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Sábado, 19 de abril de 2014
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HOMENAJE AL PERIODISTA DESAPARECIDO ENRIQUE RAAB EN LA LEGISLATURA PORTEÑA

Crónica de una reparación histórica

María Moreno, Ricardo Halac, Oscar González y Máximo Eseverri participaron del reconocimiento oficial impulsado por la legisladora Susana Rinaldi. El autor de Cuba, vida cotidiana y revolución fue recordado por su talento como periodista y su militancia.

Por Facundo Gari
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Susana Rinaldi impulsó el encuentro en el Salón San Martín, donde se recordó a Raab.

“Enrique Raab fue un periodista ‘todero’, al igual que José Martí o Amado Nervo”, sostuvo María Moreno durante el homenaje realizado al cronista en la Legislatura porteña. “Si la especialidad que más frecuentaba era la de crítico de arte y espectáculos, podía ser anfibio e ir de cubrir la revolución de los claveles en Lisboa a las ofertas del verano en la costa atlántica, pasando por una entrevista a Bertrand Russell o una a Juan José Camero”, redondeó la periodista y escritora, acompañada en las exposiciones por el dramaturgo Ricardo Halac; el investigador Máximo Eseverri; el secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional, Oscar González; y la legisladora porteña Susana Rinaldi, impulsora de este reconocimiento “reparador” al además militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores, a 37 años de su desaparición a manos de la última dictadura cívico-militar.

En un concurrido Salón San Martín –con la presencia de la embajadora de Austria, Karin Proidl, y de la hermana del homenajeado, Evelina Raab, que recibió una distinción–, la cita arrancó con la proyección de un breve audiovisual biográfico con los principales hitos del autor de Cuba, vida cotidiana y revolución: la llegada a la Argentina junto a su familia desde Viena, escapando del nazismo; su paso por los principales medios gráficos de la época (Clarín, La Nación, Siete Días, Primera Plana, Análisis y La Opinión), sus aportes “cuasi literarios” al género de la crónica y su pasión por el cine, que lo llevó a filmar un cortometraje basado en un texto de Halac y ganador, en 1962, del primer premio del Concurso Anual de Cinematografía. “Así nació José... yo le pedí permiso para ponerle el nombre de mi padre”, se emocionó el autor de la pieza Estela de madrugada (estrenada en 1965 y repuesta ahora en el Centro Cultural San Martín). Luego recordó que era un “material muy hermoso” y lamentó que se haya perdido. “Tantas cosas valiosas se han perdido en este mundo. A veces pienso que se van a reunir conmigo cuando me vaya”, señaló.

El dramaturgo caracterizó a Raab como un tipo “nervioso, con poco pelo y una ironía sensible y delicada”. Entre varias anécdotas, mencionó la coincidencia en la redacción de La Opinión, cuando Juan Gelman era su director. “Estábamos en la parte cultural. Los que hacíamos el suplemento éramos Carlos Ulanovsky, Paco Urondo, Osvaldo Soriano, Tomás Eloy Martínez, Horacio Verbitsky, Raab y yo. Un grupo que prometía”, concedió. Como Moreno, reseñó también la entrevista realizada en París a Russell. “Cuando Raab volvió de entrevistarlo, me contó que estaba viejo, que mientras hablaban se quedaba dormido. Por supuesto, eso no lo escribió en su nota, que quedó maravillosa.” Finalmente contó que evoca a Raab a menudo y que le “hace bien” porque desde las viejas fotos “sigue transmitiendo su energía”.

Ulanovsky, Roberto “Tito” Cossa y José “Pepe” Eliaschev fueron algunos de los que enviaron adhesiones, leídas entre expositores. Así llegó el turno de Máximo Eseverri, autor de Enrique Raab, claves de una biografía crítica y del flamante Traspasar la tierra de nadie (ver aparte). El investigador leyó un anecdotario de los momentos de su vida en que se había encontrado misteriosamente con el fantasma del austríaco: desde un taller de periodismo infantil dictado por Miguel Briante y Susana Viau en el Centro Cultural Recoleta hasta una reciente caminata hacia la ex ESMA para escuchar un discurso de CFK, pasando por su primer encuentro con González, en ese entonces docente en la carrera de Comunicación Social de la UBA. “Venía a suplantar a un profesor fallecido. Nos tendió una trampa: dijo que podíamos elegir entre seguir la misma aburrida cursada o trabajar con él en la compilación de notas de un periodista desaparecido. Eso fue hace 18 años.” De la relación de hechos aparentemente inconexos llegó a la conclusión de que “la dictadura lastimó esa parte importante del tejido social que llamamos memoria”, y que el ejercicio de esa tarde-noche tenía que ver con la idea de reconstruirla.

Moreno agradeció a Rinaldi la iniciativa y, desde el estrado, se preguntó qué diría Raab de los linchamientos o del papa Francisco. Luego leyó una versión enriquecida de “La crónica raabiosa”, publicada en Página/12 el 28 de enero de 2010 junto a la reproducción de dos artículos del periodista homenajeado. “¿Por qué no se reeditan las crónicas de Enrique Raab? ¿Qué soñoliento conformismo hace que se siga recitando Carlos Monsiváis-Juan Villoro-Pedro Lemebel-Martín Caparrós-Cristian Alarcón como si se intentara formar un canon con una muestra gratis? Es cierto que Enrique Raab no cultivó la novela –ese género fálico que permite pisar los papers–. Que su condición de homosexual (él usaba ese término) no favorecía el mito revolucionario para una izquierda que aún trata de asimilar a Néstor Perlongher, que no advirtió o dejó para más tarde la articulación entre política y política sexual, entonces tampoco da para icono Glttbi. ¿Pero quién puede dudar de su prosa de prensa? El la afinó en Confirmado, Primera Plana, Análisis, Siete Días, La Razón... y siguen los medios hasta llegar a los de la militancia revolucionaria Nuevo Hombre, desde 1974 en manos del PRT, Informaciones de Montoneros y el proyecto de El Ciudadano, también del PRT, en el que trabajó hasta que fue secuestrado”, le puso voz al arranque de esa columna.

Hacia el cierre –que contó con un breve concierto del Che Trío–, González narró que él y Raab eran compañeros de militancia cuando éste desapareció. “Lo recuerdo en todas las asambleas sindicales generales”, dijo. Rinaldi agradeció la presencia de la embajadora austríaca. Admitió no haber conocido a Raab, habló de la “reparación” que significaba el homenaje, recordó cuando leía La Opinión, y sobre todo en el humor en su escritura, “una manera feliz de manejar el lenguaje a la que no estábamos acostumbrados”. Concluyó con la lectura de un fragmento de la entrevista a Russell, en la que Raab dice: “No concibo la extinción del hombre. Me resulta inimaginable”. El filósofo británico coincide desde el papel. Rinaldi lo hizo en la Legislatura, y por eso le dio “la bienvenida a Enrique Raab a esta casa”.

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