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Jueves, 14 de noviembre de 2013
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La Secretaría de Cultura de la Nación reabrió el Museo Casa de Ricardo Rojas

Una invitación a viajar en el tiempo

La última morada del autor de El santo de la espada, en Charcas al 2800, con una fachada que reproduce la de la Casa de Tucumán, guarda un montón de historias, veinte mil libros en su biblioteca y, ahora, un museo y un instituto de investigaciones.

Por María Daniela Yaccar
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El comedor del Museo Casa de Ricardo Rojas, uno de los ambientes que han sido restaurados.

Quien ingrese a la que fuera la última morada de Ricardo Rojas no sabrá para dónde mirar. No se puede decir qué produce más fascinación: si su patio central, rodeado de rostros tallados en columnas de piedra, o su espacioso y cómodo escritorio de grandes ventanales. Quizá sean las monumentales arañas, los detalles que decoran las puertas, los veinte mil libros de su biblioteca. Por voluntad del escritor, poeta, pensador y militante, el hogar que habitó desde 1929 hasta 1957 (año de su muerte) pertenece al Estado nacional, y la Secretaría de Cultura acaba de reabrirlo, habilitando allí un museo y un instituto de investigaciones.

La última casa de Rojas está en la calle Charcas al 2800, en Recoleta, y guarda un montón de historias. Por pedido del dueño, oriundo de Tucumán, la fachada es increíblemente parecida a la de la casita donde se declaró la independencia nacional. Después de cinco años sin actividad y de un largo período en ruinas, la casa-museo –el nombre formal es Museo Casa de Ricardo Rojas– fue reabierta con el fin de promover el conocimiento de la obra del escritor y alentar el debate en torno de las culturas argentina y latinoamericana, la literatura y el indoamericanismo.

Además, el público podrá recorrer la casa. Es una invitación a viajar en el tiempo, a curiosear sobre la intimidad del personaje y las costumbres de la época. “Dicen que Ricardo era muy especial”, cuenta a Página/12 Elina Tassara, una de las arquitectas que estuvo al frente de la difícil tarea de restauración. E indica un palco desde el cual el autor de El santo de la espada espiaba a sus visitas mientras conversaban en un salón, en el que se solían musicalizar las creaciones literarias de Rojas. En ese mismo lugar, el martes, el secretario de Cultura, Jorge Coscia, encabezó la reapertura de la casa, junto a Mario Goloboff, flamante director del museo, y Alberto Petrina, director nacional de Patrimonio y Museos.

“Esta casa está hecha a medida de los pedidos de Ricardo”, apunta Gabriel Miremont, museólogo e historiador, que estuvo a cargo del plan integral de museología. “Tiene un doble circuito que refleja su personalidad. La casa tiene pasillitos de menos de un metro de ancho por los que él se escapaba y de pronto aparecía en otro ambiente. Armaba escenas dentro de sus reuniones. Era un tipo de personalidad teatral. Su casa lo plasma”, se explaya.

Antes de llegar al salón de música hay que atravesar un bello patio central que está inspirado en el del Convento de los Dominicos de Arequipa, Perú, y que en el medio tiene una fuente de influencia barroca. La decoración y el mobiliario de la casa de Rojas combinan elementos de las culturas indígenas y del barroco español, son fieles a su concepción “euríndica”, al igual que la arquitectura. Angel Guido, el responsable del diseño del espacio, fue un representante de la arquitectura neocolonial. Ahora, la casa-museo está equipada tecnológicamente y restaurada. La obra, que incluyó además su adecuación museológica y comunicacional, demandó diez meses de trabajo y una inversión de 4,5 millones de pesos. Estuvo a cargo del Area Técnica de Patrimonio Edilicio de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos.

Pese a que hay cierta puesta en escena, la restauración no le quita al visitante la sensación de estar adentrándose en la intimidad de un hombre de las letras, que pasaba “las horas más felices de su vida” –como se dijo en el acto– en un escritorio de grandes ventanales con rejas de hierro que daban a un patio con seis naranjos. Por el momento hay nada más que dos de esos árboles en el patio trasero, pero ya están creciendo los otros cuatro, que se han plantado con el fin de replicar el escenario original. También en la planta baja está su biblioteca, una de las más importantes colecciones de Latinoamérica, donde los libros están dispuestos en vitrinas de vidrio bordeadas por un mural inspirado en el arte prehispánico. Arriba está el baño, con una bañadera de envidiable tamaño y que es blanco, muy blanco, y el que fue el dormitorio de la pareja Rojas-Quinteros, que ahora es un centro de investigación con computadoras.

Un dato curioso es que Rojas compró esta casa con un crédito hipotecario. “No era un tipo rico”, aclara Miremont. “Hizo rendir un crédito y convirtió su casa en un palacio.” El escritor y su arquitecto eran muy ordenados: guardaban todas las facturas, de jardinería, de albañilería, de lo que fuera. Están expuestas junto a otros documentos en el primer piso, donde está la muestra La casa del maestro. “El mismo nos guió la reconstrucción”, apunta Miremont. “La casa es un gran juego de espionaje: si uno va mirando los detalles aparece, sin dudas, la personalidad de Rojas.” Miremont cuenta que hasta encontraron un sobre que adentro tenía un manojo de pelos. Eran los bigotes que Rojas se afeitó un día en París. Y en el sobre hasta figuraba la fecha.

En el acto se lo recordó como una importante personalidad del pensamiento nacional. Rojas militó en las filas del radicalismo y fue un convencido detractor del peronismo. “Celebro este encuentro magnífico entre la piedra, la palabra y el pensamiento, porque este proyecto es la expresión de un modelo de país”, sostuvo Coscia. Y enmarcó la inauguración del Museo Casa de Ricardo Rojas en el período “de mayor apertura y puesta en valor de espacios para la cultura en la historia del país”. “Hasta el momento se han construido más de setenta Casas Nacionales del Bicentenario en todo el territorio.”

Por su parte, Petrina dijo: “Esta casa testimonia una mirada hacia el pasado. Rojas formó parte de un núcleo de pensadores de reivindicación americanista y convirtió su casa en una prueba de esa pasión”. “Es un gran honor emprender la tarea de dirección del más literario de los museos nacionales”, manifestó Goloboff. “El gobierno nacional recupera este museo comprendiendo no sólo la importancia del patrimonio físico, sino también su enorme acervo intelectual”, concluyó. Al referirse a Rojas, sostuvo: “Sus textos eran polémicos, agudos, discutibles y removedores, y eran sobre la cuestión nacional, nuestros orígenes indoamericanos, nuestra hermandad latinoamericana, la historia y la historia de la literatura”. Al terminar el acto, el Tata Cedrón ofreció un concierto en el patio central.

* El Museo Casa de Ricardo Rojas e Instituto de Investigaciones podrá visitarse de martes a sábados, en el horario de 11 a 19.

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