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Jueves, 19 de agosto de 2010
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La legendaria revista Hortensia tiene ahora una hemeroteca digital

No, si vuá’ ser una computadora...

Desde Córdoba, su primer número vendió sólo dos mil ejemplares: poco después era un símbolo de la historieta nacional. Mariano, hijo del Gordo Cognigni, se unió al publicista Ricardo Nates para subir a la web el material, de una actualidad asombrosa.

Por Andrés Valenzuela
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A comienzos de los ’70, Alberto Cognigni logró lo que hasta entonces ninguna publicación del interior: conquistó Buenos Aires con una revista de humor gráfico. Lo hizo, además, del modo que menos imaginaban sus coterráneos: siendo bien cordobesa. Se llamaba Hortensia, y si hoy en los trenes del conurbano se venden CD con “lo mejor del humor cordobés”, es porque en 1971 el Gordo Cognigni reunió un seleccionado de humoristas que incluía entre otros a Hermenegildo Sábat, Crist, Caloi y un muchacho rosarino talentoso, pero por entonces medio ignoto, que con el tiempo alcanzaría un lugar destacado de la escena nacional: un tal Roberto Fontanarrosa.

La troupe llevó el habla popular cordobesa por todo el país con viñetas, cuentos y hasta publicidades ilustradas por los propios humoristas. El primer número, cuentan, tuvo una tirada modesta: 2000 ejemplares. Casi nada, según los parámetros de la época. Pero pronto superó los 100.000 y les peleó los primeros puestos de preferencia a las publicaciones porteñas. Hortensia vivió en los kioscos 19 años. Ahora, Internet mediante, puede vivir otros tantos. Es que Mariano Cognigni –hijo del creador de la revista– se unió a Ricardo Nates –publicista y admirador del material– para digitalizar todo el archivo de la publicación. Una suerte de hemeroteca virtual que se actualiza como el original –cada quince días– y que puede leerse en http://www.hortensia.com.ar.

“Acompañé a un amigo a la presentación de un libro y allí estaba Mariano..., yo conocía el trabajo de su padre, pero me sorprendió que entre aplausos la gente le agradecía por la revista, así que le propuse hacer un sitio web”, relata Nates. Teléfono por medio, Cognigni asiente: “Era una deuda cultural que teníamos con la provincia”, afirma. “Durante años nos reclamaron la revista, nos pedían ejemplares prestados, nos paraban en la calle, se lamentaba su desaparición.”

Con el proyecto en marcha, Cognigni le pasó su colección a Nates, quien alquiló “un scanner bien grande” y se pasó un verano digitalizando todo el material con una asistente. Montaron el sitio web y, antes de lanzarlo, la noticia se filtró y todo estalló. “Les mandé la dirección a unos amigos para que me hicieran sus críticas y nos dieran consejos, y a algunos se les escapó el dedo”, cuenta Cognigni. Pero rápidamente reconoce que “ni planeándola” la movida les hubiese salido tan bien. A la semana tenían 100.000 visitas y, cuando presentaron el sitio en el Cabildo de la ciudad de Córdoba, abarrotaron la sala.

Al día de hoy superaron los dos millones de visitas pero, insólitamente, durante largo rato les costó conseguir publicidad para sostener el proyecto. “Es que la gente en los puestos gerenciales de marketing es muy joven y no conoce la publicación original”, lamenta Nates, quien conoce bien el paño, antes de señalar que se convirtieron en el primer sitio web en contar con un auspicio del Ejecutivo cordobés.

Cognigni padre, creador de la revista, murió en 1983. Su creación lo sobrevivió siete años. “A mi viejo esta reencarnación como hemeroteca digital le hubiese encantado”, reflexiona su hijo. “El siempre donaba ejemplares a las bibliotecas públicas, fue cooperativista y trabajó en ese ambiente mucho tiempo, así que la idea de que el material estuviera al alcance de cualquiera seguro le hubiese encantado.” La revista supo ocupar un lugar en la Biblioteca de Córdoba, pero por algún motivo todos los ejemplares que había se perdieron, lamenta Nates.

Hortensia es uno de los orgullos de su provincia. Por calidad, por éxito, por permanencia en los kioscos, pero también como gesto identitario. Sus páginas eran irrenunciablemente provinciales. Todos los cuentos y los chistes que la poblaban estaban escritos con el habla de la Córdoba popular y, si hablaban de Argentina o del mundo, lo hacían desde La Docta y con sus giros lingüísticos. En su época, como recuerda Cognigni, esto les valió alguna crítica. “Hasta de mi maestra de escuela”, comenta. “Fue un fenómeno muy grande y para la mayoría de nosotros un motivo de orgullo, pero para unos pocos, de vergüenza”, señala. “En ese entonces la relación con Buenos Aires era la misma que el país en general mantiene con Europa, muy de querer parecerse, entonces parecía que el humor cordobés tenía como una falta de aire civilizado.” No es que se la viese como maleducada, aclara, “pero sí como muestra de bajo nivel cultural”. Curiosamente, las críticas no llegaron desde el establishment. “Venían de un ambiente gárquico, copetudo”, se ríe Cognigni. “A los que les molestaban los modismos populares no era a la aristocracia de la provincia, sino a esas clases medias que sueñan con ‘ser más’”, apunta.

Revisando los primeros números, que ya pueden verse en la red, llama la atención la vigencia que conservan muchas de sus humoradas. Una persistencia que excede el talento de quienes creaban cada página. “En el ’73 a Alberto, que era militante socialista, le pegaban por izquierda y por derecha –recuerda Nates–, pero quizá la tragedia de la revista es que en 2010 seguimos con los mismos problemas y los chistes resultan de una actualidad tremenda, quizá demasiada. Los problemas estructurales siguen ahí.”

Cognigni hijo coincide: “Habría que ver si es mérito de la revista o defecto nuestro, porque uno ve ciertos materiales de Hortensia y no sólo tienen actualidad los que refieren a Córdoba, sino también al resto del país, o incluso del mundo”.

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