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Viernes, 11 de mayo de 2012
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FRANK VEGA Y LAUTARO FISZMAN, RESPONSABLES DE LA TAPA DE LA NUEVA FIERRO

Dos paletas para ilustrar una giganta

Los autores de la impactante portada de la edición que aparece mañana con este diario dejan caer pistas sobre el origen de la inquietante mujer y sobre su método de trabajo: “El homenaje a Magritte tiene que ver con lo surrealista de los dibujos y pinturas”.

Por Lautaro Ortiz
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El dibujante y el pintor nacieron artísticamente bajo la mirada de Alberto Breccia.

Poco antes de que Rimbaud lograra sentar a la belleza entre sus piernas, otro francés, Baudelaire –también del equipo de los malditos–, había advertido que, de existir, sería una mujer gigante y que sólo podría aspirarse a “dormir a la sombra de sus tetas”. Aquella visión disparada desde Las Flores del Mal debió esperar a que la revista Fierro –que aparece mañana junto a Página/12– estampara en su tapa el fenomenal y lujurioso porte de esa mujer, gracias al dibujante Frank Vega y al pintor Lautaro Fiszman. Una imagen que, acaso, advierte sobre el contenido de esta publicación: no apto para lectores con miedo.

¿Miedo a qué? A la experimentación gráfica y narrativa y, ante todo, al desborde absoluto de ideas. Porque eso, en esencia, es Fierro. De la belleza lujuriosa de una giganta y su referencia literaria, el lector puede pasar a leer al final de la oscura saga de Salvador Sanz (Angela della Morte); la aventura marítima de Angel Fernández (Botella al mar); las fumatas psicológicas de Gervasio-Jok (El pacto de Freud); la intriga batracia de Pablo Túnica (Paraná); la reconstrucción histórica del movimiento Tacuara (Santullo-Ginevra) y hasta asistir al próximo final de la maquinaria peronista de Calvi. Todo eso en un mismo cuerpo de 72 páginas. Pero la revista no termina ahí, ya que vuelve Gustavo Sala (quien se hace cargo del debate anidado en el blog de Fierro sobre lectores clásicos y modernos); se asoma el versátil Iñaki en dupla con Esteban Castromán en Maceta, y arriba el brasileño Koostella con cuatro historias mudas sobre los terrores y silencios de las cárceles. Hay más, pero quienes tienen hoy la palabra (y el aplauso) son Vega y Fiszman, autores de la portada de Fierro edición 67.

Nacidos artísticamente bajo la mirada de Alberto Breccia (ambos fueron sus alumnos) y cofundadores, junto a otros estudiantes, de la revista El Tripero, Fiszman (1975) y Vega (1974) se dieron cuenta que un mundo en común los comunicaba. Mientras Vega parece dibujar todo lo que sueña (siempre en blanco y negro), Fiszman lo filtra a partir del color. Uno es la tinta y el otro el óleo. Los sueños de Vega son la base de las pinturas que Fiszman lleva a la tela y vuelve a soñar. “Sus dibujos me parecen geniales, tiene una producción enorme. Los hay con climas muy fuertes, con un mundo entre surrealista y escatológico que me dan ganas de pintar. Los personajes que dibuja Frank están vivos, cuando uno los ve no puede evitar imaginarse una historia detrás”, dice Fiszman. “Nunca los veo como un dibujo suelto sino como una parte de un mundo, de una historia que podemos tratar de completar o de inventar, y es un poco lo que trato de hacer en los cuadros”, completa, mientras Vega agrega: “En la pintura de Lautaro veo un gran oficio y dedicación. También épica y mucho humor. Creo que sus pinturas son profundas y divertidas. Por momentos me hacen acordar a las pinturas en los blíster de los muñequitos de He-Man. El no sólo se basa en mis dibujos, muchas veces contextualiza los personajes que en el original están aislados, como flotando en la página, y cambia los climas o los profundiza”.

Esta dupla hizo su presentación en 2011 en una muestra en el Centro Cultural Recoleta (llamada Bestiario) que sorprendió a conocidos y extraños. Allí estaba esa pintura llamada La giganta de Baudelaire (que hoy engalana la tapa de Fierro) que, a diferencia del erotismo que le impuso la versión de Magritte, ésta muestra sus más salvajes intenciones. “Nos fue muy bien en la muestra, nos llegaron buenos comentarios. En el cuaderno que dejamos alguien puso solamente la palabra ‘Viaja’, que me parece una síntesis de lo que buscamos”, sostuvo Vega. Mientras uno se dedica a hacer storyboards para publicidad y trabaja para la revista La Cábula de Ernan Ciriani y la libanesa Samandal, el otro (el pintor) hace concepts e ilustraciones para cine, mientras pinta y da clases.

–¿Cómo es el trabajo de selección de dibujos que, luego, pasarán a ser cuadros?

F. V.: –Nos juntamos en casa y Lautaro revisa mis dibujos y elige. Mientras las pinturas están en proceso le doy mis puntos de vista, pero una vez que Lautaro pasa mis dibujos a la tela, son suyos.

L. F.: –Si hay un cambio importante lo hablamos, por ejemplo en el cuadro La giganta de Baudelaire, Frank hizo el dibujo con una inscripción en el cielo, el logo de un insecticida, y a la mujer con un machete en la mano. Yo cambié el machete por un cinturón, que la hace más sadomasoquista, ya que el machete podía hacerla parecer como una guerrera. El homenaje a Magritte (La giganta) tiene que ver con lo surrealista de los dibujos y pinturas. Si bien son mundos diferentes, siento que tiene mucho de ese pintor.

–¿Por qué eligió el óleo para estos trabajos?

L. F.: –Desde el principio los veía pintados como cuadros clásicos. El primer dibujo que elegí, luego de San Juan 2331 (que es la dirección de mi abuela María, donde un monstruo alado lleva la cabeza de San Juan en una bandeja con un tanque de agua bonaerense al fondo), me lo imaginé como una especie de El Bosco del siglo XXI. Me parece fuerte y graciosa la mezcla entre lo irreverente y desquiciado del dibujo con la seriedad de la pintura al óleo.

–Vega, ¿cómo es su forma de trabajo? En su blog la producción de dibujos impresiona, como si se hubiese propuesto dibujarlo todo...

F. V.: –Los anotadores y cuadernos son un formato en sí y una manera de tener siempre encima un pequeño taller de trabajo. Muchos dibujos están hechos en bares, salas de espera, plazas, medios de transporte; algunos quedan así, otros los retoco después, otros los hago directamente en mi casa. Pienso editarlos en algún momento. Veo los cuadros de Lautaro y mis dibujos como si fuera un álbum de figuritas propio.

–¿Cree que al convertirse en cuadros esos dibujos quedarán como bocetos?

F. V.: –No, son dibujos y punto. Pero de alguna manera son el puntapié para las pinturas. Nunca pinté, no me interesa el color. Siento que con el blanco y negro y la línea tengo bastante trabajo para hacer. Además, quiero decir que con Lautaro y Christian Montenegro compartimos la amistad. Desde hace unos años nos juntamos a comer y charlar y compartimos lecturas, cine, gráfica, música. Son momentos de un alto intercambio. Ellos son unos grossos, saben mucho de historia y pintura y, como yo, son grandes comedores de carne asada.

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