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Domingo, 4 de septiembre de 2011
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HOY SE CELEBRA EL DIA DE LA HISTORIETA ARGENTINA

Cuadritos de tinta para hacer una historia grande

La iniciativa nació en 2005 y cuatro años más tarde se oficializó mediante una ley nacional. La fecha se eligió porque es el día de 1957 en que salió a la calle el primer número de Hora Cero, de Editorial Frontera, donde aparecía El Eternauta.

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Gerardo Baró

Si hubiera que ponerle rostros al sexto Día de la Historieta Argentina, seguramente aparecerían los de Francisco Solano López y Carlos Trillo, dos emblemas del noveno arte local que este año dijeron adiós. Pero, más allá de las pérdidas humanas, sus partidas dejan la puerta abierta al surgimiento de nuevas estéticas y formas de contar. Esas que, en parte, reflejan las páginas de la nueva Fierro –que publica Página/12–, en las contratapas de los periódicos nacionales y hasta en las redes sociales. La historieta producida en territorio nacional está en pie y tiene mucho para dar. Es que, entre los campos en los que se pone en evidencia la recuperación cultural que atraviesa la Argentina en los últimos ocho años, sin duda hay que mencionar al de la historieta. El afianzamiento de la identidad nacional que hoy es moneda sucede también en las viñetas.

Lejos quedaron los sombríos ’90: las ofertas de comics extranjeros habían copado el mercado a causa de la paridad cambiaria y los autores no tuvieron más remedio que autoeditarse (sucedió el llamado “Boom del fanzine”) y terminaron encerrándose en un circuito de comiquerías para no morir ante lo que venía de afuera. Si antes no podían competir contra los precios de las historietas foráneas, ahora es tiempo de salir a la calle. Y el Día de la Historieta es símbolo de los tiempos que corren. Nació en 2005, de la cabeza de un grupo de autores, editores, lectores y críticos –nucleados luego en la Comisión Día H– que buscaban una excusa para homenajear este lenguaje gráfico. ¿Y por qué el 4 de septiembre? Porque necesitaban una fecha emblemática y, entre otras propuestas, ganó el día (de 1957) en que salió a la calle el primer número de Hora Cero, de Editorial Frontera, que contenía una obra que marcaría definitivamente la historieta nacional: El Eternauta, del guionista desaparecido Héctor Germán Oesterheld y el recientemente fallecido dibujante Francisco Solano López.

Alejandra Márquez, quien formó parte de ese grupo que ideó el Día H, le explica a Página/12: “Barajamos muchas fechas hasta llegar a la que quedó. Pero pensamos que El Eternauta logró algo que no lograban otros personajes de la historieta argentina. Hubo un antes y un después: en cuanto a la manera de contar, la manera de plantarse con la gente y esa idea del héroe colectivo. Sentimos que muchos se iban a sentir representados”. Lo que renovó fue, según Márquez, “la expectativa de la gente por leer esa historieta”. Es que en esa época todos los lectores esperaban ansiosos la salida de un nuevo capítulo del viajero del tiempo. “Como sucedió con Lost”, compara. Hoy, esa obra es objeto de homenajes, como el que tuvo lugar el viernes en la Biblioteca Nacional. En lo formal, la idea del Día de la Historieta se oficializó primero en octubre de 2009 en la Legislatura porteña (con un proyecto impulsado por la diputada Diana Ma-ffía) y más tarde fue constituida por ley en el Congreso de la Nación. Por eso, a lo largo y a lo ancho del país se sucederán los encuentros destinados a homenajear a este arte y a sus referentes (ver aparte).

Si bien en la actualidad los autores se ven casi imposibilitados de trabajar profesionalmente, como lo hacían en otras épocas quienes trabajaban “bajo órdenes” de editores, hubo un repunte del mercado editorial y nacieron revistas como Comic.ar y La Murciélaga. Aunque falta mucho por hacer, hay grandes editoriales que notaron su potencial y apuestan al mercado de la historieta (Sudamericana, Planeta, Clarín, Perfil, Página/12). Y también pequeñas, como es el novedoso caso de Llanto de Mudo, una editorial cordobesa que comenzó a copar un terreno abandonado en esa provincia. Según Diego Cortés, uno de los creadores del proyecto editorial, son tres los factores que incidieron en su crecimiento: “Por nuestro laburo ad honorem como editores, la ayuda de una distribuidora de comics que nos permite estar en todas las comiquerías del país, por los autores y la existencia de periodistas especializados en historieta, que hacen que lo que hacemos llegue a más gente”. La difusión, entiende, es un factor fundamental. Aunque aún es escaso.

En el catálogo de Llanto de Mudo se encuentran Ordinario, de Gustavo Sala; El Señor y la Sra. Rispo, de Diego Parés, y Ruta 22, de Roberto Von Sprecher y Nacha Vollenweider. La diversidad, ante todo. “Tratamos de no buscar estilos ni estéticas, sino buenas historietas. Y la idea es nunca olvidarnos de que publicamos autores de Córdoba. O sea, podemos editar grandes autores como Parés, pero si vemos algo de acá que nos gusta mucho, lo vamos a editar sí o sí”, apunta Cortés, quien comparte la editorial con Nicolás Brondo y Federico Massei. “La apuesta por la historieta es porque nosotros somos autores de historietas”, confiesa el también guionista. “Al publicar nuestros libros, poco a poco pensamos en editar a otros. Al principio fueron un par de antologías, pero vimos que la forma de vender historieta de una forma más rentable era el libro autoconclusivo.”

Sin duda, la reaparición de la revista Fierro trajo aires frescos y les dio un gran empujón a la historieta y a todos los vinculados con ella. Una larga lista de nuevos valores salieron de esas páginas: Lucas Varela, Salvador Sanz, Ignacio Minaverry, Fernando Calvi, Lucas Nine, Dante Ginebra, Federico Reggiani y Juan Sáenz Valiente, entre muchos otros. Entre ellos, también volvieron grandes como Carlos Trillo y Oscar Grillo. Lo novedoso de la Fierro fue que el lector se encontró con estéticas, temáticas y técnicas de lo más variadas. Humor, poesía, grotesco y absurdo son apenas algunas de las estéticas. Se trata de un rasgo de esta generación: crecieron sin un editor que les pidiera un estilo o contenido determinado. El dibujante Salvador Sanz destaca: “Todas las estéticas conviven en Fierro. Ese es un poco el espíritu de la revista: le da espacio a cosas muy diferentes. Es como un muestrario de muchas formas de hacer historieta”.

“Que exista de nuevo Fierro mueve el avispero. Trajo un aire nuevo que al menos dio ganas de ver ‘qué onda’ con toda esta nueva generación de historietista. Y eso da cuenta de que la historieta sigue viva”, repasa el joven guionista Luciano Saracino. “Fierro es lo visible, pero no es sólo una movida porteña: en todos lados está sucediendo algo. Es chico todavía, aún no salimos a la calle de manera masiva, pero se trata de un aire bueno. Por eso, que esta fecha exista (por el Día de la Historieta), no es poco. Porque se trata de una cultura popular. La historieta no era algo intelectual o bien vista cuando nació Hora Cero. Aunque la palabra ‘historieta’ suene a algo chiquito, haciéndola podemos hacer historia grande.”

Aunque reconoce que aún no es una “revista masiva” como lo fue la primera versión, está seguro de que se trata de “algo grande”. “Hoy, para llegar al mango hay que hacer otros laburos. Antes, los guionistas de historietas trabajaban de eso. Antes la gente leía historieta, ahora quienes las leemos somos los que la hacemos. Hay que construir un público”, analiza el autor de ¡Hay que salvar a Tomate!, una novela gráfica para niños en compañía de Gerardo Baró. Por su parte, Sanz destaca: “Fierro recuperó el espacio en los kioscos que habíamos perdido. Y es una forma de que te traten como un profesional. Hay una demanda tan grande de guionista y dibujantes que esto se convierte en un pequeño espacio. Es un ejemplo de que puede hacer una revista de historieta y mantenerla en el tiempo”.

Producción: Sergio Sánchez.

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