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Miércoles, 13 de julio de 2016
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Una movida popular en defensa del corazón del tango, la milonga

Para proteger el patrimonio inmaterial

Más de 300 personas se reunieron frente a la Legislatura porteña a bailar tangos y milongas para reclamar la aprobación de una ley de fomento a la actividad, en cuyo proyecto está trabajando la Asociación de Organizadores de Milongas junto a la edil local Andrea Conde.

Por Andrés Valenzuela
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“Las políticas que se vienen implementando no ayudan”, advierten los milongueros ante los tarifazos.

“Olelé, olalá, fomento a la milonga, cultura popular”: el cantito se repitió varias veces ya pasadas las cinco de la tarde. En la puerta de la Legislatura porteña (Perú al 100) más de 300 personas se reunieron ayer a la tarde a bailar tangos y milongas para reclamar la aprobación de una ley de fomento a la actividad, cuyo proyecto está trabajando la Asociación de Organizadores de Milongas junto con la edil local Andrea Conde (FPV/Nuevo Encuentro). La ocasión, además, sirvió para trazar un panorama rápido de la demografía y diversidad que animan el sector. Porque si a las 16, cuando estaba anunciado el inicio de la actividad, los milongueros más veteranos dominaban la vereda, ya fuera del horario laboral eran los jóvenes los que aguantaban la calle bailando contra el apuro de los oficinistas.

“Queremos una ley que acompañe el crecimiento de los organizadores de milongas, que permita mejorar los acuerdos con los artistas, los bailarines, los músicos y que proteja el patrimonio cultural de la ciudad de Buenos Aires”, pidió Julio Bassan, presidente de la AOM y responsable del Club Atlético Milonguero y de Tango Club. Y mientras el DJ Carlos Moreira –de Yira Yira– arremetía con la música, entre el público los carteles se multiplicaban. Algunos, locales, reclamaban que la ley considere a los espacios independientes y montados en espacios públicos. Otros traían el reconocimiento de milongueros del exterior: Estados Unidos, Brasil, España y Suecia, entre otros. “Queremos una ley de fomento al corazón del tango, que es la milonga”, explicó Bassan.

Los organizadores se enfrentan a las clausuras y al impacto que el tarifazo puede tener sobre los bailarines locales. En los últimos meses no pasa semana sin que se sepa de algún espacio clausurado, aunque sea brevemente y por algunas semanas. Y esto afecta tanto a espacios de larga data –la mítica Sunderland lo sufrió en 2015– como a rincones más descontracturados –Ventanita de arrabal– o hasta escuelas de mayor estructura, como DNI Tango. El tarifazo en los servicios de agua, luz y gas también toca a las milongas, sea indirectamente porque obliga a los espacios donde se desarrollan a aumentar el alquiler, sea porque aumentan sus costos de base. “Piden cosas imposibles para habilitarnos y se nos considera como si fuera cualquier otro espacio de baile, cuando en realidad la dinámica que tienen es otra, por eso pedimos una ley que contenga lo que hacemos, que nos cuide”, señaló a Página/12 Majo Marini, joven organizadora desde hace ocho años de la milonga La María, que también sufrió el celo de los inspectores porteños.

La ley que la AOM trabaja junto a Conde, en tanto, busca crear un registro de personas físicas y jurídicas que organicen milongas en la Ciudad para acceder a distintas exenciones impositivas, además de destinar algunas partidas presupuestarias a su financiamiento, incluidos los fondos provenientes de la Unesco por la declaración del tango como Patrimonio de la Humanidad.

Bruno Tombari y Rocío Lequio son bailarines profesionales, pero también dan clases y organizan su propia milonga, La Mandrilera, en el Teatro El Mandril. “Las políticas que se vienen implementando no ayudan”, advierte ella. “Piden permisos como si fuera un boliche cuando adentro pasa algo completamente diferente”, cuenta. Lo difícil, explica su compañero, es “aguantar la milonga todo el año”. En invierno, en temporada baja de turistas, más la época de exámenes de los milongueros más jóvenes y las gripes, la afluencia a las pistas naturalmente baja.

El contexto económico no ayuda, además. Mauricio Díaz es responsable de una milonga en Banfield. Espera que una ley en Buenos Aires inspire una equivalente a nivel nacional que pueda contener los espacios más allá de la órbita porteña y cuenta que tras seis meses de medidas económicas la cantidad de milongueros bajó. “El que salía cuatro veces por semana, capaz sale una”, asegura. Y en esos casos muchos bailarines del Conurbano optan por hacerse una escapada a Capital Federal.

Además, otras expresiones disputan algo de atención entre los organizadores de milongas. Desde la Práctica Patricios, ubicado en ese barrio sureño de la Ciudad, piden que la ley “reconozca a las milongas públicas”. Jean Paul, su organizador, pide que el gobierno porteño “proteja los espacios culturales libres y gratuitos, que fomente el tango como identidad nacional y lo promueva en barrios, clubes y escuelas”.

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