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Domingo, 11 de diciembre de 2011
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La revista Lule Le Lele festeja su décimo aniversario

Sangre, sudor y tinta china

Nacida en medio de la crisis del 2001 como un medio autogestionado, la Lule pasó de ser un fanzine a convertirse en una flor de revista, y ahora también en un libro, con materiales inéditos. Sus editores explican el fenómeno.

Por Sergio Sánchez
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Gastón Souto, Damián “Polaco” Scalerandi y Martín Santos, los tres mosqueteros de la Lule.

En pocos días se cumplirá una década de la crisis social, política y económica que vio escapar a un presidente por la terraza de la Casa de Gobierno. La partida de ese helicóptero fue el símbolo de los años crudos que se vivían. Pero de lo malo siempre se puede rescatar algo bueno. La crisis reactivó algunos valores que habían quedado olvidados durante la fiesta menemista –y un poco antes también–: la solidaridad, la organización y el reconocimiento de lo propio. La historieta local, como tantos campos de la cultura, sufrió un aluvión de productos foráneos. Comprar lo de afuera era barato y no se producía en el país. Pero siempre hay excepciones. Por eso, tres historietistas rebeldes de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón (ahora pertenece al IUNA) decidieron crear su propio proyecto autogestivo ante la falta de revistas del palo. Lule Le Lele –así se llama el monstruo– acaba de cumplir diez años de existencia y lo festeja con un libro con material inédito, que evidencia una intensa tradición de humor grotesco e irreverente. “La fealdad es atractiva. El grotesco nos funciona perfecto porque es el resultado de esa destrucción infantil que tenemos, mezclada con el barrio, con alegría, con humor y con un montón de cosas que queremos gritar. No intentamos ser moralizantes, pero denunciamos lo que vemos”, le explica a Página/12 Damián “Polaco” Scalerandi, uno de los creadores de la propuesta gráfica que comparte junto a Gastón Souto y Martín Santos. Una muestra con tintas originales del libro se puede ver en la convención Animate 2011 (Centro de Exposiciones Miguelete, Av. General Paz y 25 de Mayo, San Martín), que culmina hoy.

Lule Le Lele, 10 años (Deux Graphica Studio) no es producto del azar ni es una invención del mercado. Que en sus páginas haya colaboraciones de dibujantes de la talla de Diego Parés, Gustavo Sala y Sergio Lager tampoco fue cuestión de suerte. Fue gracias al esfuerzo colectivo, al profesionalismo y, sobre todo, a la fidelidad artística. Por eso, se trata de una de las propuestas más destacadas de la última renovación de la historieta argentina. “No fingimos nada –dispara Scalerandi–. Nunca nos amoldamos ni a un mercado ni a un editor ni a nada que esté de moda en este momento ni cuando arrancamos. Lo que hicimos fue sacar esa cosa visceral. Te puede ir mal masivamente, pero mantuvimos una coherencia en cuanto a la honestidad y autenticidad del producto. Lule va a ser nuestro aporte a la historieta argentina, por más que laburemos en un montón de lugares.” Es que mientras la historieta local miraba a Europa, ellos apostaban a dejar algo genuino en el país. “Arrancamos en un momento bastante complicado de la economía y a nivel editorial”, recuerda Santos. “Pero la remamos y en un momento abandonamos el formato fanzine y la comenzamos a editar en formato revista, más profesional. A través de los números tratamos de mejorar: agregamos páginas, tapa a color, un papel de mejor calidad, sumamos colaboradores y demás. Y el resultado es el libro.”

El volumen presenta historietas inéditas de los personajes que crecieron en las páginas de la Lule: el descarriado Sémola, el Gordo (Souto); el antihéroe peronista Supertipo, el desafortunado Capitán Cortesía y el desfachatado ratón Apolo (Basabe) son los principales. Como sucedía en la revista, un interesante abanico de dibujantes jóvenes aportan sus colaboraciones: El Bruno, Ariel L. V., Scuzzo, Frank Vega y Fantoni. Lo que sin duda identifica a la revista es el lenguaje popular que utilizan: códigos de barrios del conurbano bonaerense, donde nacieron, y el sur de la ciudad de Buenos Aires, adonde se mudaron más tarde. “Hicieron una revista barrial y ricotera”, sostiene el guionista Rubén Mira en el prólogo. “Así como el sentido de lo ricotero escapa al acontecimiento musical, la Lule escapa al acontecimiento historieta. Está ahí adonde la novela gráfica y los amanerados refinamientos chetos no pueden terminar con la fuerza de nuestro género degenerado.” Souto explica: “Eso es parte de la verdad: tiene que ver con lo que vivimos y con el lugar donde nos criamos. No podemos impostar hacer un estilo afrancesado para encontrar una veta comercial en Europa porque no es lo que nos sale verdaderamente”. Para Scalerandi, responde a la misma lógica de autenticidad que los motiva. “En esta revista mostramos lo que somos, porque de otra manera no tendría sentido publicar algo. Si quisiéramos vender, haríamos otra cosa. Acá sale lo que fuimos de chicos, lo que somos ahora, lo que mamamos en el barrio y con nuestras familias.”

La importancia de la autoedición es generar un espacio para producir sin esperar que las propuestas laborales caigan del cielo. Claro, suele ser una práctica ad honorem, pero los resultados se ven a largo plazo. “En estos diez años, con cada número que iba saliendo –en total fueron 15– fuimos adquiriendo cierto profesionalismo en el medio”, destaca Souto. Y sigue: “Si bien Lule Le Lele nos hizo visibles cuando no había un mercado para la historieta ni lugares para publicar, generamos este medio como para entrar en la rueda de lo que es el laburo. Y profesionalizando nuestro arte, nuestra estética, conseguimos cierta madurez”. En el libro, contaron con un espacio mayor y a todo color que les permitió incluir historias más largas con guiones más desarrollados. “Y nos desligamos del tema de la distribución, porque te quita mucho tiempo de laburo”, se alegra Souto. “El libro es una opción para llegar a más gente, con una distribución más armada y un canal más desarrollado”, distingue. “Y el hecho de estar en las librerías y en otros lados te saca un poco del nicho”, rescata Scalerandi.

–La historieta repuntó mucho en estos años, ¿qué falta?

Santos: –El panorama no es el óptimo, aunque está mucho mejor que hace unos cuantos años. Igualmente, sería bueno que los editores se propusieran sacar material nuevo. Lo que hacen es reeditar material que ya está publicado y probado por la gente, que ya lo consumió en el diario o en una revista. En cambio, este libro es de material todo inédito.

Scalerandi: –Si una editorial te pagara más guita, vos te pondrías a hacer algo nuevo. Pero no sucede. Nuestro caso fue distinto porque queríamos festejar los diez años y, de todas formas, lo queríamos hacer. Pero producir material ciento por ciento nuevo no es redituable en la actualidad.

Souto: –A veces muchos de los que recién empiezan aspiran a encontrar lugares ya consagrados, pero es bueno ir experimentando por acierto y error, para pulirse, profesionalizarse y no quemarse en algún lado. Es un buen ejercicio la autoedición.

Scalerandi: –Y valorativo. Porque valorás tu producto.

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