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Miércoles, 12 de diciembre de 2012
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Pedro Aznar y una charla inolvidable en la muestra Spinetta, que termina hoy

“Haber conocido a un tipo tan inspirador es una bendición”

En diálogo con Gloria Guerrero en el Auditorio Jorge Luis Borges, el instrumentista que acaba de lanzar Puentes amarillos paseó por su historia con el Flaco, y coronó con sentidas versiones de “Que ves el cielo” y “Todas las hojas son del viento”.

Por Cristian Vitale
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Aznar presentará Puentes amarillos este viernes en el Ateneo.

Mesita de bar con mantel rojo, dos vasos con agua y un florero en el medio. De un lado, los ojos de Gloria Guerrero que brillan; del otro, los locuaces y movedizos de Pedro Aznar que, a veces, dejan escapar alguna lágrima. Más allá, hacia el costado izquierdo del escenario de la sala, un piano que no sonará. Sí una guitarra –acústica y solitaria– cuando a Pedro le dé por recrear dos bellísimas piezas del homenajeado: “Que ves el cielo” y “Todas las hojas son del viento”, no más. El resto del tiempo, periodista y músico se lo repartirán entre palabras, paisajes de vida y algunas piezas incunables que el meticuloso Pedro tenía guardadas en su colección casera para revelarlas en público, audio mediante. Justo en el momento en que Los libros de la buena memoria –la muestra en homenaje a Luis Alberto Spinetta con espacio físico en La Biblioteca Nacional– está llegando a su fin, y a él le toca decir algo como un par más entre los pares del primus. Justo en el momento, además, en que él mismo está presentando Puentes amarillos –este viernes en el Teatro ND/Teatro–, disco nutrido con 26 piezas que recreó de todas las épocas del Flaco. Justo a tiempo, al cabo. “Me quedó volver a hablar con él, me parece que nos quedamos debiendo un abrazo, pero yo no pondría el acento en eso sino en la bendición de haber conocido a un tipo tan generoso, tan inspirador. Y esas son cosas que se celebran”, sostuvo Aznar. La muestra, ese merecido tributo de la cultura argentina a una figura esencial, cerrará hoy con un concierto imperdible de Daniel Cardone, Juan Carlos “Mono” Fontana y una ilustre selección de invitados (ver aparte).

La charla, una especie de relajada conversa abierta entre Guerrero y Aznar, respetó –casi– un orden cronológico. Empezó por el momento en que Aznar y Spinetta se conocieron. “No recuerdo exactamente cómo y cuándo fue”, sorprendió de entrada el bajista. “No sé, tal vez haya sido cuando yo tocaba en Alas, por el año 1977. En un show de Alas, o en uno de Luis. No lo sé a ciencia cierta.” Siguió por el primer contacto del estupendo instrumentista con la música de Spinetta. “Las primeras canciones que escuché fueron ‘Muchacha’, en una publicidad de telas, y ‘Figuración’, que la tenía en un compilado. Después apareció Pescado Rabioso. Fue cuando yo ya intentaba tocar rock, y tenía mi bandita con los amigotes del barrio. Y al final llegó Jade. Recuerdo un ensayo en la casa de los Vitale, en Villa Adelina, que terminó en catástrofe (risas). Estábamos Luis, Pomo, Lito, Juan del Barrio y yo, y hubo una discusión tremenda mientras comíamos por algo que había dicho David Lebon en una revista, una discusión en torno de cuál era el lugar del rock como fenómeno cultural y el papel que debían tener los músicos en cuanto a lo social, y bueno, hubo dos posturas: una más ‘seria’ –que incluía a los padres de Lito– y la otra, que sostenía que el rock podía tener desparpajo, y mezclar una actitud rebelde y risueña. Que el rock también podía reírse de las cosas, al cabo. El lío que se armó... incluso determinó la salida de Lito de la banda, algo que costó reparar, hasta que pudimos terminar riéndonos juntos de la situación”, evocó Aznar.

El momento fue inmediatamente posterior al debut de Spinetta Jade en Obras (3 de mayo de 1980), con Alma de Diamante en pleno proceso de elaboración, con el Flaco internado en el chamanismo de Don Juan Matus, descansando de Only love can sustain (1979) y abocado, a la vez al regreso de Almendra, y con Aznar tocando, también, en Seru Giran. E inmediatamente anterior al recordado show de Jade y Seru en Obras (septiembre de 1980), hitos ambos que los tuvieron en el mismo escenario. “Fue un momento bravo. En otra oportunidad, estábamos grabando Alma de Diamante y en medio de un tembladeral de celos (Aznar pendulaba entre Jade y Serú) se planteó una sesión en los estudios ION a una hora un poco áspera para cualquier músico: ¡domingo a las 8 de la mañana!... un disparate (risas). Llegamos todos mal dormidos, blancos como papeles, mal de pelo, y con Pomo rogábamos que algo nos despierte. Yo me sentía en casa porque en ION se había grabado La grasa de las capitales, y me había habituado a grabar el bajo conectado directamente a la consola, alejado de la sala donde estaban los demás músicos. Luis quería que me juntara con ellos, yo quería permanecer ahí, y, en medio de esa tensión, empezamos a grabar ‘Digital Ayatollah’, un tema muy complejo, con tiempos irregulares, cortes, en fin... y sonaba todo como adentro de una cajita, aséptico, no se terminaba de armar, no salían bien las tomas y Luis venía a cada rato a pedirme que fuera a la sala (risas). Estábamos nerviosos, la cosa no salía, Luis insistía con el contacto visual con Pomo, yo me negaba y le dije ‘estoy tocando esto, que es una araña pollito, y no puedo levantar la vista del diapasón, porque si no me equivoco... no lo voy a poder ver a Pomo, por más que esté subido arriba de la batería, Luis (risas)... la cosa es que hicimos una toma más, se cortó en la mitad, Luis entró al control y le dijo al ingeniero ‘no importa, dejá, total yo después borro todo y le pongo una guitarra arriba’. Cuando escuché eso, enfundé el bajo y me fui a mi casa a dormir. Convengamos que éramos dos cabrones.”

De esa misma época, Aznar también se refirió a “Experiencias en el pabellón A”, un instrumental medio delirante que Jade solo tocó en vivo en el recital debut y que Spinetta jamás grabó. “Era un divague. Tal vez Luis decidió no grabarlo, con buen tino. Había una cosa escrita, musical, y después venía un agárrese quien pueda, en el cual nos dedicábamos a hacer ruido controlado, y lo de controlado hasta ahí nomás. Era un barullo muy divertido para nosotros, no sé si para el público”, recordó Aznar. También reparó en las tiranteces que provocó su participación en ambas bandas. “David estaba muy enojado conmigo, ‘que decida dónde se va a quedar’, decía. Y Luis, bueno, ya lo conté.” Y en “Lenny Blues”, el tema central de la obra homónima de Robertino Granados, que Aznar compartió con Spinetta, cuyo audio original se escuchó generosamente en el Auditorio. No fue el único, claro, porque, en medio de más anécdotas secuenciales –la explicación detallada de la desopilante letra de “Peluca telefónica”, que Aznar compuso junto a Spinetta y Charly García, o la distancia que se generó entre ambos cuando el flaco se enteró de la grabación de Tango, entre ellas–, el bajista reprodujo una toma casera en vivo –y cantada por los dos– de “No te busques ya en el umbral”, donde se escucha al Flaco decir: “Quiero que ustedes reciban con un calidísimo aplauso a una sorpresa. Es un gran músico, es lo único que puedo decir, y es, quizá, uno de los más grandes en este momento. Su nombre es Pedro Aznar, recién llegadito de una gira por Japón con el Pat Matheny Group, y viene a parar acá con el Flaco, ¡qué trapo!”.

De los vínculos más cercanos entre ambos, Aznar eligió desandar los secretos de “Alas de la mañana”, la canción que ambos compusieron para Dos Zorros, el disco que un amigo en común, Lito Epumer, grabó en 2004. “Luis trajo unas ideas que tenía, sin letras, y lo armamos juntos. La verdad es que nunca había visto a Luis en la cocina del trabajo de compositor... tenía un derroche de ideas, una más bella que la otra. Ese día tocó dos minutos y anoté todo rápidamente, porque era impresionante. De locos, un temazo. Después le dijo a Epumer que si yo quería le pusiera una letra, y por supuesto acepté gustoso”, dijo Aznar que, por supuesto, apretó play en la canción, cuyo texto es un homenaje al tema “Por” de Artaud. Hacia el final, el bajista leyó un poema que escribió la tarde del 8 de febrero del 2012, apenas se enteró de la partida de Spinetta, en el balcón desde el que lo vio irse por última vez: “Este balcón que se quedó esperando unas palabras, una charla o un abrazo más, que ya no llegará... mensajero del infinito”, narró, absolutamente conmovido. Y no dijo más.

La muestra incluyó rarezas varias: Spinetta en segundo grado y detenido en una razzia, dibujos, afiches y letras manuscritas.

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