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Martes, 29 de junio de 2010
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Nuevas aventuras para el más clásico de los cuadritos argentinos

El Eternauta no se rinde

El perro llamador, de la que participa el dibujante original Francisco Solano López, ubica a Juan Salvo en un mundo recóndito poblado sólo por niños que habitan en cavernas y son absorbidos por una entidad de oscuras intenciones.

Por Andrés Valenzuela
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Pasaron más de cincuenta años y Juan Salvo sigue llevando en sus ojos un cansancio de eones. Sigue haciendo rancho con los desfavorecidos y peleando por mejorar su rincón del cosmos. Cinco décadas más tarde, El Eternauta persiste en su periplo y suma ahora una nueva aventura a la biblioteca: El perro llamador, editada por Historietas Argentinas dentro de la colección Universo Eternauta. De la nueva historia participa el dibujante Francisco Solano López –cocreador del personaje– como director de la colección y con los lápices en el primer capítulo. El guión es de Sergio Kern y un puñado de dibujantes talentosos se reparten las páginas.

En la génesis misma del personaje estaba la posibilidad de que viviera nuevas aventuras allende la Tierra. Al cabo, el viajero de la eternidad relataba su experiencia en la Buenos Aires nevada tras haber peregrinado por el cosmos durante años. Héctor Germán Oesterheld, guionista original del personaje, había creado el concepto inicial con inteligencia. De no haber sido secuestrado por la última dictadura militar, seguramente habría hecho vivir decenas de aventuras a los protagonistas. El perro llamador narra una de esas tantas peripecias posibles.

La auténtica complejidad, cuando se trabaja sobre un personaje icónico, no reside en encontrar aquello que pone en marcha la aventura, sino en contar un relato que calce a la perfección con su figura y resulte, a la vez, completamente nuevo. Kern lo consigue. Por un lado, porque su narrativa es bien moderna y contemporánea. Pese al tiempo transcurrido, esto es fiel a la obra original, que justamente vino a modernizar la historieta de aventuras en la Argentina. Por otro lado, porque mantiene la figura de un Juan Salvo fiel a sus convicciones, siempre dispuesto a indignarse ante cada atrocidad que se comete en el cosmos y a actuar en consecuencia. Para ello, el guionista sitúa la acción en un mundo recóndito poblado sólo por niños que habitan en cavernas y son absorbidos por una entidad de oscuras intenciones.

El dibujo sigue la línea del original, y aunque cada capítulo de la historia está trabajado por un artista distinto, todos concurren en el estilo más clásico y académico de la historieta argentina. El primero de ellos es el propio Solano López, pues el capítulo 1 fue dibujado originalmente hace más de veinte años. Pero también participan Salvador Sanz (crédito de la revista Fierro, antes con Nocturno y desde el último número con Angela della Morte), Cristian Mallea (quien narra con intensidad una particular escena de acción) y Enrique Santana (quien muestra los trazos más estilizados del grupo). Además de la historia central que da título al libro, el tomo trae otros dos pequeños relatos, como si de “cuentos gráficos” se trataran. El primero narra un hipotético encuentro entre Juan Salvo y otro personaje mítico de la “era Columba” de la historieta argentina: Gilgamesh, el inmortal. Con guión de Toni Torres y dibujos de Sergio Mulko, funciona como un guiño nostálgico a los fans de otrora.

El segundo de estos “cuentos” es una auténtica joyita. “La balada de los gurbos” explica cómo los temibles Ellos conquistaron el planeta de esos seres gigantes que en El Eternauta destrozaban los edificios porteños a su paso. También propone una interesante hipótesis sobre su sociedad. El guión corre por cuenta de un inspirado Mauro Mantella y los dibujos van a dos manos, plantados en la página por Ariel Rodríguez Migueres y entintados por un potentísimo Quique Alcatena. El tándem consigue en pocas páginas una historia emotiva y de gran belleza, que queda en segundo plano sólo por formar parte de un libro cuya historia central transcurre por otros carriles. Porque el libro en su conjunto constituye –por fidelidad y calidad– una digna continuación de la leyenda de un personaje central de la historieta argentina, y ratifica la vigencia de los ideales de El Eternauta.

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