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Sábado, 15 de marzo de 2014
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La recuperación del inmenso archivo del escritor, al fin en Buenos Aires

En la cocina de Tomás Eloy Martínez

Documentos, cartas, artículos periodísticos, sus objetos personales, sus clases en la Universidad de Rutgers, libros y manuscritos: para celebrar el 800 aniversario del nacimiento del escritor, la Fundación TEM abre así una serie de actividades imperdibles.

Por Silvina Friera
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Gonzalo y Ezequiel Martínez en la reproducción del escritorio y la biblioteca de Tomás Eloy.

Un papelito, un pasaje aéreo a nombre de un tal Carlos Maggi emitido por la compañía Alitalia, un documento hasta ahora inédito, resulta conmovedor. Vuelve a contar una historia que, por más que sea conocida, no está exenta de esa mezcla de perplejidad y asombro que genera el escurridizo andarivel entre periodismo y ficción. Ese hombre presenció la exhumación del cadáver de su “hermana” –María Maggi de Magistris– en el cementerio Maggiore de Milán, el 2 de septiembre de 1971, para luego colocarlo en un coche fúnebre que realizaría un viaje de 800 kilómetros hasta Madrid. En realidad, Carlos Maggi no era otro que el coronel Héctor Cabanillas, quien sacó del país el cuerpo de Eva Perón, lo mantuvo oculto durante catorce años en Italia y se lo devolvió a Perón. La Fundación Tomás Eloy Martínez (TEM) tuvo que esperar cuatro años para conseguir que documentos como este pasaje aéreo, cartas, artículos periodísticos del autor de Santa Evita, sus objetos personales, sus clases en la Universidad de Rutgers, gran parte de sus libros se exhiban en Buenos Aires. En una de las salas de la TEM se puede apreciar la reproducción del escritorio y la biblioteca tal como estaban en su casa de Highland Park (Estados Unidos), un modo de asomarse a la cotidianidad del escritor y periodista. “El narrador narra. Don’t disturb” se lee en un cartel.

Para celebrar el 80 aniversario del nacimiento del escritor, la Fundación está preparando una serie de actividades: la publicación de un libro de cuentos inéditos –varios escritos durante su exilio en Caracas–, una muestra itinerante con fotografías, manuscritos y originales inéditos; un ciclo de poesía que aglutinará a poetas de distintas generaciones para producir un diálogo entre sus obras, nuevos talleres de fotografía, un ciclo de charlas que rescatará las dos dimensiones del escritor como periodista y narrador, y la publicación del primer libro del Premio de Crónicas La voluntad, organizado por la TEM, la editorial Planeta y la revista Anfibia. A cuatro años de la muerte del autor de La pasión según Trelew, y en el año que cumpliría 80 años –el próximo 16 de julio–, Ezequiel Martínez, presidente de la Fundación TEM, cuenta que luego de cuatro años de gestiones se lograron traer –en más de 150 cajas– sus papeles, sus libros, sus cuadros, sus películas, su escritorio, su computadora, “su tablero donde se agendaba la cantidad de páginas que escribía por día, que tenía detrás de su escritorio todo el tiempo para no perder su ritmo de trabajo”. Aunque escribió muchos relatos y algunos aparecieron en distintas revistas, nunca publicó un libro de cuentos. “Muchos son inéditos”, agrega Ezequiel sobre estos quince cuentos encontrados en el archivo de su computadora, que publicará la editorial Alfaguara en mayo.

“Escribí varios de los breves textos que siguen en una casa de Campo Claro, en Caracas, entre 1979 y 1982. En esos años empecé a temer que jamás podría volver a mi país y el exilio se me tornó intolerable”, confiesa el escritor. “Me sentía atrapado dentro de un ser que no era el mío, en casas y paisajes fugaces donde nada perduraba. De esas confusiones nacieron algunos de estos ejercicios narrativos, que también aspiraban a la fugacidad. Me parecían entonces meteoritos desprendidos de un planeta en ruinas, aunque nunca supe qué significaban ni cuál era el planeta. Treinta años después sigo sin saberlo. Hace mucho que quiero alejarme de ellos y no encuentro otro modo que dejarlos caer aquí, en tiempos y lugares en los que todo les es ajeno, pero en el que conservan al menos su condición original de fragmentos desorientados”. Entre los materiales que llegaron de Estados Unidos, subraya Margarita García Robayo, directora ejecutiva de la TEM, está la recopilación de todas sus clases en la Universidad de Rutgers, “algo muy valioso para los investigadores”, que se sumará al archivo del escritor, que incluye originales inéditos, cuadernos personales, imágenes, entre otros materiales, que están siendo clasificados y catalogados con el objetivo de ofrecer a los estudiantes y especialistas el trabajo “detrás del trabajo” del autor de Lugar común, la muerte, La novela de Perón y El vuelo de la reina, entre otros títulos. En cuanto a la programación de los talleres, a los encuentros de producción de crónica, novela y cuento en tres modalidades –a cargo de Josefina Licitra, Betina González, Guillermo Martínez, Mariana Enriquez y Luis Mey– se incorporará este año un taller de fotografía de Gonzalo Martínez.

La muestra itinerante sobre la vida y obra del escritor, que cuenta con el apoyo del Fondo Metropolitano de Cultura de la Ciudad, se inaugurará en julio en la TEM y después circulará por centros culturales, escuelas y espacios públicos de la ciudad, pero también recorrerá distintas ciudades de Latinoamérica y Europa. Gonzalo Martínez confiesa que esta muestra tiene una importancia especial para él. “En el último tiempo, mi papá recibía múltiples visitas, como (Claudio) Escribano y (Horacio) Verbitsky. En un momento, le pregunté: ‘Papá, ¿cómo es que tenés amigos con tantas diferencias?’. Y él me comentaba: ‘Lo que a mí me importa es la palabra, es el diálogo’. Lo más importante que tenía el viejo es el diálogo, el trato”, recuerda Gonzalo. “Hace mucho tiempo que tengo ganas de que estas paredes se llenen de papá; que el autor esté presente, que su imaginario esté en este espacio. Vamos a ver fotos íntimas, personales, fotos que ayuden a contar y visualizar la historia de papá. Digo papá porque es un poco el lugar íntimo que tuve con él. Yo no soy el hermano que escribe, el hermano de la palabra, sino el hermano de la imagen”.

Gonzalo, el hermano de la imagen, concluye con una lectura brevísima de un texto periodístico del padre: “Toda foto es un vacío de la realidad. Narra una historia, pero lo que se ve es sólo un residuo parcial de lo que pasa. La belleza está en lo que la foto deja afuera. La foto ha suspendido el tiempo, pero nosotros somos el tiempo. Ha creado una historia, pero nosotros somos, de algún modo, esa historia”.

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