Para Ernest Hemingway, el gran desaf铆o de la escritura consist铆a en 鈥渓a lucha entre la cosa viva que es la experiencia y la mano muerta del embalsamador鈥. Instantes coagulados en un c煤mulo de papeles, fotos, peri贸dicos, telegramas, cartas, facturas de bares, tickets de corridas de toros, objetos varios. En el imaginario del 鈥渃oleccionista del presente鈥 鈥搊x铆moron de una pasi贸n inaudita鈥 no hay papelera de reciclaje ni bolsas de residuos. No hay posibilidad de seleccionar y descartar. Elegir implica perder algo, menudo dilema existencial. El escritor norteamericano ten铆a la costumbre de acumular literalmente todo en su Finca Vig铆a, una granja en las afueras de La Habana (Cuba), donde vivi贸 entre 1939 y 1960. Su cuarta mujer, Mary, testigo inmediata y 鈥渧铆ctima鈥 de este 鈥渓oco鈥 af谩n de preservaci贸n, ha confirmado que el genial autor de El viejo y el mar 鈥渆ra incapaz de tirar nada鈥. Esta obsesi贸n emerge ahora con la luz fulminante de una evidencia: 2500 documentos que han sido digitalizados en la Colecci贸n Hemingway de la Biblioteca y Museo John F. Kennedy, en Boston. Las copias digitales, recopiladas por Fundaci贸n Finca Vig铆a 鈥揺ncargada del material鈥, representan el segundo cargamento que llega a Estados Unidos. El anterior, en 2008, inclu铆a un final alternativo de Por qui茅n doblan las campanas. Entre las novedades digitalizadas nunca antes reveladas hay un telegrama de 1954 con una noticia formidable que parece neutralizada por un lenguaje expeditivo: 鈥淓n su sesi贸n de hoy, la Academia Sueca ha decidido darle el Premio Nobel de Literatura. Por favor, notif铆quenos si acepta el premio y si acudir谩 a Estocolmo el d铆a 10 de diciembre a recogerlo鈥.
La colecci贸n se nutre con 44 borradores para el final de Adi贸s a las armas (1929); un registro de Pilar, su barco de pesca, y libros que pertenec铆an a su biblioteca personal, muchos con inscripciones en los m谩rgenes. 鈥淣o hay ninguna bomba real en el nuevo material鈥, advirti贸 Sandra Spanier, profesora de ingl茅s en la Universidad Estatal de Pensilvania y editora general del Proyecto Hemingway Letras, a The New York Times. 鈥淓l valor est谩 en la textura de la cotidianidad, la forma en que completa nuestra foto de Hemingway鈥, aclar贸 la especialista y a帽adi贸 un detalle significativo: 鈥淗emingway no sab铆a, cuando sali贸 de Cuba, que nunca iba a volver. Sus zapatos est谩n todav铆a all铆. Es como si acabara de salir por un momento鈥. Spanier record贸 tambi茅n que el escritor fue presionado por el embajador norteamericano en Cuba, Philip Wilson Bonsal, para que se fuera de la isla. Uno de los maestros mayores del cuento contempor谩neo 鈥搉acido en Oak Park, un suburbio de Chicago, en 1899鈥 dej贸 atr谩s esa especie de nomadismo fren茅tico que practic贸 鈥撯減ara escribir sobre la vida, 隆primero hay que vivirla!鈥濃 cuando se estableci贸 en la Finca Vig铆a en 1939.
Cuba fue el lugar en el mundo donde permaneci贸 m谩s tiempo que en ning煤n otro. Hasta que en 1959 y en 1960 viaj贸 a Espa帽a para completar 鈥淯n verano peligroso鈥, una serie de reportajes que le encarg贸 la revista Life para que narrara el duelo entre los toreros Antonio Ord贸帽ez 鈥揳migo de Hemingway鈥 y Luis Miguel Domingu铆n, por entonces el n煤mero uno del escalaf贸n taurino. Pero los problemas de salud iniciaban lo que pronto ser铆a el ep铆logo. Las enfermedades minaban el cuerpo del autor de Par铆s era una fiesta, publicado p贸stumamente en 1964: ligera diabetes, hipertrofia del h铆gado, un curioso mal conocido como hemocromatosis, hipertensi贸n, problemas serios en la vista. Andr茅s Arenas, uno de los bi贸grafos de Hemingway, plantea que aquellas visitas a M谩laga en los veranos del 鈥59 y 鈥60, cuando sigui贸 los duelos entre ambos toreros, 鈥渢uvieron bastante que ver con su locura y suicidio鈥 (en Estados Unidos, adonde hab铆a regresado), el 2 de julio de 1961. La fascinaci贸n por los toros la hab铆a descubierto en los sanfermines de 1923. Hasta los a帽os 鈥50 era com煤n y corriente verlo asistir a las corridas, a veces del brazo de mitos vivientes como Ava Gardner o Lauren Bacall.
El seguro del Plymount de 1941, una licencia de porte de armas en Cuba 鈥揻echada el 19 de octubre de 1950, 鈥減ara que pueda dedicarse al sport de la caza鈥濃, boletos de corridas de toros, recetas de cocina del escritor... El Hemingway cotidiano, a trav茅s de esta colecci贸n, era expansivo: intentaba abarcar cuanto ten铆a y lo rodeaba. Muy diferente del estilo que supo concebir. 鈥淪i de algo sirve saberlo, siempre trato de escribir con el principio del iceberg. Hay nueve d茅cimos bajo el agua por cada parte que se ve de 茅l. Uno puede eliminar cualquier cosa que sepa, y eso s贸lo fortalecer谩 el iceberg. Si un escritor omite algo porque no lo sabe, habr谩 un agujero en su relato鈥, confesaba a la revista Paris Review, en 1958. 鈥淓stamos encantados de contar con este material, que ofrece una nueva visi贸n del d铆a a d铆a de Hemingway. De la figura literaria, a darnos cuenta de la humanidad del hombre y as铆 entender al escritor鈥, expres贸 el director del museo, Tom Putman. Esta es la primera vez que los materiales quedan a disposici贸n de los investigadores en Estados Unidos, pero el p煤blico no tendr谩 acceso a estos curiosos materiales.
El caminante cansado de tanto andar hab铆a optado por la quietud. Sus zapatos todav铆a est谩n en la Finca Vig铆a. En esa larga espera experimentan la 煤nica forma posible de 鈥渢rascendencia鈥: sobrevivir a las marcas que dejaron los pies de Hemingway.
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