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Viernes, 10 de febrero de 2012
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Lucas Nine en el nuevo número de la Fierro, que sale mañana

Un Borges que patea el tablero

El dibujante presenta “Borges, inspector de aves”, relato en el que el autor de Ficciones asume su nueva función pública y, como un detective, se dedica a la protección de las mascotas de corral.

Por Lautaro Ortiz
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“Borges está en blanco, como para que lo completemos a gusto.”

Todo lector de la revista Fierro sabe que ante cada nueva edición debe estar dispuesto a aceptar lo inesperado. Así, luego del primer número del año donde prevaleció lo poético, lo plástico y el homenaje, la publicación que lidera Juan Sasturain –y que mañana saldrá junto a este diario– lanza un nuevo desafío al lector. Ya desde la portada, creación del irreverente Sergio Langer con Wachiturros incluidos que pondrá los pelos de punta a muchos lectores, la puerta que entreabre Fierro no será una más.

En primer lugar regresa el dibujante Oscar Zárate con acaso su mejor historia personal, evocando el viejo barrio de la infancia, Pablo De Santis se despacha con larga historia de Justicia Poética, Patricia Breccia transita sus últimos capítulos con Manoblanca y Gustavo Sala reaparece con tres páginas para el recuerdo. A esta edición del lluvioso febrero se suma otra joya: Willy Devito y los 5 del plumín de la dupla Parés-Podetti, que será acompañado por un capítulo más de Paraná, de Pablo Tunica, y Angela Della Morte, de Salvador Sanz, y de las páginas de humor de Max Cachimba, Iñaki y Ayar. Entre tanta irreverencia aparece una de las historietas más hermosas y originales de las publicadas por Fierro: Borges, inspector de aves, del dibujante Lucas Nine.

Nacido en San Isidro en 1975, Nine parece ser el único autor joven que comprendió el camino de experiencias gráficas que supieron abordar Alberto Breccia y José Muñoz. Esa comprensión no sólo puede verse, sino también leerse. Los relatos de Nine son novelas condensadas con una precisión que abruma. Un ejemplo es la historia que leerán los lectores y que tiene a Borges como protagonista.

Desde hace tiempo el peronismo y su inagotable suceder histórico se coló en las páginas de Fierro, como telón de fondo capaz de reflejar la imaginación en estado de aventura. A El maquinista del General, de Fernando Calvi, y las Veinte Verdades, de Max Aguirre (por mencionar algunas), ahora se suma esta historia de Nine. Apelando a la recordada anécdota de Perón cuando en 1946 designó a Jorge Luis Borges como “Inspector de mercados de aves de corral”, logrando así el alejamiento del ilustre antiperonista de su cargo de bibliotecario, Nine construye un policial negro (se huele al “Richard Long” de Breccia) donde el autor de Ficciones asume su nueva función pública y, como un detective secreto, se dedica a la protección de las mascotas de corral que poseen algunos de sus más íntimos amigos como Bioy Casares, Victoria y Silvina Ocampo. “El Borges ficticio que propongo –explica Nine– se desdobla en el momento de su designación. Acepta el cargo y su destino, lo cual ya implica una modificación en su pensamiento y quizá el comienzo de un sincretismo entre los dos Borges.”

–¿Cuáles son esos dos Borges?

–Hay una figura pública, independiente del Borges real, sobre la que él mismo escribió bastante. Por otro lado, Borges declaró alguna vez que los peronistas no eran ni buenos ni malos sino incorregibles. Esto equivale a sugerir que el propio Borges, famoso antiperonista, era “corregible”. Y de hecho Borges es corregido continuamente, reescrito, reinventado. Cada uno puede ver en él lo que quiere: Borges apela a una idea de destino, el destino personal que desciende como un mazazo desde los cielos y que le revela al hombre en un relámpago de lucidez quién es él realmente. Pero desde luego la revelación ocurrirá mañana, quién sabe, algún día. Así se mantiene virgen de experiencia, a la manera de un Tintín criollo, un eterno colegial. Está en blanco, como para que lo completemos a gusto. Un gesto muy amable de su parte.

–¿Cómo surgió entonces la idea de esta historieta que parece tener continuidad?

–El título de Inspector se presta para ese tipo de equívoco. Es la idea de un Borges duro, dispuesto a ir a los antros más turbios para tomarse un regio licuado de banana. Es una veta por explotar. No sé si este abordaje puntual dará para mucho más, aunque la figura de Borges es riquísima en posibilidades. Por otro lado, no me gusta mucho anclarme demasiado en una cosa, aunque quizá éste sea un llamado del destino, un llamado borgeano.

–Sus constantes homenajes gráficos a la vieja historieta parecen haber encontrado aquí su punto más alto. Se siente la presencia del Richard Long de Breccia y Oesterheld, por ejemplo.

–La referencia a Breccia es ineludible. Traté de emular en parte su estilo gráfico para el relato negro (aparte de que es un placer jorobar con eso en un momento en que mucha de la producción actual tiende hacia una línea clara, prolijita). Pero en mi caso habría que hablar ya de un tipo especial de fetichismo. Por ejemplo, la tipografía que utilizo fue creada especialmente a partir de la usada por el letrista que trabajó con Breccia en el Sherlock Time. En parte es un homenaje, en parte es como esas iglesias medievales que se ufanaban de tener la uña del pulgar de algún santo, y en parte es que esa letra me gusta mucho.

–Sin duda, tomar a Borges y su relación con el peronismo exige al lector una lectura de tipo social, de clase...

–En primer lugar, es dudoso que aquella humillación le haya dolido a Borges más que otras (por ejemplo, ser el constante perdedor del Premio Nobel), aunque es probable que haya sido la más surrealista de su carrera. Pero eso es otro costado interesante de Borges, su larga vinculación con las humillaciones. Educado en Suiza para pertenecer a la elite, a la elite la ve pasar por la ventana; no hay plata. No me cuesta relacionar eso con su vocación de lumpen literario, su tendencia a disimularse en las penumbras para manipular las referencias culturales, la facilidad para la cita espuria, el cambiar las etiquetas de las latas y envenenar la mercadería en exhibición bajo el pretexto de un amor desaforado. Además Borges, para la gran burguesía, no termina de ser otra cosa que un marginal de lujo. Tendrá un gran talento, pero debe vivir de su trabajo. En la historieta, lo que hago es exagerar las contradicciones de clase del personaje hasta que termina pateando el tablero. Lo aparentemente paradójico es que para el ideario cultural argentino, el representante ideal de la burguesía sea un advenedizo. Por otro lado, me gustaría decir que Borges tiene el encanto de ser, y así actúa en mi historia, el primer voyeur ciego, un caso único.

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