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Domingo, 25 de abril de 2010
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LA FIESTA DE DIANA BELLESSI, CIUDADANA ILUSTRE DE BUENOS AIRES

Un premio que no significa silencio

La poeta fue distinguida en el Jardín Botánico, pero la ceremonia no sólo fue una celebración de la poesía. “Se promociona al arte para dar lustre a una ciudad que le niega programas, apoyo material, una atención real y continua”, dijo.

Por Silvina Friera
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La distinción a Bellessi terminó con un baile colectivo.

En la casona Thays del Jardín Botánico, todos bailan cumbia con la luna espiando entre las nubes. Hasta el más patadura se anima con una versión cumbiera de “Trigal”, de Sandro, interpretada por la banda Tumbamores. Adonde se detiene la mirada de los pocos gatos que andan por ahí encuentra asombro. Más de doscientas personas mueven los pies, a pesar de las piedritas que frenan el envión de los cuerpos, pero nunca el entusiasmo de las caderas. Es la fiesta de Diana Bellessi, Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. La “ilustrísima” brinca con una gracia extraordinaria ahora al compás de un chamamé. “La poesía es desharrapada por naturaleza, anarquista, cabecita negra, bocasucia, y anda con los bárbaros sin ilustración”, dice cuando recibe la distinción que le entrega la legisladora porteña Diana Maffía. “Es el panteón social y literario el que trata de volver ilustres al poeta y a la poesía. Con el poeta a veces lo logra, con la poesía no, porque es una oveja negra que no se deja llamar al orden y permanece siempre irredenta.”

“Somos muchos y muchos los que encontramos ecos en la palabra de Diana”, subraya Maffía. “Estamos celebrando la poesía, la palabra y los cuerpos con la palabra.” Hay muchos narradores, editores, poetas y amigos, como María Moreno, Paula Jiménez, Jorge Fondebrider, Mónica Sifrim, Gabriela Franco, Yaki Setton, Eduardo Mileo, Ana Cerri, Adriana Hidalgo, Claudia Prado, Silvia Jurovietzsky, Claudia Masin y Alejandra Correa. Bellessi lee dos poemas, “Un decir” y “Sin alcanzarle el sentido”. Después habla como ciudadana de esta ciudad que adora. “No nací en ella, pero me volví de ella, y ella de mí. Cada vez que vuelvo por alguna ruta, o que desciendo en Ezeiza, siento esa alegría loca de entrar a esta ciudad, la ciudad más bella del mundo.” La poeta aclara que no se considera ilustre, término que proviene del latín y en su primera acepción significa “distinguido o de noble familia”. Ella prefiere la palabra “célebre”, sólo asociada a celebrar algo. Y ese algo es la poesía.

La autora de La edad dorada, Mate cocido y La rebelión del instante agradece la distinción, aunque advierte que con cierta incomodidad. “Se promociona al arte para dar lustre a una ciudad que, simultáneamente, le niega programas, apoyo material, una atención real y continua. Así el artista, el poeta, es puesto a la vista, pero no sostenido, no alimentado, no acrecentado en su tarea anónima y cotidiana”, critica Bellessi y menciona que sus maestros, Juan Gelman, José Luis Mangieri y Griselda Gambaro, también Ciudadanos Ilustres, han pasado por esta situación embarazosa. La poeta señala que “es hora de volver concretas y colectivas las promesas que suponen estos reconocimientos”. La oveja negra que no se deja llamar al orden pide que los gobiernos de la ciudad lleven a cabo políticas económicas efectivas: “Que pongan la ley y la plata”. “Esto sólo lo puede hacer el Estado que debe acompañar no únicamente con honores, sino con dinero a sus artistas”.

La ética de la mirada de Bellessi, su compromiso y coherencia, no abundan por estos pagos. La poeta agradece y exige que se promueva “una legislación sólida que avale el otorgamiento de premios, de subsidios para la publicación de libros y becas de aprendizaje, de pensiones que permitan vivir con dignidad a los grandes poetas argentinos”. Demanda formas de sostén económico que “no queden libradas al antojo o a la buena voluntad del gobernante de turno”. La piedra de Bellessi es la palabra. Agradece, pero interpela. “Que el honor venga con el pan bajo el brazo, y no sólo con el espectáculo de la cultura.” Todas las palmas arden de tanto aplaudir. ¡Viva la ciudadana!, gritan. La musiquita de Tumbamores es una bellísima cosquilla en el cuerpo. Y en los labios: “Dame el trigal de tus amores, para calmar viejos dolores, con el pan de tu trigal...”

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