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Miércoles, 4 de septiembre de 2013
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En el Día de la Historieta Argentina, un panorama de la disciplina

Viñetas que no paran de crecer

El Día H ya no es sólo la iniciativa de un grupo de aficionados y artistas apasionados, sino una política de Estado. El sector atraviesa un momento de expansión notable en las facetas editorial, artística y social.

Por Andrés Valenzuela
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Numerosos encuentros y festivales pueblan el calendario nacional.

Las copas chocaron en el sótano de un local una noche de septiembre, algunos años atrás. Los reunidos no eran muchos y por entonces ver un ambiente floreciente era una perspectiva difícil. Festejar el Día de la Historieta Argentina el 4 de septiembre, en homenaje a la primera publicación de El Eternauta, tenía más de celebración identitaria que de demostración de fuerza del sector. 2013 encuentra a la disciplina en una posición muy distinta. El Día H ya no es sólo la iniciativa de un grupo de aficionados y artistas apasionados, sino una política de Estado, que se materializa en dos leyes, una de alcance nacional y otra en el ámbito porteño, que reconocen como un hito importante en la cultura argentina la salida de la obra cumbre de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. Pero no sólo eso, mientras hoy la Biblioteca Nacional (ver recuadro) albergará una serie de actividades destinadas al fomento de la historieta, la disciplina atraviesa un momento de expansión notable en cada una de las facetas: editorial, artística y social, según las fuentes consultadas por Página/12.

Aun sin indagar demasiado, alcanza con revisar las crónicas de comienzos del festejo, allá por 2006 o 2007, y echar un vistazo a las bateas de librerías de hoy. La diferencia es abrumadora: el volumen de producción se disparó, los festivales dedicados a la narrativa dibujada se multiplicaron, el Estado intervino apoyando eventos e iniciativas (y circulan nuevos proyectos de ley que darían mayor impulso al sector, desde un instituto nacional de artes gráficas hasta leyes de promoción o el establecimiento de pensiones para dibujantes retirados).

Este crecimiento no se dio con saltos enormes, sino con la acumulación paciente y constante de buenas noticias: editoriales que se incorporan al mercado, sellos literarios tradicionales que incursionan en el sector, aparición, desarrollo y consolidación de espacios en todo el país, nuevas articulaciones con distintos sectores de la cultura (el cine, la literatura, la plástica, por ejemplo) y la recuperación de lugares de publicación. Aunque es cierto que en cada una de estas áreas queda mucho por hacer y crecer, no es menos cierto que también suceden cantidad de cosas que hace cinco años eran ideas que sólo podían salir de una imaginación afiebrada.

“Creo que la historieta argentina creció muchísimo y eso se nota este año en particular –considera el guionista y editor (por LocoRabia) Alejandro Farías–. Siento que ninguno de los espacios que venían en crecimiento se cayó, sino que aumentaron, se multiplicaron o se subdividieron.”

Su colega Martín Muntaner (de La Pinta) coincide y se reconoce optimista, a diferencia de años anteriores, cuando tenía una mirada más gris de la situación. “No pienso que exista una industria como la de otros lugares –alude a Francia o Japón–, pero sí pienso que va a crecer, y hay algo por lo que me gusta mucho el momento actual tanto desde lo artístico como desde la edición y es que hay cada vez más variedad, más amplitud: público y mercado crecen.” La multiplicidad de editoriales ayuda a esta marcada segmentación del sector. “Es una tendencia que no va a aflojar, porque la cultura actual tiende a la atomización de los públicos”, analiza Muntaner.

Justamente La Pinta es una de esas editoriales que surgieron en los últimos años y lentamente afianzan un catálogo y una línea editorial propia. Algo que reconocen desde el festival rosarino Crack Bang Boom, que prácticamente los vio nacer. Juan Angel Szama, miembro de la organización de CBB, destaca que “hay una diversidad de voces que antes no se encontraba” y aplaude la aparición de obras “difíciles”, que una década atrás no habrían encontrado respuesta de editores o público.

Andrés Accorsi, histórico crítico de historietas y ahora asesor de la organización de Comicópolis, la convención que tendrá lugar en Tecnópolis del 19 al 22 de este mes (ver recuadro), es crítico de esta situación. Desde su posición como –también– pequeño distribuidor del rubro, considera que no todas esas obras nuevas venden lo que deberían. “Sobre todo porque las editoriales tienden a publicar todo en las mismas fechas, para coincidir con los eventos, y el público no da abasto.” Inclusive, si años anteriores los autores reclamaban espacio para los talentos jóvenes, Accorsi observa que no se reedita suficiente material clásico. “Quizás hace falta equilibrar, que haya menos ópera prima y un poco más de material de autores consagrados, que son más fáciles de vender”, propone.

La aparición de nuevos autores es una constante en los últimos años, un fenómeno que se trasluce en la multiplicación de antologías (con la revista Fierro a la cabeza, pero también otras publicaciones periódicas y libros). Un fenómeno que notan los guionistas, que rara vez se encuentran sin dibujantes con los que colaborar. Farías, por ejemplo, enumera “a los chicos de la Liga del mal, o grupos de chicas que antes no existían, como las de Vacación Comics”.

En eso coinciden también los propios autores jóvenes. “Lo que veo en mi camada es que tuvimos que adaptarnos a diferentes tendencias gráficas, somos una generación todoterreno –opina Gerardo Baró (Las aventuras de Fede y Tomate)–. Noto que hay un nivel gráfico muy bueno y abundan los buenos dibujantes, aunque no tanto los guionistas. Esto además lleva a que haya muchos autores integrales, lo cual está muy bueno.”

Su colega Pedro Mancini (Niños Ultramundo, Paranoia Normal) ve un panorama amplio, diverso y con grupos que se fueron consolidando con el correr de los años. Algunos confirmaron su camino editorial, advierte, y otros frenaron las negociaciones con imprentas para dedicarse sencillamente a dibujar. Nuevamente cita el festival rosarino como la vara para medir estos cambios. “Ahí se vio mucho cómo se va acomodando todo”, considera ante la consulta de este diario. Mancini además participó de una muestra colectiva de autores argentinos en el festival francés Lyon BD, en junio pasado.

Una de las cuentas pendientes del sector es la formalización de estadísticas que permitan medir con claridad el estado del medio. Por caso, apenas puede saberse que de 2011 a 2012 la cantidad de títulos de autores argentinos aumentó en un 30 por ciento. La falta de cifras también implica ciertas dificultades a la hora de considerar la situación con el material que viene de afuera. ¿Es mucho? ¿Es poco? ¿Perjudica o no molesta a los sellos locales? Martín Ramón es uno de los responsables de las comiquerías y locales de diseño Moebius (dos, uno en Bulnes al 600, el otro en Santa Fe al 2700). Su percepción sobre la oferta que recibe de las distribuidoras es que bajó el volumen de material importado. Szama, de CBB, observa muchos productos extranjeros, aunque reconoce que “se está librando una batalla cultural que antes no, ahora hay editoriales que antes ni existían, y eso ya es bastante”.

Daniel Divinsky, capitán de Ediciones de la Flor y referente insoslayable, define el momento de este modo: “Desde lo artístico, la historieta y el humor gráfico están en estado de ebullición, y eso a causa de lo que sucede desde lo industrial; durante mucho tiempo la creatividad estuvo sofocada por lo pequeño del mercado, pero al haber cada vez más consumidores y mejores vías de distribución, ya no sólo a través de las secciones especializadas de las librerías, sino de los kioscos, las comiquerías y last but not least, la venta por Internet, se multiplicaron los sellos editoriales de diversas dimensiones, profesionales aun los más chicos, que dan cauce a la creciente producción de calidad y, como se sabe, la demanda genera oferta”.

La diversidad y aumento de la cantidad de publicaciones no se ve sólo en la historieta para adultos ni en el nuevo formato de novela gráfica o los medios digitales. El fenómeno atraviesa géneros y edades, como puntualiza César da Col, referente del Movimiento Banda Dibujada, que promueve la historieta para niños y cada año entrega los premios homónimos. “La historia argentina para chicos está pasando por un momento de gran crecimiento, lento pero constante, sobre todo en la edición de libros en papel para ese target –evalúa y señala que si hace una década salía un libro o dos al año, ahora ya se habla de una docena o más cada temporada–. En 2004 nos cuestionábamos cómo hacer para difundir el género o recomendar lecturas si prácticamente no había libros. “En 2013 la cantidad y calidad de libros que hay es realmente maravillosa”, define Da Col.

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