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Domingo, 3 de agosto de 2014
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PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL WITOLD GOMBROWICZ

Homenaje al escritor que vivió siempre fuera de lugar

Desde el próximo jueves, la Biblioteca Nacional será escenario de un encuentro multidisciplinario que abordará la figura del autor de Ferdydurke. Participarán más de sesenta especialistas, psicoanalistas, dramaturgos, historiadores, sociólogos y periodistas.

Por Silvina Friera
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El excéntrico polaco Witold Gombrowicz vivió más de dos décadas en Buenos Aires.

Una sombra extrañamente familiar se acerca al umbral de la máxima incomodidad con una mirada teñida de una tristeza ancestral. Es el forastero en todas partes, el irreverente, el inmaduro, “un mentiroso difícil de encasillar”, el falso conde polaco hechizado por la oscuridad de Retiro y los bajos fondos de Buenos Aires, ciudad donde vivió más de dos décadas. El Primer Congreso Internacional Witold Gombrowicz, que empezará el próximo jueves en la Biblioteca Nacional, contará con la participación de escritores y académicos como Germán García, Horacio González, Martín Kohan, Guillermo Martínez, Gustavo Ferreyra, Jorge Dubatti, María Rosa Lojo, Fernanda García Lao, Pablo Gasparini, Alicia Borinsky, Marcos Urdapilleta, Kacper Nowack, Jerzy Jarzêbski y Klementyna Suchano, por mencionar apenas un puñado entre los más de 60 especialistas, psicoanalistas, dramaturgos, historiadores, sociólogos y periodistas. Además de las conferencias y mesas redondas, se realizará el ciclo de teatro Operación Bochinche, se presentará Esto no es una nariz. Witold Gombrowicz según 40 ilustradores, libro con imágenes originales editadas especialmente para la ocasión; se proyectará el work in progress de un documental sobre cómo se lee hoy al autor de Transatlántico; El Cuenco de Plata reeditará Ferdydurke y habrá un city tour por bares, pensiones, plazas, librerías y lugares de trabajo por los que pasó el escritor polaco.

“Gombrowicz es un polaco raro, le gustaba siempre incomodar”, subraya el escritor Nicolás Hochman, ideólogo y organizador de este congreso. “La palabra que más lo define es desubicado en la doble acepción: la de estar fuera de lugar por una cuestión de raigambre y la de ser desubicado en el sentido de impertinente. Esta es una idea de Pablo Gasparini, doctor argentino que da clases en Brasil y se especializa en Gombrowicz. En Polonia miraba todo el tiempo hacia afuera, se pasaba los años quejándose contra la literatura polaca; era como un autor no polaco. Cuando llega a la Argentina, definitivamente no es un argentino pero tampoco es un polaco tradicional. Pasa 24 años acá echando pestes por todos lados y cuando se vuelve a Europa añora a la Argentina, a la que él llama su ‘segunda patria’ o directamente ‘la patria’. Pero nunca es un escritor argentino, nunca escribe en español más que algunas cartas. El año pasado se publicó en Polonia un diario que llevaba en paralelo al diario que conocemos nosotros, que se llama Kronos y aún no está traducido, anotaciones que él iba haciendo de adónde iba, con quién se juntaba, qué pasaba, con quién tenía relaciones sexuales; una cosa muy detallada y obsesiva. Ahí aparecen palabras en español, típicamente argentinas, pero todo el diario está escrito en polaco. Hay algo de cómo la lengua, el idioma, condiciona el sentimiento de pertenencia. El sabía español, pero no escribía en español. Y sin embargo sentía algo argentino. Es uno de esos autores que –para ponerlo en términos de George Steiner y la extraterritorialidad– están un poco fuera de lugar donde sea que estén. Gombrowicz era un autor polaco que vivió muchos años en Argentina, pero que a la vez no se sentía demasiado polaco ni demasiado argentino.”

¿Esta incomodidad como autor se traslada también al hecho de que no se sabe muy bien qué hacer con Gombrowicz en la literatura argentina? “Hay algo de eso –admite Hochman–. Gombrowicz no dejó herederos literarios, dejó algunos lectores, pero no hay autores que escriban como Gombrowicz o que hayan seguido por esa línea. Hay gente que lo leyó, que lo cita, que hace paráfrasis. En el caso de Borges, hay quince millones de personas que escriben como Borges, que toman los temas de Borges, que siguen esa tradición. En Gombrowicz es muy difícil que eso ocurra, aunque fue un precursor que abrió algo que estaba cerrado, que mostró que era posible faltarle el respeto a ciertas formas, a ciertos cánones. En Argentina quien tal vez más se acerca es Germán García; él abiertamente habla de la deuda que tiene con Gombrowicz y cómo lo influyó.”

El congreso surge para reflexionar sobre un escritor que fue “tan vanguardista, tan diferente, que movilizó tantas cosas a nivel literario, a nivel estilístico, y cómo no tiene acá el reconocimiento no digo que se merece –porque me parece que en la literatura las cosas no pasan por el merecimiento–, pero resulta muy sintomático que Gombrowicz hablaba para los jóvenes, para las generaciones venideras, para un lector a futuro y no para un lector de la aristocracia, sino que quería llegar al pueblo, aunque su discurso no fuera populista ni mucho menos”. Lo paradójico, agrega Hochman, es que los lectores de Gombrowicz en Argentina son escritores, dramaturgos, académicos, intelectuales, no el público lector que él imaginaba y para el cual escribía.

Una contradicción andante

El objetivo principal es difundir la obra de Gombrowicz (1904-1969). “Que los que ya lo conocen lo puedan leer de nuevo, que los que no oyeron hablar de él lo conozcan y tengan la posibilidad de leerlo”, plantea el organizador. “Muchos lo conocen como personaje porque era recontra pintoresco, pero no lo leyeron; algo que pasa mucho en la literatura con ciertos autores. Es un escritor tan particular, con un estilo tan propio, que dice cosas tan interesantes, que es tan provocador y crítico que por qué perdérselo. Queremos recuperar la cosa crítica y revulsiva de Gombrowicz y ver qué se puede hacer con eso.”

Cuesta trazar la línea que separa al personaje del escritor que llegó a Buenos Aires en 1939. Cuando los nazis ocuparon Polonia y empezó la Segunda Guerra Mundial, decidió permanecer en el país y consiguió un empleo en la sucursal argentina del Banco Polaco. “El mismo en su ficción se construye como personaje. Los personajes de Gombrowicz se llaman Gombrowicz y actúan como Gombrowicz. El hacía todo lo posible por caer mal, en parte era muy consciente, una estrategia elaborada de supervivencia, y en parte era inconsciente; en términos psicoanalíticos lo veo vinculado con el goce. El necesitaba confrontar, generarse enemigos permanentemente, tener problemas, sentirse un forastero y sentir que estaba incómodo y que estaba incomodando porque eso le servía como motor –explica Hochman–. Era un tipo que no paraba de quejarse; en las cartas y en los diarios se queja permanentemente de su pobreza, que no puede hacer nada, que no tiene un peso y vive en pensiones mugrientas. Y después cuenta que se va de vacaciones a Córdoba, a Piriápolis, a Goya, a Santiago del Estero, a Montevideo, a Tandil, a Mar del Plata. ¡Si no tenés un mango, no te vas de vacaciones! Ante todo era un ser contradictorio. Es imposible pensar a Gombrowicz si no es como una contradicción andante. El se presentó en la sociedad argentina como un conde de sangre azul, pero no era un conde. En realidad la familia materna era de cierta nobleza terrateniente. Los padres eran estancieros, pero no eran los Anchorena de Polonia. Por otro lado, en lugar de ir a los salones literarios, en vez de ceder y agacharse ante Victoria Ocampo, iba a buscar sexo a Retiro a los baños públicos; se encontraba con marineros, con mozos, con putas, se juntaba con las clases bajas.”

Matar a Borges

Al poco tiempo de llegar a Buenos Aires, Gombrowicz le escribió una carta a la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en la que pedía que le financiaran la traducción de Ferdydurke. “Entre otras cosas cuenta quién es, de dónde viene y en una parte dice que seguramente Jorge Luis Borges podría dar referencias acerca de la importancia de su obra en Polonia porque ‘él me conoce muy bien’. Eso era mentira: Borges lo destetaba. Gombrowicz nunca estuvo dispuesto a ceder ante el grupo Sur, nunca quiso ser el segundo ni crecer bajo la sombra de Borges. El necesitaba estar en contra, provocar y el grupo Sur fue su némesis, cosa que no fue al revés. Para el grupo Sur Gombrowicz no importaba”, advierte Hochman. El 8 de abril de 1963 el escritor polaco se fue de Buenos Aires en un barco hacia Berlín por una beca de la Fundación Ford. Desde el barco, mientras se despedía de sus amigos argentinos, habría sentenciado: “¡Maten a Borges!”. La frase es muy “significativa” para Hochman. “Gombrowicz entendió qué estaba pasando en la literatura argentina antes que todos, y que había que matar a Borges para poder escribir. Creo que eso es lo que Ricardo Piglia rescata. Piglia es el primero en el ámbito académico en darle un lugar a Gombrowicz, en plantear que hay dos padres de la patria literaria, que la literatura Argentina del siglo XX pasa por Borges y Gombrowicz. Que es darle para mí un estatuto que no tiene. Me encantaría que fuera así, pero me parece que no tiene ese estatuto. Lo que hace Piglia es posicionarlo. A partir del congreso se van a abrir puertas editoriales. Estoy convencido de que los mercados literarios se construyen. Si este encuentro puede ayudar a generar un público que quiera comprar los libros, será más fácil conseguir que se reedite toda la obra de Gombrowicz.”

Q Todas las actividades tienen entrada gratuita y no requieren inscripción. La programación detallada se puede consultar en: http://www.congresogombrowicz.com

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