia. Contó la Revolución Francesa, por ejemplo. Además, es un género que amo desde hace mucho tiempo. Mi madre era titiritera, en mi casa se hacían títeres. En casa había un retablo y venían a casa Javier Villafañe, Sergio De Cecco, Ariel Bufano, y para mí siempre fue un género no específicamente infantil, sino popular, como el circo. Son, como decía De Cecco, las malas artes. Toda la vida hice títeres para adultos, y éste es uno de los pocos espectáculos que hice para toda la familia. La idea es que lo puedan entender y disfrutar los chicos porque estoy hablando de la Revolución de Mayo, que es una de las cosas más complejas de entender porque estamos hablando de la Independencia de nuestro país (risas).

–Usted trabaja mucho con comedores y escuelas, y muchas veces los invita a ver la obra. ¿Por qué le parece que los chicos tienen que ir al teatro?

–Creo que la cultura es fundamental en esos términos, donde hay un disfrute, donde aparece todo: lo didáctico sumado a lo divertido, a algo nuevo, a una imaginación distinta. Sobre todo porque es raro creer que hay una realidad y una ficción. Es ingenuo. El hecho de poder ver teatro, poder acercarse a su mundo, te permite darte cuenta de que es más amplio el campo de posibilidades que tenés, y que la imaginación es poderosa. Te abre esta metáfora que decía (Leopoldo) Marechal de que del laberinto se sale por arriba. Me parece que si nunca te acercás a la idea del juego, a la ficción, a una ventana que te muestre un mundo distinto nunca vas a creer que esto es posible. La libertad es ésa, es tener abierta una ventana. El arte te permite necesitar menos cosas, y tener un mundo espiritual mucho más amplio para poder disfrutar de la vida. Vivir es una gran aventura y un gran misterio, que no tiene una explicación real. Entonces, cuánto más vale la ficción, si es casi un misterio igual a la vida.

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