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Viernes, 27 de marzo de 2015
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TERESA PARODI, ALBERTO SILEONI Y LA RED FEDERAL DE POESIA

“El país necesita ingenieros, pero también necesita poetas”

La ministra de Cultura y el ministro de Educación no pueden ni quieren esconder su entusiasmo por lo que se presentará hoy en Tecnópolis, en el primer Festival de Poesía. “Hacemos lo que hacen los buenos docentes: confiar en los alumnos”, dicen.

Por Karina Micheletto
“Que la poesía se lea en la escuela no sólo para analizarla en métrica y ritmo. Que se lea porque se ama la poesía.”
Imagen: Joaquín Salguero.

“¿Te das cuenta de que estamos hablando de poesía?”, irrumpe Teresa Parodi, en medio de una conversación de trasfondo político. “Estamos hablando de políticas de Estado, y hablamos de poesía”, cae en la cuenta la correntina y la cara se le ilumina. La ministra de Cultura de la Nación se dirige a su par de Educación, Alberto Sileoni. “Estamos hablando de poesía como una apuesta de la política. Esto es lo extraordinario”, concluye, con una sonrisa. Juntos, los ministros hablan de la Red Federal de Poesía, que hoy presentarán en el marco del primer festival dedicado a este género, en el Encuentro Federal de la Palabra (ver aparte). Hablan de las segundas Jornadas de Poesía en la Escuela, que reúnen a educadores y bibliotecarios para pensar cómo acercar la poesía a jóvenes y chicos en contextos diversos. Y hablan también de lo que en las escuelas se conoce como “caja Juan Gelman”, una colección de poesía única en su tipo, que se entregó a escuelas secundarias de gestión estatal e institutos superiores de formación docente de todo el país. Con ochenta títulos que cubren todas las formas y orígenes de la poesía (ver aparte), la Colección Juan Gelman significó la edición de cerca de un millón de libros de poesía (las tiradas fueron de 12 mil ejemplares por título), con una inversión de 70 millones de pesos por parte del Estado nacional, para que lleguen en forma gratuita a los jóvenes y futuros docentes de todo el país. Un auspicioso record, tratándose de poesía.

“Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras”, cita Parodi a Neruda, en el entusiasmo compartido por lo que está ocurriendo en el Encuentro de la Palabra: “Cuando esa palabra es protagonista, cuando la lleva el pueblo adelante, en la construcción de su propio ser, es cuando tiene un significado determinante. Yo participé en el primer encuentro como artista y ya entonces me había llamado poderosamente la atención el sentido con que lo hicieron. Ahí aparece claro el rol de la palabra en la conformación del pensamiento y su significado primero y último para constituirnos en una comunidad que siente y vibra con determinadas formas y conceptos.”

“También le adjudicamos un valor al lugar: Tecnópolis es una construcción que, cada vez más, le pertenece a la gente”, advierte Sileoni. “Desde que abrió hemos traído más de 500 mil pibes, muchos de los cuales no conocían ni la capital de su provincia. Su carácter de federal, de democrático, de abierto a todos, de gratuito, también hace que esa palabra circule. Porque podría plantearse una palabra reservada para pocos, como aquella biblioteca de El nombre de la rosa, de Eco, aquella discusión entre el Medioevo y la modernidad. Los gobiernos populares, con todos los defectos que podemos tener, trabajamos para poner la palabra a disposición de la gente. Y sin ahorrar complejidades. No se ofrece algo precocido, para que el otro no tenga demasiada dificultad en comprender. Es una propuesta compleja, amplia. Me parece que hacemos lo que hacen los buenos docentes: confiar en los alumnos. Y lo que hacen los gobiernos populares es confiar en la gente”, define.

–¿Por qué el Estado debe ocuparse de la poesía?

Teresa Parodi: –El Estado debe garantizar la posibilidad de acceder al conocimiento absolutamente a todos. Y debe equilibrar, allí donde, por ejemplo, hay un género como la poesía que hoy no se está editando. Pero sí se está viviendo, porque la cultura, m’hija, es un hecho vivo: lo mire o no lo mire el Estado, va a seguir adelante; lo mire o no lo mire el mercado, va a seguir adelante. Pero allí donde el mercado no mira, ahí está el Estado, iluminando y potenciando. Y hoy el Estado está garantizando que la poesía llegue a las escuelas del país, con un millón de libros. Está convocando a los colectivos que trabajan con la poesía, en todo el país, a través de la Red de Poesía. Está mostrando que es erróneo este concepto de que la poesía no interesa, que nadie se sienta a leer poesía, a disfrutar de esa musicalidad que tiene la palabra en la poesía. Está ayudando a formar público leyendo, a que tengamos necesidad de leer a otros poetas y aprender desde ese lugar el uso del lenguaje, de las formas más inesperadas y asombrosas, que es lo que hace la poesía. ¡Esto lo está haciendo el Estado nacional, como una política de Estado! Es una aspiración de máxima.

Alberto Sileoni: –Hoy una edición de poesía tiene 500 ejemplares; la librería te devuelve la mitad. La tenés que ir vendiendo vos, mano a mano. Que el Estado haya invertido en un millón de libros de poesía (y en 80 millones de libros repartidos desde 2003) no es sólo una apuesta por fortalecer la industria editorial. Es pensar en la posibilidad de la transmisión de una pasión. Que la poesía se lea en la escuela, no sólo para diseccionarla, analizarla en métrica y ritmo. Que se lea porque se ama la poesía. Del mismo modo que pasan cosas emocionantes en materia cultural, en cualquier rincón del país, pasan cosas muy importantes en cualquier escuela. Hay profes, maestras, que ponen empeño, energía, pasión al hacer que sus alumnos lean y escriban. Esta Red de Poesía también tiene su aspecto escolar, el poder sistematizar y subir lo que vos hacés, también desde cualquier escuela. El Estado trabaja para que la poesía no sea un género para pocos, para que esté al alcance de la mano.

–Habla de transmitir una pasión y nadie puede transmitir una pasión que no tiene para sí. ¿Cómo se aborda este tema desde la formación docente?

A. S.: –Estamos en un programa de formación docente muy ambicioso, Nuestra Escuela: la Presidenta lo mencionó el 1º de marzo con orgullo, lo cual nos llenó también de orgullo a todos. Queremos llegar al millón de docentes con una oferta bien amplia de posibilidades. Entre ellas, la literatura, la poesía, pensando en esta transmisión, en hacer que los chicos produzcan, en trasmitir pasiones. Eso está presente.

–Es lo que suele mencionarse como una carencia en la formación.

A. S.: –Y también tiene su complejidad, que hemos aprendido en este tiempo. Antes nosotros, no digo que pensábamos que cuando los libros llegaban a la escuela ya estaba todo definido, pero pensábamos que llegaban y ése era un momento muy significativo. Aprendimos que no sólo tienen que llegar: tienen que salir de las cajas, tienen que circular. Entonces la tarea del ministerio no es sólo la de elegirlos, comprarlos transparentemente y distribuirlos. Es complejo, no es soplar y hacer botellas. Recibimos agradecimientos de docentes que nos ponen la piel de gallina, y descontamos que hay una cantidad de docentes que aun con un pequeño libro hacen maravillas. Pero falta. Se ha producido un fenómeno distinto, que es que el libro circula más en la escuela. Antes el libro estaba muy adentro de la caja, y yo quiero pensar que es porque había pocas oportunidades de que lleguen más libros. Cuando ahora las escuelas advierten que es una circulación que vuelve, la biblioteca es un lugar más vivo en la escuela. Pero bueno, hay que construir esa pasión. También la construís abriendo en la biblioteca una colección linda, de buenos libros, bien editados. Es un proceso. En eso estamos.

–Se suele insistir con la idea de que la batalla es cultural. ¿Qué consideran que se ganó y qué no se alcanzó en esa batalla?

A. S.: –En estos años ha habido un trabajo de todos los movimientos populares y democráticos, de develar, sacar velos: ésa es la gran conquista cultural. La Presidenta lo dice con claridad: la primera derrota es cultural. Mucho antes que una derrota económica, primero te quiebran de la cabeza, te hacen pensar que no podés, que todo lo propio está mal, que lo tuyo es lo limitado, lo mutilado. En la Argentina en una época pensábamos que no podíamos hacer sillas, como nos decía aquella propaganda ominosa de la dictadura. No sólo pudimos hacer sillas, sino que pudimos mandar satélites al espacio exterior. Ahí también hay una tarea que tiene que ver con un pensamiento nacional de recuperar la autoestima, la verdad histórica. El pensamiento nacional tiene historicidad: se une con otras luchas pasadas. Que es lo que la derecha en general trata de ocultar, para la derecha el mundo empezó ayer. Esa es otra conquista. Y eso es lo que se está discutiendo hoy, de cara al 11 de diciembre: la posibilidad de un proyecto político complejo, con errores, pero pensando nacionalmente, o el “andá a lo de Griesa y hacé lo que te digan”, expresión que no invento para esta ocasión. Esto no está cerrado, es una construcción en proceso; se puede volver para atrás, claro, y hay dolorosos procesos de retracción.

T. P.: –Está clarísimo que hay dos modelos en pugna y yo siento que la gente lo ha comprendido. Se trató de instalar ese discurso globalizado, que daba por terminadas las ideologías, quisieron convencernos de que había una sola manera de pensar el mundo. ¿Qué hicieron los países que tienen historia? Se aferraron a su cultura. Se dieron vuelta para mirarse a sí mismos. Tardaron en reaccionar, porque el avance fue feroz. Pero en América se están dando muy claramente estas determinaciones de los movimientos populares, que se animan a decir que no. Esa es la profunda batalla cultural: qué país queremos ser. De dónde venimos nos permite también saber a dónde queremos ir. No ha sido fácil, desaparecieron una generación entera. Mi abuela Emilia, que era muy sabia, me dio una lección grande. Mi madre me hablaba mucho de la patria, porque era maestra. Y yo le pregunté a la abuela: ¿qué es la patria? Ella me explicó: los juguetes. Tu patio. Tus hermanos. Tú mamá, tu papá, tu abuela. La calle donde jugás. Los vecinos. Yo de golpe sentí que la patria estaba cerca. Que la podía tocar. Hoy sentimos eso: si la patria es el otro, el otro esta acá, lo puedo tocar. Puedo reconocerme en otros. Ese es el cambio cultural.

–Usted fue la anteúltima ministra nombrada por este gobierno. Cuando termine su gestión, ¿qué va a entregar a su sucesor como un logro y qué va a decirle que no pudo hacer?

T. P.: –A mí me tocó una tarea distinta, me tocó hacer un ministerio. Un ministerio implica otro diagrama, que creo que tenemos ya afirmado, dividido en sus áreas; ése fue un trabajo de transformación difícil, un desafío hermoso, porque era algo que ya existía, pero que no llegaba a ser un ministerio. Y al mismo tiempo había que gestionar. Tomar lo que se venía haciendo, no detenerlo, y mientras tanto armar de otra manera distintas áreas de trabajo. Eso fue muy fascinante y creo que le vamos a poder entregar al que venga el ministerio ya concebido y bien plantado, con herramientas y con programas de los que se venían haciendo y de los que nosotros incorporamos, hermosos. Creo también que pudimos visibilizar todo un quehacer cultural, asumiendo ese rol del Estado. Y que pudimos ser un ministerio casi itinerante, que va a buscar a los lugares donde el pueblo está haciendo su cultura, potenciar eso, dar herramientas para que sea visible. El resultado no lo vamos a ver nosotros, pero pensamos que el próximo ministro o ministra va a tener la posibilidad de profundizar ahí.

–¿Cuál sería el mejor resultado que imaginan con esta política de fomento a la poesía?

A. S.: –Que esta red de poesía se consolide, que esas luchas solitarias que daban algunos y algunas en las escuelas tengan un acompañamiento del Estado. Que nunca ningún docente sienta que está solo en esta pelea, y mucho menos que lo que hace es en vano. Imagino un destino feliz para estos libros, pienso en centenares de aulas donde sean leídos, no necesariamente con un maestro o un profesor leyéndoles a los alumnos, sino todos leyendo, descubriendo. Imagino libros que circulen de mano en mano, que se comenten, que se usen, que se expriman hasta la última letra. Y que despierten vocaciones. Tenemos un programa muy ambicioso, que anunció la Presidenta, de formación de ingenieros, porque estratégicamente el país necesita ingenieros. Pero también necesita poetas.

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