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Sábado, 15 de agosto de 2015
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JILL THOMPSON, INVITADA A LA CONVENCION CRACK BANG BOOM

La búsqueda de la historia propia

La historietista es una referente del fuerte movimiento autoral que está revitalizando la industria. Entre sus obras más conocidas figura Scary Godmother, que fue adaptada a la tevé.

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“Como autor independiente tenés que promocionarte todo el tiempo.”

Desde Rosario

Cuando Página/12 la encuentra, Jill Thompson completa una acuarela en su anotador. Un ejercicio diario del que rara vez se aparta. “Ahora estoy un par de días retrasada, porque ayer y anteayer estaba muy cansada”, explica. La historietista está en Rosario por la convención internacional Crack Bang Boom, que se celebra cada año a la orilla del Paraná. Thompson es una de las figuras más respetadas del mundillo del comic norteamericano y durante mucho tiempo también fue una de las poquísimas mujeres del medio. Además, es una referente del fuerte movimiento autoral que está revitalizando la industria. Entre sus obras más conocidas figura Scary Godmother, que fue adaptada a la pantalla chica con dos películas de una hora que emitió Cartoon Network. Más allá de las comiquerías, en la Argentina se puede encontrar una fracción de su obra entre los artistas que integran El libro del Cementerio, la adaptación gráfica de la novela de Neil Gaiman, publicada hace poco.

Thompson supo desde niña que quería dedicarse a dibujar historietas. A los 5 años leía Peanuts y quería dibujarlo. Su madre le advirtió que si ella podía leerlo, es porque ya alguien lo dibujaba, que tendría que encontrar su propia historia. “Pero no lo hizo de mal modo, sino animándome”, recuerda. Pronto empezó su propia tira, sobre un perro que le robaba la comida a sus humanos. “Tengo un recuerdo muy vívido de esas páginas, aunque creo que mi madre no conserva ninguna”, cuenta. Fue lectora voraz de Archie y, confiesa, durante mucho tiempo los comics de superhéroes le dieron miedo. Hasta que se encontró con el #129 de X-Men, por Chris Claremont y John Byrne. En esta clásica historieta la jovencísima Kitty Pride huía por su vida. “Era sobre una chica de 13 años que vivía en las afueras de Chicago, con pelo enrulado, que no encajaba en ningún lado... ¡Era yo! Y además, ese número estaba lleno de mujeres fuertes: no sólo ella tenía poderes, también estaban Tormenta y Fénix, y peleaban con Emma Frost, otra mujer poderosa. Era lo más increíble que había leído y sólo sabía que quería más.”

Luego llegó la Chicago ComicCon, donde conoció al mismo Byrne y pudo –llena de timidez– mostrarle su trabajo. En el recuerdo de esa escena de sus 15 años se adivinan los motivos por los cuales pidió poder ver carpetas de dibujantes aspirantes en Rosario, una tarea que el festival suele reservar sólo a los editores invitados. “A mí me ayudaron un montón otros dibujantes, que me indicaban en qué mejorar y qué estaba bien, así que me gusta poder hacer eso mismo con chicos que recién arrancan y necesitan algo de guía o un espaldarazo”, comenta.

Scary Godmother surgió como un regalo hecho a mano para una sobrina que estaba por nacer, mientras estaba desempleada. “Siempre quise ser la madrina de alguien, aunque esa vez no pudo ser, pero lo que sí pasó es que en esa época era mucho más gótica que ahora y estaba parada al fondo de la iglesia, toda vestida de negro y pensé que ‘yo sería una madrina bastante terrorífica’. Ahí mismo me di cuenta de que tenía una idea y un personaje propios”, rememora. Lo siguiente fue pasear las páginas por un montón de editoriales, sin encontrar lugar, hasta que un viejo conocido se animó a publicarla. Con el libro en la calle, una productora canadiense reservó los derechos para adaptarla a la televisión, cosa que sucedió unos años después, cuando finalmente llegó a Cartoon Network.

“Cuando pagan la opción para tu producto, puede ser una trampa”, advierte Thompson. “A veces no hacen nada con eso, sólo te pagan un poco por si se les ocurre más adelante que puede servirles, o peor, lo reservan ellos para que no lo haga la competencia”, revela. La clave, asegura, es tener un buen abogado, que limite el tiempo que dura la opción y cuántas veces puede renovarse. “Gracias a eso y que la propia productora se arriesgó por el producto cuando ninguna cadena se interesaba, se hicieron las películas. Pero no todos tienen esa suerte y, de cualquier modo, casi todos los artistas que conozco ven los derechos de sus obras reservadas para tv o cine en algún momento.”

En Estados Unidos, el comic autoral está pasando por un gran momento. A nivel industrial, editoriales como Image Comics cobran relevancia y muchos de los grandes nombres del sector se vuelcan a sellos propios o los que le permiten mantener la propiedad intelectual de personajes e historias, práctica que las grandes –como DC o Marvel– no comparten. Pero, ¿se puede vivir de eso? Thompson lo duda dos minutos. “Depende a qué llamemos vivir de eso –plantea–. Por supuesto, los que hicieron éxitos masivos como The Walking Dead ya no tienen inquietudes económicas, pero no a todos les va tan bien; es lo mismo que para los músicos o artistas de otras disciplinas, como cualquier freelance. El asunto como autor independiente es que te tenés que promocionar todo el tiempo, en Internet y en los festivales, y no es sólo vender tus comics, sino también hacer merchandising de tus personajes. Puede ser agotador; es como hacer dos trabajos.” El panorama no parece muy distinto al que experimentan los historietistas argentinos.

Además de la historieta, Thompson se dedicó un tiempo al teatro de improvisación, experiencia que supo trasladar a la creación de viñetas. “Si podés inventar una historia en el escenario ante cien o doscientas personas, y conmover o hacer reír o presentar una idea, también podés hacerlo en una historieta”, afirma. Las técnicas y métodos del teatro impro se adaptan muy bien: “A mis alumnos les enseño esos ejercicios, porque ayudan a pensar una escena y te quitan la presión de que tu relato tiene que ser el mejor del mundo”. Así superó el pánico ante la hoja en blanco cuando debía crear el segundo volumen de su personaje más importante. Quién hace qué y dónde son las claves de su narrativa. Y pensar historias, asegura, ya no le da miedo.

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