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Viernes, 7 de agosto de 2015
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Un nuevo número de la revista Fierro, a partir de mañana

A pasear con viñetas de lujo

Desde El día más largo del futuro, de Lucas Varela, hasta una nueva entrega de Borges, inspector de aves, de Lucas Nine, pasando por Zenitram, construido entre Juan Sasturain y Juan Carlos Quattordio, la Fierro se presenta como una suerte de “viaje” por el noveno arte.

Por Andrés Valenzuela
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El número 106 es casi un paseo. En el año 106 no pasó gran cosa: terminó la segunda guerra Dacia y hubo un cambiazo de Papa, cosa no del todo inusual en esa época. El colectivo 106 lleva desde Retiro hasta Versalles. Detalles, coincidencias que sirven para (re)leer y valorar más el vigiladísimo desfile que Lucas Nine propone en la portada del número de Fierro (¡adivine cuál, lector!) que acompañará a Página/12 desde mañana en los kioscos. Pasado lo más “crudo” del liviano invierno 2015, la revista señera de la historieta argentina recupera la(s) sonrisa(s), con un buen espacio dedicado al humor.

El paseo del 106 comienza con una ilustración de Palomo y sigue con una nueva entrega de esa notable clase de narración gráfica sin palabras que Lucas Varela tituló El día más largo del futuro. La analogía en cuestión acá es particularmente indicada, porque lo de Varela es secuencia impecable, camino inexorable para contar una historia en viñetas y con dibujos. Además, el lujo de tener a un narrador de su talla –reconocido internacionalmente– en este espacio se extiende por un largo tramo: 17 páginas. Y anticipan desde las oficinas de la revista que la panzada se repetirá en el próximo número, con otras 18 páginas del residente en Angoulême. Por esto mismo, también, este mes hubo que prescindir del debate –siempre saludable– de la sección Cadáver exquisito, que se bajó en esta parada y se tomó un mes para reflexionar.

El recorrido sigue con Lucas Nine, en una nueva entrega de Borges, inspector de aves, un relato de misterio y ribetes delirantes que quizá tenga destino de libro. Tal fue el caso con su Té de nuez, publicado felizmente en Francia primero y hace poquitísimo en la Argentina, bajo el sello de Editorial Común, a buen tamaño y edición preciosista. Pero si en Té de nuez el juego era con colores, en Borges Nine hace gala de su manejo de la tinta, de su capacidad para malabarear con los plenos negros y el particular tono de sus cuadros de texto, que dejan algunas viñetas al borde de convertirse en didascalias.

Eduardo Maicas es bien conocido por su capacidad para el humor, y sobre todo para construir remates en tiras gráficas. Carlos Trillo elogiaba esa capacidad constantemente. Esta es una oportunidad para verlo en otro juego, haciendo un chiste meramente gráfico. Su página, además, oficia de separador y da aire antes de adentrarse en Zenitram, a la sazón construido entre Juan Sasturain –capo de la publicación– y el marplatense Juan Carlos Quattordio. Atención, además, a la diagramación que proponen sus páginas, a su propuesta lúdica de meta-revista y juguetona con la industria mediática.

Tras las peripecias del superhéroe (digámosle así) vernáculo, la cosa se pone mucho más seria en la novena entrega de El vástago, guionado a cuatro manos por las escritoras Gabriela Cabezón Cámara y Selva Almada, y dibujado por el creciente Iñaki Echeverría, plumín de versatilidad notable que supo saltar del policial al humor gráfico más tradicional, explorar vertientes modernas de la tira gráfica, narrar en cuadritos mudos, jugar con composiciones de cuadros en adaptaciones literarias y aquí se juega en un relato súper documentado y de inquietante espesura. Esta entrega de El vástago es la anteúltima, así que es fácil imaginar la tensión a la que asciende el relato en estas páginas. Para los personajes, todo termina en un mes.

Con buen tino, tras tanto relato largo el jefe de Redacción impone una pausa en la lectura. Una pausa zarpada, no por lo extensa, sino por quién la firma: Gustavo Sala. Una página entera para su Tinta down, nuevo formato para sus delirios humorísticos. Al paseo por la plaza que propone este otro marplatense sigue La ley seca. Son apenas cuatro páginas con las que el Marinero Turco sigue avanzando la historia que comenzó el número pasado, así que conviene prestar atención. Luego, bien rápido, llega Pedro Lipcovich, quien le afloja a las páginas de Sociedad de este diario por un ratito para ofrecerle a los lectores de Fierro un nuevo cuento corto, de los que ya son infaltables en la revista.

El paseo termina bien intenso y a toda pompa con la nueva entrega de El esqueleto, la serie de Salvador Sanz que debutó el número pasado y que promete –como todo lo que hace el autor– tener a los lectores babeando con sus dibujos en cada página y enloqueciendo de inquietud ante los horrores que plantea. En este futuro distópico que plantea Sanz, la ciudad al final no estaba tan abandonada como creíamos en las primeras páginas y caminar sus calles resulta empresa arriesgada, por decir lo menos. La página final deja una inquietud: ¿llegaron los personajes a un refugio o a un nuevo peligro? El viaje, no queda dudas, sigue en el 107. Hasta el próximo número.

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