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Domingo, 21 de agosto de 2016
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ADRIAN RIEZNIK HABLA DE SU LIBRO ATLETISMO MENTAL

Con la magia de los números

El neurocientífico y mago escribió un compilado de técnicas para entrenar el cerebro y mejorar la memoria. “Disfrazado de espectáculo, incorporás en un montón de chicos conceptos abstractos que muchas veces se resisten a ver”, asegura.

Por Andrés Valenzuela
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Rieznik tiene su propio espectáculo en Tecnópolis, ahora bajo el nombre de Maratón mental.

Para empezar esta nota hay que remontarse casi tres años atrás. A comienzos de noviembre de 2013, el divulgador y matemático Adrián Paenza le preguntó al neurocientífico y mago (sí, mago) Andrés Rieznik si tenía escrito algo sobre las proezas de cálculo que hacía en público. Su amigo acababa de demostrar esa “magia matemática” ante el auditorio del Centro Cultural de la Villa 21, durante la presentación de uno de sus libros (Matemagia). Cuando Rieznik le confesó, como a otros que lo consultaban, que no, que no tenía nada propio, el columnista de Página/12 lo amonestó: “¡Entonces escribilo!”. El resultado de ese reclamo llegó recientemente a las librerías como Atletismo mental (Sudamericana), un compilado de “técnicas para entrenar el cerebro y mejorar la memoria”, pero también una reflexión ética y social de los usos del ilusionismo.

Más allá de lo aparentemente contradictorio del título del libro (y su llamativa tapa amarilla y magenta), conviene aclarar que el “atletismo mental” es realmente una disciplina competitiva. No tendrá rango olímpico ni se verá en el compilado con lo mejor de Río de Janeiro, pero tiene su propio circuito de torneos, sus categorías (memoria y cálculo, con sus variantes), sus exponentes destacados y sus cuitas internas, como cualquier espacio.

“Yo llegué primero a lo que sigo llamando matemagia”, explica Rieznik apenas se enciende el grabador. Cuenta que estudió magia desde muy chico, desde antes de saber que terminaría investigando el cerebro, y que durante mucho tiempo vivió semi profesionalmente del ilusionismo. Hasta que hace seis años vio a Arthur Benjamin, un colega norteamericano experto en juegos de cálculo mental. “Me puse a averiguar si alguien lo hacía en la Argentina y resultó que no sólo nadie lo hacía, sino que nadie lo hacía en Latinoamérica”. Rieznik pasó los siguientes meses estudiando y practicando, hasta que empezó a mechar algunos de esos “trucos” en sus shows. Y tuvo éxito. Tanto como para llegar con su propio espectáculo a Tecnópolis, donde aún sigue vigente, ahora bajo el nombre de Maratón mental. “Son juegos de números, con la idea de atraer y generar fascinación por el conocimiento científico a través del teatro, la magia. Me gusta el concepto del Caballo de Troya: disfrazado de espectáculo, incorporás en un montón de chicos conceptos abstractos que muchas veces se resisten a ver”.

En Atletismo mental, Rieznik insiste sobre varios ejes. El que recorre todo el libro, desde luego, es el técnico, los modos para memorizar y calcular a velocidades aparentemente imposibles. Pero también insiste sobre otros dos puntos: que aprender (atletismo mental o cualquier otra cosa) requiere un esfuerzo más allá de la aptitudes innatas, y que el conocimiento y su ejecución pública suponen ciertos límites éticos y responsabilidades. Con quienes se presentan como tocados por la suerte y aseguran no esforzarse en las cuentas, Rieznik no tiene piedad: “Son unos chantas”, sentencia.

“En la magia tenemos algo así como un juramento hipocrático. Al conocer las técnicas del engaño, tenemos algo así como un gran poder. Y un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Entendemos que las técnicas del engaño van a ser utilizadas para el asombro y la reflexión, pero no para la estafa”, plantea el neurocientífico-mago. “Dentro de la tradición mágica está la figura del escéptico, que trata de revelar los engaños de los charlatanes, y creo que el último reducto de los charlatanes es el atletismo mental”. Rieznik hace un recorrido por los casos más resonantes a nivel internacional: tipos que aseguran doblar cucharas con la mente o arreglar relojes a distancia (¡televisión mediante!), otros que aseguran tener el cerebro recableado para hacer cálculos insólitos. Todos bolazos, desmitifica el argentino. “Lo que pasa con el atletismo mental es que al ser técnicas que se trabajan con la cabeza, si vienen y te dicen que nunca entrenaron, es muy difícil demostrar que son chantas y que no lo hacen por sinestesia sino con esfuerzo mental”, alude a la ‘Calculadora Humana’ que supo entretener a los espectadores de Susana Giménez más de una tarde televisada. “Decir esto es la parte antipática de mi libro y mi discurso, pero es necesario porque creo que con su engaño hacen muy mal al mundo y pueden lastimar mucho socialmente”, advierte.

Como neurocientífico, considera “fundamental” entender por qué alguien puede memorizar el orden de un mazo de cartas en 27 segundos y asegura que tiene aplicaciones clínicas y educativas. “Vos hablás con profesores de todo el país y todos te dicen que la principal dificultad para el aprendizaje de la matemática básica para un niño es cuando se le mete en la cabeza que él no puede”, comenta. “Si sos un chico, un padre o un profesor, y ves a estos chantas diciendo que ellos nacieron para eso, vos tranquilamente podés inferir que si hay gente que nació para eso, vos no. Y eso hace que a muchos chicos se les refuerce la idea de que ellos no nacieron para eso. Por eso es un mensaje peligroso, porque le damos a la genética un papel mucho más importante que el que en verdad tiene para la adquisición de habilidades. Lo importante del aprendizaje es generar la disposición para esforzarse en aprender”.

En cuestiones clínicas, Rieznik previene contra la insistencia de estos inescrupulosos en presentarse como autistas “para que sea creíble su relato” y fustiga a Rainman. “Esa peli propagó un mito, pero nadie hace eso, seas autista o no. Si hacés algo extraordinario es porque te esforzaste para lograrlo”, señala. Estos relatos, advierte, pueden confundir el diagnóstico correcto. “Hay que ser honesto con los métodos. Podemos impresionar, divertir, lo que quieras, pero una cosa es lo que hacés arriba del escenario y otra lo que decís abajo”.

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