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Viernes, 10 de abril de 2015
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LUCAS VARELA REGRESA A FIERRO CON EL DIA MAS LARGO DEL FUTURO

Dos corporaciones en plena batalla

En el número de la revista que sale mañana con Página/12, el dibujante argentino radicado en Francia vuelve con una aventura muda de ciencia ficción. Además, el suplemento está dedicado a una historia de Zenitram, de Sasturain y Quattordio.

Por Andrés Valenzuela

Algún día tenía que volver. Y volvió desde el futuro, o casi. A Lucas Varela se lo extrañaba en las páginas de la Fierro. Ya había brillado allí junto a Carlos Trillo (El síndrome Guastavino, Sasha despierta) y a Diego Agrimbau (Diagnósticos). Su Paolo Pinnochio –en solitario– también cosechó aplausos. Pero claro, desde su mudanza a Francia, al pequeño pueblo historietístico de Angoulême, su vinculación con el circuito nacional fue esporádica. Hasta mañana, al menos, que regresa a las páginas de la revista Fierro, que acompaña a este diario cada segundo sábado de mes. Varela vuelve con El día más largo del futuro, una aventura muda de ciencia ficción.

Como tantas otras joyas del noveno arte, El día más largo del mundo surge, según reconoce su creador, como un acto de “desesperación”. Es que Varela tiene su estudio en la célebre Maison des auters, de la “Cité de la BD” (“el lugar de la historieta”), de Angoulême, un edificio repleto de dibujantes, guionistas y autores integrales que apoya proyectos, sea con becas o con alquileres muy baratos. Varela participó en al menos dos de sus selecciones anuales y la idea de su nueva serie surgió cuando debía renovar su permanencia. “Luego de la primera incursión que hicimos con Diego para desarrollar Diagnostics, yo tenía necesidad de seguir aquí, pero el tiempo apremiaba y cuando te corre la necesidad, surge la inspiración”, explica y asegura que jamás lo visitó “un espíritu inspirador estando sentado y sin apuro”.

El resultado es una comedia muda con enredos, malentendidos, un punto de comedia física, la fluidez narrativa característica de Varela y un dibujo preciso como el láser. “Es futurista, algo macabra, tiene un movimiento muy lúdico y un ritmo casi musical”, describe el autor, quien plantea “un descubrimiento para el lector”. “Hay dos corporaciones monopólicas en plena disputa por el dominio de una ciudad y el protagonista, un oficinista, que trabaja en una de las empresas, se ve envuelto en este conflicto”, cuenta Varela. “Es una ciudad que podría estar hecha de juguetes, por momentos es luminosa, pero súbitamente te sumerge en una pesadilla y el aislamiento se ve reflejado tanto en la ciudad como en varios de los personajes.” Además, destaca que, al tratarse de una historieta muda, el relato imprime distintos ritmos desde lo visual, en la construcción de las secuencias, antes que en los giros de la trama.

Aunque, a priori, El día... parece lejano a su iconografía característica, repleta de diablitos, gusanos y otros seres estrafalarios, Varela asegura que no está muy alejada de sus “manías habituales”. Es más, considera que las andanzas del perverso Paolo Pinocchio “correrían muy cómodamente en este entorno futurista”, y cree que el paisaje de esta aventura es tan “delirante” como el infierno que sirve de escenario a Pinocchio. “Lo que me atrae de una historia futurista es la irrupción de lo asombroso”, reflexiona. “Se me planteó el desafío de cómo lograr ese esplendor emocional, como me genera la vista a la ciudad del futuro en Metrópolis, pero con los elementos del lenguaje de la historieta, así que busqué una forma de ritmo narrativo y una síntesis visual que no atente contra los detalles de lo fantástico.”

En el proceso de trabajo, asegura, tuvo mucho lugar la libertad. “La historia se desarrolla casi como un juego de improvisación dentro de las normas que me planteé”, explica. “Una vez lograda la estructura visual, me dejé llevar por la imaginación.” Y desliza que al desatar su imaginería inventó un mundo enteramente nuevo, que más allá de naves voladoras y robots, puede albergar esta historia como muchas otras. “Tal vez vuelva a visitarlo”, sugiere.

“Me fascina la historieta muda”, justifica cuando se le consulta sobre su decisión de prescindir del texto. “Hay muy buenos resultados en los últimos tiempos, para mí el maestro en este tipo de historietas es Jim Woodring.” “La historieta muda es lo que más nos acerca al mecanismo de los recuerdos”, dice, y destaca que por ello “hay un tono de extrañeza y soledad muy apetecible para la creación”.

Claro está que Varela no llega en auténtica soledad a este nuevo número de Fierro. Además de su día interminable –que también engalana la portada de la revista–, vuelven El vástago, de Iñaki Echeverría con las escritoras Selva Almada y Gabriela Cabezón Cámara, el Borges Inspector de aves, de Lucas Nine, Barrio Gris, de Eduardo Maicas y Pipi Spósito (que en estos momentos, además, avanza en un proyecto de crowdfunding para convertirse en libro), una nueva colaboración del jefe de Redacción de la publicación, Lautaro Ortiz, con El Tomi, otra muestra de Cadáver Exquisito –la sección de crítica–, y un nuevo cuento de Pedro Lipcovich. Además, y por si no alcanzara, el suplemento este mes se lo llevan el mismísimo Juan Sasturain y Juan Carlos Quattordio, con una entrega especial de Zenitram, para los gustosos de la imaginería sasturainiana. De yapa, aquí y allá habrá ilustraciones del Marinero Turco y de Pluma de Palomo. En resumen: no será la revista más larga del mundo, pero seguro que permite varias horas de buena lectura.

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