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Viernes, 7 de mayo de 2010
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El final de “Vitamina Potencia” en la nueva Fierro

Dos viejos titanes en el ring

Federico Reggiani (guión) y Angel Mosquito (dibujo) cuentan cómo concibieron la popular historia de dos veteranos luchadores de catch que, mientras deambulan por pueblos bonaerenses, recuerdan los tiempos dorados de su profesión.

Por Lautaro Ortiz
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“La idea surgió de una película de Karadagian”, confiesan Reggiani y Mosquito.

El capítulo final de la serie “Vitamina Potencia” –la historia de dos viejos luchadores de catch que, mientras deambulan por pueblos bonaerenses, recuerdan los tiempos dorados de su profesión– es sin duda uno de los puntos fuertes de la nueva edición de la revista Fierro, que mañana llegará a los kioscos junto con Página/12. La tapa –que tiene a Milton Kavadonga y El Lagartija Gómez en plena acrobacia sobre la lona– no sólo es un merecido reconocimiento a una de las series a las que mayor atención le prestaron los lectores de la revista durante casi un año. Es el premio al trabajo en equipo, raro asunto de la historieta actual, donde el peso del “autor integral” (todo en uno) ha dejado a las duplas con el entrecomillado: “Casos excepcionales”. Por eso encontrase a charlar con Federico Reggiani (guión) y Angel Mosquito (dibujo) es darle crédito a ese espacio creativo donde la amistad y el profesionalismo van de la mano. Participantes del colectivo Historietas Reales (que se puede ver en la web: historietasreales.wordpress.com), la dupla creó a “Vitamina Potencia” algunos años antes de la reaparición de Fierro: “Sí, mucho antes”, dice Reggiani: “Si no recuerdo mal, esta serie la empezamos a conversar a fines de los ’90. Escribí la primera versión hacia el 2000”. Y entonces Mosquito interviene con mayor precisión que el guionista: “Fue precisamente en 1999, me acuerdo porque la idea de armar una historieta con luchadores de catch surgió mientras miraba una película de Karadagian, joven, blanco y negro, en la que el tipo mata por accidente a otro luchador. No se había explotado mucho ese género de luchadores viejos. Pensamos, en aquellos años, en hacer la historia para que se pueda publicar de cualquier manera, por eso la idea de hacer historias cortas (tal como salió en Fierro). Como dato te cuento que los guiones están escritos hace diez años y los dibujos datan de 2001. Las restantes sesenta páginas se hicieron un mes antes de ser publicadas. ¿Se nota la diferencia?”

–Muchos lectores esperaban una historia de luchadores arriba del ring y no lo que ustedes propusieron: contar la vida íntima de los personajes. ¿Cómo nació esa idea?

R.: –Mosquito es el que tiene ideas. Como decía un gangster en un dibujito de Bugs Bunny, “yo sólo sé matar”. Pero sin dudas, lo que nos interesaba era contar la vida de dos tipos que han sido famosos y ahora apenas subsisten. Pensá que el “ahora” de la historia son los ’90, el menemismo: una época en que se empezó a popularizar el asqueroso concepto de loser.

M.: –Además, hacer una historieta donde dos tipos viejos hacen tomas de catch es lo más aburrido del mundo, para nosotros y para el lector. La idea era contar estas miniaventuras de dos cincuentones que comen bife con huevo frito y, si hay que agarrarse a piñas, se agarran, porque son luchadores de catch pero saben pelear de verdad.

–Gráficamente, ¿qué aspectos tomaron de la estética del catch nacional en esta historia?

M.: –Miré mucho el álbum de figuritas de Titanes en el ring y recordé los años en los que veía ese programa como si fuera lo más importante del mundo. Eso me habrá inspirado un poco el tema de los trajes, pero tampoco es una gran cuestión. Después, gráficamente, había que resolver el tema de las tomas, para que no se repitieran siempre las mismas, así que me compré un libro sobre la historia del catch, cuyo autor, Pablo Gorlero, merece una mención porque me copié muchas de las tomas que aparecen en el libro y también supimos así los nombres técnicos.

–La serie tiene, narrativamente, una idea a lo Cervantes en su estructura: muchas historias breves dentro de la historia eje.

R.: –Sin dudas, el núcleo de ese mecanismo está ahí, claro. El personaje doble (¡que te permite hacer que conversen!), los puntos de reunión. Lo más novedoso (novedoso respecto del siglo XVII) es el ir y venir en el tiempo. Es complicado, pero muy divertido, tener un grupo grande de personajes. Podés tener muchas más situaciones, te aburrís menos y podés meter cualquier historia: siempre vas a encontrar algún personaje que la vehiculice. Y te permite escapar a un riesgo, que es el riesgo del héroe, que se te convierte en algo muy fácil. Pero además está la influencia de los hermanos Hernández, tanto Jaime como Beto (dos dibujantes de la historieta “post underground” yankie). Vos lees “Palomar”, de Beto Hernández, y ves que construye una especie de novela contando a veces largas historias, pero a veces pequeñísimas anécdotas de una página.

–¿Cuáles fueron las dificultades mayores en cuanto al dibujo?

M.: –La verdad, además de las dificultades de la vida cotidiana de una persona de 33 años con una vida compleja, no tuve más dificultades que ver algunas fotos de tomas de catch y tratar de que el personaje de los ’70 sea el mismo de los ’90 pero más joven y se entendiera. Ah, sí, en realidad el problema, que no se si resolví, fue dibujar a Lucía y dar a entender que es ciega. La mitad de los lectores con los que hablé lo entendió perfectamente y la otra mitad, no.

–¿“Vitamina” es un proyecto concluido o continuará?

R: –Continúa hasta el fin de los tiempos... Me encantan esos planes infinitos. En realidad, es una historia de personajes: no hay razón para que termine nunca: no hay una trama que cerrar, un asesino que descubrir ni nada de eso. Siempre se puede avanzar hacia el futuro (obvio) y también “avanzar hacia el pasado”. A mí me encantaría sacar un librito por año y tener en 10 o 15 años una colección como la de Tintín. Hay algunas líneas bocetadas para continuar: el romance entre Milton y Lucía, el reencuentro con el hijo de Milton... La que más me gusta es una historieta sindical, un libro entero en los ’70.

–¿En qué se diferencia el trabajo de “Vitamina Potencia” con otras series en las que han trabajado juntos?

R.: –Que en “Vitamina”, al ser una historia más grande, con muchos personajes y situaciones, tuvimos que tener más control. Tengo fichas de personajes, una línea de tiempo, cierta planificación: cosas que me fastidian infinitamente, pero que en este caso eran imprescindibles. Y que te permiten algo que está bueno, que es obedecer a Borges, que se burlaba de las historias que “no están imaginadas del todo”. Creo que “Vitamina” está muy imaginada: sabemos de los personajes mucho más de lo que decimos.

–¿En que están trabajando ahora?

M: –En una nueva serie para la Fierro, de temática suburba-no-apocalíptica-futurista, llamada “Tristeza”.

R: –Lo que contamos es que hubo una epidemia que se cargó al 90 por ciento de la población mundial. Esperamos que sirva como un manual de supervivencia para los que sobrevivan al fin del mundo en el conurbano.

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