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Lunes, 4 de marzo de 2013
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Proyecto “Exposición de la actual narrativa rioplatense”

El libro es otra obra de arte

Ya se publicaron diez títulos de esta iniciativa de edición y difusión del trabajo de escritores y artistas visuales. Cada libro es intervenido artísticamente y se puede descargar del blog www.exposiciondelaactual.blogspot.com.ar

Por Silvina Friera
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El trío de coordinadores- ideólogos -escritores está formado por Ana Ojeda, Marcos Almada y Nicolás Correa.

El fin último de toda obra es ser vista. Sin al menos un lector, la escritura, la literatura, pierde esa intensa irradiación de sentidos que se disparan cuando un ojo la recrea, la interpela, la amplifica. Como un eco que rebota de boca en boca. “Exposición de la actual narrativa rioplatense” es un proyecto abierto y rizomático de edición que se propone darle visibilidad al trabajo de escritoras y escritores y también de artistas plásticos. Ana Ojeda, una de las coordinadoras de esta iniciativa, escritora, traductora y editora del sello 8vo.loco, cuenta que la idea es cruzar artistas en actividad de dos ámbitos diferentes: escritura y pintura. “Nos resultaba antipática la idea de utilizar las obras de los artistas visuales, plasmación evidente de sus reflexiones y problemáticas, como mero fondo de lo que puede ser un título y un autor –dice una de las ideólogas a Página/12–. Laura (Ojeda Bär), que diseñó las tapas, propuso trastrocar las pautas consuetudinarias del ‘tapismo’ y dejar un espacio límpido, dedicado exclusivamente al lucimiento de la obra visual –pintura, acuarela, esgrafiado, fotografía, manipulación digital, instalación– y mandar todos los datos paratextuales del libro a la contratapa. El resultado es que de esta forma se ofrece una lectura ‘visual’ del libro, que todo lector interesado deberá sospechar, intuir, reconstruir con su propia lectura del texto”.

En el blog de este proyecto rizomático (www.exposiciondelaactual. blogspot.com.ar) está disponible la primera decena de títulos para descargar y compartirlos, para que circulen y sean leídos: Trabajos, de Juan Marcos Almada, con una acuarela de Ariel Cusnir; El Polaco, de Pía Bouzas, intervenido visualmente por Leonardo Cavalcante; 83, de Nicolás Correa, con un aguafuerte de Delfina Estrada; Distancias de Martín Di Lisio, en diálogo con la obra de Martín Lanezan; A dos horas de Barboza, de Gonzalo Gálvez Romano, acompañado por la intervención de Santiago Rey; Temple, de Gilda Manso, con un esgrafiado sobre papel en tela de Matías Ercole; Inventario de la derrota, de Agustín Montenegro, intervenido por la obra de Marcos Mangani; La invención de lo cotidiano, de Laura Ojeda, en dupla con una obra de Rodolfo Marqués; El corto verano de los hombres, de Ariel Pichersky, intervenido por el trabajo visual de Juan Emilio Odriozola, y El país del escritor, de Gustavo Valle, con una obra de Francisco Medail. Como una mancha de aceite que se extiende de texto en texto, hay una especie de contraseña irónica sobre los derechos de autor. “Todos los izquierdos reservados –se lee antes de ingresar a cada una de las narraciones–. Caso contrario, remitirse a la lista de libros censurados en las distintas dictaduras y democracias. Privar a alguien de quemar un libro a la luz de una fotocopiadora es promover la desaparición de lectores”. Al final de cada libro, también hay un lema-poema: “Que los árboles muertos/ en este papel/ vuelvan a crecer árboles/ cuando hombres y mujeres/ hayan saciado su sed/ de conocimientos”.

La visibilidad de los escritores que están escribiendo “aquí y ahora” es una de las columnas vertebrales de esta propuesta. ¿Por qué, a pesar de los cambios que han implicado las nuevas tecnologías en cuanto a la velocidad de circulación de los textos, aún cuesta conquistar esa visibilidad? Aunque los paradigmas están cambiando, ¿persiste el peso o importancia del libro impreso? Ojeda concede que todo lector tiene algo de fetichista del formato libro-papel. “En todo caso, es lo que me pasa a mí –reconoce la autora de Falso contacto–. Me gustan los libros en formato libro: los busco, los compro, los consigo, los guardo, los cuido, los ordeno. Tengo con ellos una relación de cariño. Por eso desde el principio nos pareció importante que, aunque fueran pocos ejemplares –100 de cada título–, teníamos que esforzarnos por hacer una edición en papel.” Ojeda advierte que la falta de visibilidad se suele asociar a la juventud de los escritores y artistas, cuestión que –en su opinión– no siempre es así. “Nosotros hablamos de escritores y artistas ‘en actividad’ y no de escritores y artistas ‘jóvenes’. La diferencia parece sutil, pero es en realidad fundamental. La visibilidad tiene que ver, para mí, con el acceso al inconsciente colectivo, a través de los medios, de las instituciones. Y en ese sentido la Exposición quiere sumar un paradigma más, ni excluyente ni exclusivo, de legitimación para escritores con el tipo de literatura que escribimos y nos gusta leer a nosotros: la que incluye personajes que no pueden dejar de trabajar porque no tienen cómo llegar a fin de mes, la que filtra problemáticas histórico-contextuales, la que habla de nuestra ciudad, la que se preocupa por devolver al lector –y de guardar para el futuro– una imagen de lo que es hoy nuestro cotidiano.” Marcos Almada, otro de los coordinadores, postula que la visibilidad existe en centenares de proyectos como la Exposición. “Éste es uno más de un colectivo enorme. Nos gustan los libros, pero también leemos digital. Para mí, el soporte es indistinto.”

¿Qué “dicen” estos textos de la escritura de estos tiempos? ¿Hay hilos conductores, miradas o percepciones compartidas, formas de encarar la literatura similares? ¿Se pueden avistar tensiones, cortocircuitos? Nicolás Correa, también coordinador, subraya que si hay algo que se percibe en cada uno de los libros es la posibilidad de acceder a un mundo real. “La literatura se vuelve una puerta de acceso a la realidad, una forma de lectura, que además y principalmente, habilita la diferencia. ¿Propuestas diversas? Sí, tan diversas como los diez autores y los diez visuales que componen la Exposición. Los vasos comunicantes que unen a la colección se pueden palpar en esa diversidad textual y visual –plantea–. Creo que esa emergencia de miradas es lo que logra un asedio y una pequeña intención de propuesta que irisa lo real. La idea es que los hilos se vean casi tan sensiblemente como las tensiones, que también las hay. Y por supuesto, pensamos que la literatura no es un cerco, ni un espacio textual al que hay que ponerle un alambrado, sino un espacio para la discusión de profundos procesos de transformación social”. Almada admite que hay de todo. “Yo no me animo a decir si hay similitudes estilísticas o temáticas, me parece muy temprano todavía para expedirse en ese sentido. Fuera de los textos propiamente dichos, hay una especie de necesidad, de deseo de ser leído y por lo tanto, publicado, que no es lo mismo. Y esa necesidad se cumple, parcialmente, con este tipo de proyectos. Digo parcialmente porque a veces pareciera que no hay más lectores que nosotros mismos. Una especie de lectura endogámica que justamente queremos desarticular.”

La Exposición se anima a ensanchar el horizonte. De aquí en más –revela Ojeda– se establecerá un comité de lectura permanente que abastecerá al resto de las tandas de diez publicaciones, dos por año: una en abril, la colección otoño, y otro en septiembre, la colección primavera. “Con el tiempo y a medida que vayan saliendo los libros, aspiramos a alejarnos cada vez más de nuestro propio círculo de influencia –proyecta Almada–. Por eso les pedimos a cada autor publicado que nos recomiende escritores de su devoción como para ir agrandando la red, llegando a zonas que hoy en día nos resultan desconocidas, un poco a la manera del hermoso proyecto Bola de Nieve, fundamental en el campo de las artes visuales. La idea final de la Exposición –como de todos los proyectos, en realidad– es enriquecernos como personas.” Laura Ojeda Bär, a cargo de la coordinación gráfica de las colecciones, destaca que para el conjunto de artistas visuales es “una alegría y a la vez una propuesta novedosa por extra muros” la de conquistar las tapas de los libros. “Así como Marcos comentaba la endogamia del ámbito literario, las artes visuales tampoco derraman con facilidad hacia el conjunto social, porque hay pautas y códigos de lectura/apreciación que el común de la gente por ahí no maneja. Mi idea es acercar a cualquier persona a la degustación de las obras a partir de la más básica de las intuiciones: la del gusto. Me gusta/no me gusta es siempre una brújula infalible.”

A mayor visibilidad, mayores riesgos. “Todo editor es una especie de bricolaje grotesco no siempre equilibrado –añade Ana Ojeda–. Ser un buen editor es un arte y un don; y creo que por suerte estamos en un medio que los tiene, y muy buenos”.

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