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Viernes, 24 de enero de 2014
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VAPOR ES EL PRIMER TRABAJO DE MAX PUBLICADO EN LA ARGENTINA

El desierto tiene sus reglas

El español fue figura fundamental de la generación del ’80 que revolucionó los “tebeos” de su país. Su último libro, publicado aquí por Musaraña Editores, explora los condicionamientos sociales, el deseo y cuestiona la posibilidad de “retirarse del mundo”.

Por Andrés Valenzuela
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Lo dice la psicología, lo dicen los místicos y lo dicen los demonios y fantasmas que mantienen despiertos a muchos por las noches: el ser humano lleva su mundo consigo, no importa dónde vaya. Eso confirma Nicodemo cuando decide partir al desierto para encontrarse consigo mismo en Vapor, el último libro del español Max (Francesc Capdevilla), figura fundamental de la generación del ‘80 que revolucionó los “tebeos” ibéricos. Paradójicamente, el último libro de Max es, también, el primero que se publica en la Argentina, merced a la novísima Musaraña Editores –desprendimiento de la librería del mismo nombre–. Hasta ahora, lo único que podía conseguirse del autor en el país, más allá de colecciones particulares, pasaba por Aduana o descansaba en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, dentro del catálogo de Viaje con nosotros (una muestra de autores de su generación en el Centro Cultural Recoleta, en 2009, durante el Festival Internacional Viñetas Sueltas).

Autor reflexivo, con un universo iconográfico complejo y profundo, Max explora en Vapor los condicionamientos sociales, el deseo –tanto el impuesto desde el exterior como las pulsiones internas– y cuestiona la posibilidad de “retirarse del mundo”, de abstraerse de lo cotidiano y del deber ser. Para ello emplea a Nicodemo, que cual asceta parte al desierto para encontrarse consigo mismo y se topa, en cambio, con un mundo con sus propias reglas, sus propias trampas y su propio dios rector. Lo rodean los buitres que esperan que muera de inanición y se le acerca Mosh (o Moisés), un ratón que tienta, cuestiona y pone a prueba la voluntad del protagonista. Mosh se parece bastante a Mickey Mouse, personaje que Max ya había parodiado en otro de sus trabajos. Además, el universo se completa con Juanita, un pájaro que le acerca comida, y un elenco de personajes secundarios elusivos que va desde un bandolero (Monipodio) hasta una reina que hace un desfile cada década; y, por supuesto, el propio Vapor, que da nombre al libro.

Vapor es, en palabras de Mosh, “el puto amo de por aquí”. Oficia de dios rector del desierto, aunque se revela como un ente/Estado similar al Nirvana y Max lo representa como una figura vagamente antropomórfica de sombras, de nariz aguzada –como el protagonista– y con un gran ojo que observa a Nicodemo desde todos los ángulos. La figura del Ojo es recurrente en la obra de Max, y llegó a su paroxismo en su personaje “Bardín, el súper realista”, heredero de los estudios del autor en torno de los artistas surrealistas, la psicología y la filosofía foucaultiana.

Max ofrece un grafismo sencillo, de líneas definidas y con influencias tanto de la línea clara francobelga como de la historieta independiente norteamericana contemporánea, fuertemente atravesada por el diseño gráfico. Además, las propias viñetas son despojadas, con apenas los dibujos esenciales para plantear la situación. Así como Fontanarrosa decía que la pampa se dibujaba con una línea que marcaba el horizonte, Max hace otro tanto con el desierto y apenas agrega unas protuberancias para marcar alguna lomada rocosa. Para narrar no mantiene una grilla fija a lo largo del libro, sino que echa mano a lo que necesite: tiras de tres entremezcladas con viñetas apaisadas a toda página en varias filas, grilla de ocho, o tres columnas de una viñeta, todas aparecen según el momento. Incluso rompe con ellas en las secuencias oníricas, donde directamente elimina los cuadritos y guía la lectura estirando los cuerpos y orientando al lector con las miradas de los personajes. Porque, a fin de cuentas, incluso a través del vapor se mira. Y a veces se empañan los ojos, pero otras se aclara la vista.

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