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Domingo, 4 de diciembre de 2011
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El miedo al pecado, un argumento contra la compra y las bajadas ilegales de música

Nuevo mandamiento: “No piratearás”

Mientras el mercado musical se desangra, el nicho de la “música religiosa” crece cada año y desde hace tres tiene categoría propia en los Premios Gardel, por ejemplo. Es que, para los devotos, pagar por un disco producido por sus compañeros de fe es algo parecido al diezmo.

Por Javier Aguirre
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Rescate es la banda cristiana más popular de la Argentina.

Ante los ojos de artistas, empresarios y vendedores ambulantes de CD henchidos de MP3, la idea de un triunfo de la legalidad en la lucha contra la piratería discográfica, a esta altura, empieza a parecer un milagro. Pero esta apelación a la fe podría ser algo más que el recurso del desesperado. Al menos, en el nicho de la llamada “música religiosa”, nombre bajo el cual la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (Capif) agrupa los álbumes que contienen mensajes de fe. En el mercado local son fundamentalmente trabajos de artistas de orientación cristiana (hay también discos de otros credos, pero son minoría), y desde hace tres años conforman una categoría con galardón propio en los Premios Gardel, sin ir más lejos. ¿Acaso el miedo al pecado puede funcionar como un factor que disuade el consumo de música religiosa pirateada? En definitiva, si robar es pecado, piratear también lo es. Y por tanto, comprar un CD pirata o descargar material ilegalmente de Internet podría suponer para el feligrés consumidor de música religiosa un tipo de transgresión distinta, mayor, extraterrenal, que para el consumidor de música “atea” (por ponerle algún calificativo).

“A pesar de la crisis de la industria discográfica, el mercado de la música religiosa crece, tanto en formato digital como en edición de discos”, advierte Mariela Chintalo, miembro del Comité de Revisión de Categorías de Capif, y en particular, del área de música religiosa. Y fundamenta: “El crecimiento progresivo se nota: en 2008 se presentaban a competir en los premios Gardel tres discos de música religiosa; en 2009, siete discos; el año pasado, diez; la tendencia es clara”.

¿Significa que la música religiosa tiene recursos propios para desalentar, al menos un poquito, la piratería? “Copiarse un disco es un delito, y aunque quizá no le genere demasiado conflicto ético al pibe que se baja música de la web, probablemente sí le inquiete a la persona de fe, que teme estar pecando”, razona Chintalo, ex integrante de la banda de Charly García y cantante de El Musiquero Loco. Según esa lógica, en el caso de la música con contenidos religiosos, a la hora del “compre pirata” entran en juego preocupaciones que exceden el respeto por el Código Penal, y se meten en el terreno de la fe. “Para una persona devota, si se trata de un disco producido por la iglesia a la que concurre, que fue editado con dinero de los fieles y que contiene un mensaje sagrado... bueno, comprarlo es como aportar el diezmo”, evalúa Chintalo. Así planteado, no parece lo mismo gambetearle el diezmo a la iglesia que a una multinacional o a los Rolling Stones.

Ulises Eyherabide, líder de Rescate, la banda de rock cristiano más popular de la Argentina, pone en duda el peso de la fe en este contexto, y describe la piratería con atributos propios del Lado Oscuro de la Fuerza: “Es más rápida, más fácil, más barata que la compra por vías legales”, observa el cantante y guitarrista, quien sospecha que la comodidad de la oferta ilegal termina torciéndolee el brazo a los pruritos religiosos. “Siempre resulta más sencillo y más rápido descargar música en forma ilegal que, por ejemplo, por iTunes, y eso lleva a que el pibe de 15 a 25 años, que conforma mayoritariamente nuestro público, no sienta culpa, ni termine planteándose que bajar un tema de Internet sea pecado”, reflexiona, en un alto en su gira por los Estados Unidos.

El conflicto por el pecado de piratear –y por extensión, el conflicto por cobrar dinero por difundir un mensaje divino a través de música grabada– se manifiesta, claro, también en la red; como lo prueban los acalorados debates sobre fe y copyright que pueden leerse en espacios como el de ForoAdventista.org. Allí, algunos artistas (Cecilia Tass, Grupo Armonía, Reflejando a Jesús) y sellos (Studio4Jesus, Eben Ezer Records), que expresamente aclararon que no autorizan el intercambio libre de su música, son cuestionados por foristas creyentes, que los acusan de “meterse la vida cristiana en el bolsillo” y de “alabar tanto a Dios como al dinero”.

Las bateas de la feligresía son más nutridas de lo que parecen. “Hoy, que ya nadie vende discos, nosotros tenemos algunos títulos que venden cinco mil, diez mil, veinte mil unidades”, revela Natanael Ramírez, gerente del área musical de Editorial Peniel, una distribuidora de producciones religiosas. “Los últimos discos de algunas bandas argentinas de rock cristiano, como Kyosko o Rescate, fueron editados por multinacionales como EMI y Universal, y vendieron más de 20 mil ejemplares”, señala Ramírez, y pinta su aldea: “Es un mercado paralelo, con montones de artistas que nadie conoce fuera de los circuitos evangélicos, protestantes, católicos o mormones, pero que tiene verdaderos fenómenos como los Hillsong United, una banda australiana que viene al país una vez por año y toca en River o en Vélez, y que hasta graba versiones en castellano de sus discos”.

Sin embargo, aunque en el caso del nicho musical religioso la amenaza de pecar pueda resultar un obstáculo para la maquinaria de la copia y la descarga ilegal, está claro que no logra detener la flota pirata. “Hay quienes, de todos modos, compran discos piratas; de hecho, en la feria de La Salada hay un stand exclusivo de música cristiana”, lamenta Natanael Ramírez y destaca su estratégica prédica para combatir la piratería. “Trabajamos en concientizar a la gente, tenemos buen diálogo con los pastores, con los líderes de las iglesias y de las comunidades religiosas, y les pedimos que incorporen en su mensaje la idea de luchar contra la copia de discos”, revela. Es que los caminos de la piratería son menos misteriosos que los del Señor.

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