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Domingo, 8 de enero de 2012
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JOSE SARAMAGO. UN RETRATO APASIONADO, RECOPILACION DE BAPTISTA-BASTOS

“La utopía no está en ningún sitio”

El libro rescata una larga conversación entre el Premio Nobel y su amigo y periodista portugués, al que conoció durante la militancia contra la dictadura de Salazar. Allí hablan de Dios, de las mujeres y del comunismo, entre otras cosas.

Por Mora Cordeu
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Saramago con Baptista-Bastos, en Lanzarote.

El libro José Saramago. Un retrato apasionado, prologado y traducido por la viuda del Premio Nobel, Pilar del Río, es la recopilación del periodista Baptista-Bastos (Lisboa, 1934) de una larga conversación con su compañero entrañable, al que conoció durante la militancia contra la dictadura salazarista que abarcó casi medio siglo en Portugal. “Hablan los dos amigos con sensatez y con belleza. Son escritores, utilizan la palabra para explicar el mundo, pero también para añadirle la pincelada que necesita y tantos echamos de menos. (...) Para estos dos hombres nada en el mundo carece de importancia, salvo el poder, que no resiste análisis aunque se mantenga merced a elementos coercitivos”, dispara Del Río en el prólogo del libro, recién editado por Capital Intelectual.

“Saramago y Baptista-Bastos van a las fuentes, conocen los clásicos, ponen nombre a las cosas, las revitalizan, las llenan de la dulce ternura del conocimiento. Y nos ofrecen reflexiones como si fuera pan caliente, alimento para el espíritu, esa fuerza que está dentro de nosotros y que cuando la descubrimos nos percatamos de que somos más grandes de lo que creíamos y sabemos más de lo que pensábamos”, desgrana la viuda del escritor.

Bajo el título La isla ardiente, en el capítulo inicial, Baptista-Bastos habla del lugar donde se realizó la entrevista, luego de sobrevolar la historia de cómo se convirtió en la morada de José y Pilar. Inmediatamente después comienza “Conversación en Lanzarote” y el título deja ver detrás la fotografía de ambos amigos sentados sobre una roca, en ese paisaje casi lunar que es característico de la isla.

“La utopía, como se sabe, no está en ningún sitio”, desliza el escritor que confiesa su no pertenencia a ningún grupo (“sigo siendo literalmente un aislado”) y su imposibilidad de haber hecho antes de aquel 25 de abril (1974) –que marcó el fin de la dictadura fascista– lo que hizo después en el campo literario. Y empiezan a aparecer las menciones a uno u otro libro como Levantado del suelo, Manual de pintura y caligrafía, El año de la muerte de Ricardo Reis y Memorial del convento con la imagen de Saramago escribiendo a máquina esta novela.

El portugués habla del sentimiento amoroso como insoslayable en su relación con las mujeres: “No veo a la mujer como el blanco, o el objeto del desahogo de mi instinto carnal, no la veo en ese plano. La veo siempre en el plano de la relación que yo, persona, tengo con ella, persona”. Se le pregunta, en otro tramo, qué es Pilar en su vida. “Yo diría que viví todo lo que viví para poder llegar a ella. Pilar me dio lo que ya no esperaba llegar a tener. Nos conocimos en el año ’86 y ya vamos en camino de siete años de auténtica felicidad.”

Y afirma que se siente al mismo tiempo comunista y escritor. “Si es necesario poner aquí algún tipo de orden, entonces tendría que ser un orden cronológico. Comencé a escribir a los 25 años. Mi primer libro salió en ese tiempo, cuando yo no era todavía comunista, luego me parece que comencé siendo escritor.” Dice Saramago que si “nacemos en un mundo cultural, moral, desde el punto de vista del derecho, de la filosofía, del arte, impregnado todo de situaciones que tienen que ver con la religión, sea la cristiana o cualquier otra, cuando entramos en el mundo encontramos ya un Dios, luego no podemos decir que no lo tenemos, porque inevitablemente lo tenemos”. Más adelante toma el asunto desde otra perspectiva: “Lo que no- sotros no queremos es morir, por eso inventamos a Dios y la eternidad. Puede ser que después de morir me lleve la gran sorpresa y se me aparezca Dios Nuestro Señor, aunque tampoco sé por qué tendría que ser el dios de los cristianos y no otro”.

En el capítulo “La mano feliz”, Baptista-Bastos traza una personal semblanza del escritor portugués, atravesada por sus libros más famosos. Y describe: “Saramago pertenece a la estirpe de escritores que se interesan por el hombre, por sus desesperaciones e inquietudes, locuras, venalidades, cobardías y resistencias, sin abdicar de pesquisas formales”. Sintetiza: “Si el eje de sus ficciones es la celebración del hombre, de la importancia del hombre en la conducción y en la dirección de sus destinos, la verdad es que la razón de su aventura literaria radica en el dolor y en la derrota”.

El libro, profusamente ilustrado, se completa con testimonios de sus contemporáneos, una pequeña autobiografía del propio Saramago, la cronología de su vida y obra y una bibliografía actualizada de sus novelas, publicadas en distintas partes del mundo.

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