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Sábado, 14 de febrero de 2015
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Fan art de Mazinger Z en las Jornadas del Manga y el Animé

Aquel robot de los recuerdos

El dibujante Carlos Aón trajo de su memoria la serie japonesa y eso generó una fiebre de ilustraciones y datos en un grupo de Facebook. Ahora, con la ayuda de su colega Paula Andrade, esas imágenes se expondrán el fin de semana en el Jardín Japonés.

Por Andrés Valenzuela
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Ni Aón ni Andrade son fanáticos de Mazinger Z, pero para ambos la serie tiene sabor a infancia.

“Ahora soy dibujante profesional y puedo hacerlo bien”, pensó Carlos Aón cuando bocetó uno de los robots de la ochentosísima serie Mazinger Z. De esa “revancha” personal, como él la llama, surgió el “Desafío Koji”, que convocó a más de ochenta dibujantes en un grupo de Facebook. Quienes fueron niños en esa época recordarán al robot gigante, a su adlátere Afrodita (que disparaba sus tetas como misiles), al sempiterno enemigo, el Barón Ashler (con un rostro mitad hombre, mitad mujer) y una retahíla de robots a cual más bizarro. Ese recuerdo que se transformó en fiebre de dibujo por dos días ahora se expondrá en el Jardín Japonés. Será hoy y mañana, como parte de las actividades de las Jornadas del Manga y el Animé, que se realizan desde hace quince años gracias al entusiasmo casi militante de los viejos integrantes de un club de fans de una serie japonesa, hoy devenidos en festivaleros consumados, pero todavía ad honorem. Por el nivel de los dibujos, la exposición del Desafío Koji destacará particularmente en el tradicional encuentro de “otakus”. Aón, dibujante e impulsor de la movida, y su colega Paula Andrade, editora de Psycopomp y nexo indispensable para llevar el proyecto a las paredes, dialogaron con Página/12 sobre la experiencia, los recuerdos de infancia y la moda de los homenajes online.

–¿Cómo arrancó el Desafío Koji?

Carlos Aón: –Fue una cosa medio espontánea. No soy fanático de Mazinger, pero de chico me gustaba y quise dibujar uno de los monstruos. La gente se empezó a copar y alguno pidió que hiciera todos los robots. Pero para mí ya estaba, me había sacado las ganas. Entonces Leo Sandler, un dibujante amigo, me propuso que convocara a otros. ¡Yo ni sabía cuántos robots eran! Pensé que serían diez, hasta puse nombres repetidos. Lo improvisé en un día y de repente éramos como ochenta, porque investigando resultó que eran como 100 robots, muchos que ni sabía que existían.

Paula Andrade: –Fue muy gracioso, esa noche uno veía cómo subían los dibujos de robots a cada rato, todo el tiempo.

–¿Usted sí era fanática de la serie?

P. A.: –Tengo una tortuga, que todavía está viva y es gigante, ¡que se llama Mazinger! Y me gustan las series viejas de animé, me crié con eso. Vi la serie de chiquita, pero me quedó el buen recuerdo.

C. A.: –Pero, ¿seguiste viéndola? Porque yo volví a ver un capítulo y...

P. A.: –Nooo...

–¿Cómo fue esa experiencia?

C. A.: –No me gustó, me aburrí muchísimo. No me dio nostalgia ni nada, pero le pongo un manto de piedad porque me gustaba cuando era chico. Y si te gustaba cuando eras chico, funcionaba, significa que tenía algo que estaba bien hecho. De todas formas, cada uno se lo tomó de forma diferente, personal.

P. A.: –Es que aparte salieron súper fans. Tipos que se daban cuenta de que tal robot aparecía dos veces porque en una traducción le pusieron al mismo robot un nombre y otro en otra. Y pasaban listas de robots que no sé dónde salieron. Recuerdo que a mí me gustaba mucho el ending, porque se veía el robot con los cablecitos, y es lo que más me quedó en la cabeza. Lo mostraban por dentro y me parecía genial.

C. A.: –Después, yo me puse a buscar robots y me desayuné de que fueron un montón. Pero fueron dos días muy divertidos y encima queda el gusto de que quedó una muestra buenísima, de muy buen nivel. Además no son todos dibujantes. Mi hermano se copó y él es veterinario.

–¿Por qué resultó tan accesible?

P. A.: –Me parece que tiene diseños muy copados para lo limitado que es. Son diseños súper simples, con muy buena paleta de colores, de cosas re bizarras. Y eso creo que sirvió para que se animara un montón de gente. No es que uno lo ve y dice “¿y esto cómo lo hago?”.

C. A.: –Claro, está al alcance de cualquiera que quiera participar. Por eso llegó gente que no es dibujante y quedó bien igual. Son sencillos, pero pregnantes, funcionan. Es una de las cosas maravillosas de esto.

P. A.: –Al dibujar, normalmente te planteás cómo hacer la parte de donde dispara el robot. Acá no hace falta, ¡Mazinger te va a disparar un brazo!

–En el grupo se charlaban mucho ciertas características de la serie.

C. A.: –Tenía algunas cosas, como Afrodita disparando las tetas. O el Barón Ashler, que es mitad hombre, mitad mujer. A mí me quedó que en un capítulo a Mazinger lo destruía, cosas muy fuertes para un chico, muy terribles, con esa faceta medio perversa japonesa. Era impactante. Encima era una de las primeras series para nuestra generación.

P. A.: –Yo lo consumí tanto que lo veía súper natural. La vi a los 4 años.

–En Internet, y en Facebook en particular, abundan los homenajes a diferentes iconos de la cultura pop. Sobre todo entre los dibujantes. ¿A qué lo atribuyen?

C. A.: –Creo que es un punto en común. Hay toda una generación que, en este caso, vio Mazinger. Este fue mi primer fan art y pegó.

P. A.: –Es algo conocido para el que está mirando. El que no dibuja reconoce al personaje, y el fanatismo supone una bizarra conexión emocional con eso que se mira. Por eso el fan art se usa tanto para hacerse conocer, ya sabés que todos los que consumen eso lo van a ver. En las jornadas son todos fans del animé, hay charlas de historia del animé. Y te van a saber decir de qué capítulo es cada robot. Eso hace que lo quieran ver más. Pero en Internet la moda ya satura un poco, más cuando es algo de moda ahora, una peli nueva y todos suben algún dibujo.

C. A.: –Mazinger pegó porque era un personaje medio olvidado. Era algo que teníamos guardado en la infancia y no había nada de eso ahora.

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