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Jueves, 17 de mayo de 2012
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Martha Nussbaum ganó el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales

La naturaleza de las emociones

Inscripta en la tradición política liberal, la pensadora estadounidense fue ponderada por el jurado como “una de las voces más innovadoras e influyentes de la filosofía actual”. Su obra versa sobre la ética aplicada y el estudio de las emociones, entre otros tópicos.

Por Silvina Friera
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Nussbaum, una autora polémica que escribió, entre otros libros, La fragilidad del bien.

Una filósofa norteamericana cita a Epicuro para delimitar el espacio de una práctica, aunque el eco de ese hedonismo racional se repita distorsionado por un rumor de fondo: “La filosofía es una actividad que utiliza el razonamiento y la argumentación rigurosa para la eudaimonía (la felicidad o plenitud de la vida)”. La polémica Martha Nussbaum, cuya obra versa sobre la filosofía del derecho, la ética aplicada y el estudio de las emociones, ha ganado el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. La amplitud de intereses literarios y filosóficos es la plataforma que le permite a la autora de La fragilidad del bien sumergirse en las aguas de la tragedia griega y Aristóteles, en el cauce de los derechos de los animales y de las personas con discapacidad, además de bucear por Dickens hasta llegar al feminismo contemporáneo y la violencia religiosa. El jurado ponderó que Nussbaum es “una de las voces más innovadoras e influyentes de la filosofía actual” en su búsqueda de “una concepción universal de la dignidad humana y de los derechos de la mujer para superar los límites del relativismo cultural”.

Las teorías de la flamante Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales se centran en el convencimiento de que quienes entienden de distinta manera lo que es el bien “pueden ponerse de acuerdo sobre principios éticos universales, aplicables allí donde se dé una situación de injusticia o discriminación”, fundamentó el jurado y subrayó que la filósofa norteamericana “defiende el papel de las humanidades en la educación como elemento imprescindible para la calidad de la democracia”. El jurado también destacó que cuando aborda el estudio del desarrollo económico y la ética, interpreta la pobreza “como una privación de capacidades humanas”, postulado que ha tenido una gran repercusión en diversos organismos internacionales.

Nussbaum (Nueva York, 1947) dijo que se siente “emocionada y profundamente honrada” por el hecho de que hayan decidido concederle este “prestigioso” premio. “Supone reconocer que el trabajo sobre temas filosóficos tan abstractos como la justicia social, el desarrollo humano y la naturaleza de las emociones puede contribuir a la creación de un mundo más humano y justo”, agregó la profesora de la Universidad de Chicago, cuya obra ha sido fiel al ideal helenístico que concibe la práctica filosófica como “un arte comprometido en la lucha contra la desdicha”. Inscripta nítidamente en la estela de la tradición política liberal, la filósofa estadounidense ha capitalizado críticamente la perspectiva de John Rawls con el afán de formular una teoría de la justicia global. En más de una ocasión, la académica ha señalado que, además de Sócrates, sus grandes referentes filosóficos son Immanuel Kant y John Stuart Mill. Y que siente una “gran simpatía” por Jürgen Habermas.

“Provengo de una tradición –muy socrática– que cree enérgicamente en la transparencia; yo jamás enviaría a publicar algo que un estudiante de un curso introductorio de licenciatura no pudiera entender y criticar. No concibo a los filósofos como ‘profundas figuras solitarias’, sino como miembros de una comunidad que tienen la responsabilidad de hablar y de estructurar sus argumentos con claridad”, planteó la autora de El ocultamiento de lo humano: repugnancia, vergüenza y ley (2006) –un profundo ensayo sobre el miedo, la vergüenza, la gratitud y el rencor, entre otras emociones– y Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, ambos traducidos y publicados por el sello argentino Katz. En 1986, Nussbaum fue invitada a trabajar en dupla con el economista Amartya Sen. Los unió el espanto hacia un utilitarismo estrecho que cifra la calidad de vida de un país en indicadores indiferenciados como el Producto Bruto Interno. Juntos vislumbraron el “enfoque de las capacidades” como alternativa para la reflexión de las cuestiones de justicia básica. La filósofa norteamericana despliega este enfoque como una suerte de especificación de los derechos humanos, como una lista de los requisitos básicos para una vida humana digna que deberían ser respetados y aplicados por todos los gobiernos.

Según Nussbaum, Sócrates comprendió que para que la democracia sobreviviera “había que capacitar a las personas para cuestionar y examinar de forma rigurosa sus propios argumentos, y sustraerlos a la retórica de los políticos”. “Los griegos tuvieron que aprender a argumentar y a debatir juntos, y ése es un modo de crear una cultura pública basada en el respeto más que en la autoridad o en la tradición –explicó en una entrevista–. En las democracias modernas hay mucha retórica por todas partes. En Estados Unidos tenemos a esos personajes de la radio y la televisión que no paran de emitir mensajes que se supone que hay que seguir. Sólo si la juventud entiende cómo criticar esos juicios y cómo hallar premisas correctas y argumentos válidos podrá sostener la esperanza de ejercer una ciudadanía independiente. Si los ciudadanos no son independientes, no podemos hablar de democracia sino de alguna forma de fascismo o de totalitarismo.”

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