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Sábado, 18 de diciembre de 2010
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Hoy se realizará la cuarta edición de La Noche de las Librerías

El libro en el centro de la celebración

Libreros, lectores y escritores están de fiesta con un puñado de actividades gratuitas en bares, centros culturales, teatros y calles de varios barrios porteños. Habrá charlas de escritores, conciertos, búsquedas del tesoro y talleres.

Por Silvina Friera
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Durante La Noche de las Librerías los lectores salen a encontrarse con la oferta editorial.

El inseparable terceto conformado por lectores, libreros y escritores tendrá su fiesta. La cuarta edición de la Noche de las Librerías desplegará un puñado de actividades gratuitas en bares, centros culturales, teatros y calles de San Telmo, Flores, Belgrano, Barrio Norte y Almagro (ver aparte). A las 20, en la Avenida Corrientes, la principal arteria de los festejos, Kevin Johansen + The Nada y Liniers serán los protagonistas de una propuesta donde la música, la literatura y el humor se darán la mano. Mientras los músicos tocan, el dibujante ilustrará en vivo las canciones y los dibujos se proyectarán en una gran pantalla ubicada en el escenario. La programación de La Noche de las Librerías incluye charlas con Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez y Pablo De Santis; habrá una vuelta de tuerca lúdica con el “Bolillero de palabras: definiciones espontáneas”, que contará con la participación de Hugo Caligaris, Germán García y Luis Chitarroni; juegos recreativos para los más chicos; una búsqueda del tesoro por librerías, talleres de historieta y espectáculos de narración. A la medianoche, Pedro Aznar cerrará con un show de poesía y música.

Los libreros, las estrellas en el cielo de esta Noche –organizada por el Ministerio de Desarrollo Económico y el de Cultura porteños–, tienen la palabra. Ecequiel Leder Kremer, veterano en el oficio con su librería Hernández, cuenta que el impacto de esta jornada es “muy importante” para el sector. “Una librería de la calle Corrientes puede vender hasta tres veces lo que un día normal. Pero además es una noche de fiesta para los comercios, que reciben una cantidad de público que sale a pasear y a encontrarse con la oferta editorial de una manera y con una intensidad que nos recuerda los mejores momentos de las librerías de Buenos Aires, cuando la lectura implicaba casi siempre la utilización de un libro.” A los espacios permanentes como el taller de encuadernación para chicos que ofrecerá Eloísa Cartonera, se incorpora al descontracturado living de lectura un gancho para agendar: los mejores libreros de la ciudad recomendarán libros. Leder Kremer comenta que la idea es sacar a la calle las prácticas que definen la faena cotidiana. “El librero lector recomienda, orienta y establece una mediación entre la producción editorial y el público, tratando de aumentar las posibilidades de que el encuentro entre libro y lector sea feliz.”

Leder Kremer afirma que los nuevos libreros leen. “Tal vez algunos empresarios no lo hacen tanto –reconoce–, pero los libreros que están en contacto con el público generalmente son lectores que gustan del libro y la lectura.” No es fácil aconsejar cuál es el ejemplar indicado para cada ocasión y necesidad. “Una buena recomendación debe inspirarse a partir de un interlocutor específico. Pero hoy, para un lector que me lo solicitase, recomendaría prudentemente –siempre debe ser así– un libro publicado por Tantalia que leí hace poco, Los mudos, de Silvina Chague, cuentos sobre lo que se dice y lo que se calla, sobre el amor y el dolor, la pérdida y lo encontrado, lo que se esconde, y cómo a pesar de las distancias y las diferencias, a veces logramos escuchar esa palabra que tal vez fue dicha hace mucho.” El dueño de Hernández extiende su recomendación a El precio era alto, los diecinueve relatos de Scott Fitzgerald, con traducción de Marcelo Cohen, que acaba de rescatar Eterna Cadencia. “Si del libro y su mundo se trata –añade–, nada más conveniente que encarar la lectura de El optimismo de la voluntad, las memorias editoriales de Jorge Herralde en América latina, prologado exquisitamente por Juan Villoro.”

Los lectores que quieran escapar de la Avenida Corrientes y busquen una experiencia diferente podrán rumbear hacia la esquina de Estados Unidos y Chacabuco. Ahí encontrarán o descubrirán Club Burton, una de las librerías más fascinantes del circuito San Telmo, que por primera vez participa de esta Noche. Salvador Gargiulo recomienda “un libro editado impecablemente” por José de Olañeta en la colección Pequeña Biblioteca Calamvs Scriptorivs. “Hablo de una obrita de Jean Genet, Para un funámbulo, con traducción y dibujos de Eva del Campo –aclara–. Creo que la elijo por rara, por triste, por sus ilustraciones. O quizá por resultar inhallable. Además de todo eso, que es rigurosamente cierto, el libro resulta fascinante. Un compendio de ética circense, una suerte de Danza de la Muerte suscrita por la propia víctima. Un prodigio que, como todo aquello cuyo efecto maravilla, es tan breve que podría leerse en una siesta. Me gustaría reeditar esa obra.”

Los buenos libreros conectan al lector con la joyita buscada, deseada o soñada. O mejor aún: con esos textos que no se conocen pero están esperando por sus lectores. “El rol orientador del librero siempre me sonó extenuante”, advierte el artífice de Club Burton. “El lector dubitativo, contrafigura del librero orientador, escasea o al menos no circula por San Telmo. Lo que habría que admitir es que el problema no son los libreros sino las editoriales. El librero madura su oficio con los libros que respira a diario. No podemos exigir consejos a un librero cuando el noventa por ciento de los libros que lanzan los grandes grupos desaparecen del mercado, y con total justicia, en menos de treinta días.”

Según un informe difundido por el Ministerio de Desarrollo Económico de la ciudad, en 2009 la cantidad de títulos editados fue de 23.605, un 3,2 por ciento más respecto del 2008. “La cultura que alientan hoy las editoriales no es la misma de hace años. No dudaría en afirmar que cualquier vendedor que trata nueve horas con libros podría, llegado el caso, ampliar modestamente el horizonte del lector desorientado. El problema es que el horizonte del librero –al menos el de las grandes cadenas– es tan chato como los libros que lo conforman. Pero, ¿qué culpa tiene de esto el chancho? La proliferación de pequeños sellos editoriales prueba lo que digo. Y no faltan libreros que los prodiguen y recomienden.” Gargiulo agrega que los lectores, aquellos que asiduamente compran libros, “circulan en corredores paralelos, a veces insignificantes, conformados por pequeñas librerías que comercializan usados o pequeñas editoriales cuyas pequeñas tiradas apenas bastan para salvar los gastos”.

Sin ánimo de aguar la fiesta, los cambios tecnológicos en el horizonte ameritan un par de reflexiones. “Las nuevas tecnologías ya convirtieron en piezas de museo algunos géneros como las enciclopedias, las revistas especializadas o las guías turísticas. Ahora van por los diarios. Ignoro en qué medida corromperán la memoria del librero, pero no puedo figurarme una librería sin libros”, confiesa Gargiulo. “Las nuevas tecnologías no hacen más que probar cuán bello es un libro editado en papel Japón y en tirada limitada de quinientos ejemplares. Si es en rama e intonso, mejor.” Leder Kremer, en cambio, matiza la cuestión. “La tecnología es una herramienta que ciertamente ha venido a desplazar muchas veces al librero como referente inevitable de lo que se publica. Sin embargo, también muchos enriquecen su trabajo con la ayuda de estos recursos tecnológicos. El reemplazo de la interfaz humana se nos presenta a veces como inevitable en pro de un esquema más eficiente en la relación libro-lector, y otras veces como el deterioro lamentable, empobrecedor y poco conveniente de la administración de la oferta bibliográfica. Por ahora, y por suerte, hay opciones para todos los gustos.”

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