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Fierro llega mañana a los kioscos entonada. Entonada de gusto, de celebración, de sus nueve años a pura historieta. La revista que acompaña cada mes a Página/12 festeja mañana su noveno aniversario y lo logra en medio de un amplio reconocimiento. Reconocimiento del lector, que la sigue eligiendo. Reconocimiento de los historietistas, que celebran y premian lo que allí se publica. Reconocimiento de los editores del sector, que la entienden como fundamental para el mundillo de las historias contadas en viñetas.
El número que llega mañana a los kioscos como compra opcional es Fierro en estado puro. En la tapa arranca Burda, alter ego del ilustrador cordobés Alejandro Burdisio, quien viene de obtener el premio Carlos Trillo –entregado por el voto de sus pares en el último festival internacional Crack Bang Boom– a la mejor portada, que justamente publicó en esta revista. Adentro hay un cuerpo de autores de los más firmes de la publicación: El Tomi con su Desmitificador argentino, el poderoso tándem que conforman Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada e Iñaki Echeverría culminando El vástago, una nueva entrega de Matar al tirano, de Lautaro Ortiz e Ignacio Minaverry, páginas de humor de Gustavo Sala y Eduardo Maicas, un capítulo más de Borges, inspector de aves, de Lucas Nine, un poco de Zenitram, de Juan Sasturain y Juan Carlos Quattordio, y un novísimo capítulo de El esqueleto, de otro de los que ganó un Carlos Trillo con obra publicada en Fierro: Salvador Sanz. Además, otro cuento de Pedro Lipcovich en su notoria sección “Muñecos grandes”.
Así visto, enumerado todo de un tirón, impresiona. Sobre todo cuando se intuye que muchos de esos títulos tienen futuro de libro recopilatorio, garantía de que cualquiera que sabe de qué va la cosa en cuestión de cuadritos, tiene un ojo puesto en lo que produce y publica la revista. ¿Cómo no hacerlo? En estos nueve años Fierro publicó decenas de grandes historias. Tan buenas que alguna, incluso, llegó a la pantalla: El hipnotizador, de Pablo de Santis y Juan Sáenz Valiente.
Por eso los editores locales reconocen y aplauden su existencia. Página/12 acudió a cuatro referentes de la nueva edición de historieta argentina. Sellos surgidos al calor de la autoedición y que, en ocasiones, retoman el material que aparece en la revista señera del sector para engrosar sus catálogos.
“Es importantísimo que una revista como Fierro salga a los kioscos durante tantos años, con la distribución de un diario de alcance nacional”, opina Diego Rey, de El hotel de las ideas, el sello con más proyección del último año. “Además de formar lectores, forma autores dentro y fuera de la revista”, señala. “Como autor quiero publicar en Fierro, y si no puedo, trabajo para publicar afuera; eso hizo que en nuestro caso produjéramos artística o editorialmente, títulos”, reflexiona Rey, que destaca su premiado Altavista, de Fernando Calvi (también “oriundo” de la revista) y “otros por venir”. Para Rey, la revista “es una de las variables fundamentales del crecimiento de la historieta de estos años, junto a los eventos bien organizados”.
Su colega Alejandro Farías, de la editorial porteño-nicoleña LocoRabia destaca la importancia del formato de revista. “Me remite al modo de lectura gracias al cual me acerqué y me enamoré del género”, cuenta. “Su existencia y continuidad, por la tanto, es un acto que celebro, como también celebro que los autores tengan la forma de producir obras de forma mensual y de manera remunerada”, aplaude.
Tomás Coggiola está al frente de Comic.ar Ediciones y conoce el paño, pues publicó revistas en los 90, cuando la cosa se desmadraba, y también lo hizo hasta hace unos años, con el repunte del sector. “La primera versión de la revista cambió el paradigma, allá por el 84. Y esta segunda versión es totalmente distinta a aquella, pero se nota el espíritu intacto: puede gustarte más o menos, pero siempre trajo nuevos autores con la idea de mostrar la historieta que se hace hoy en la Argentina”, considera y confirma que los libros que recopilan el material allí publicado son la prueba de su vigor y certeza artística. “¡La variedad! ¡La calidad! Fierro significa un espacio, un espacio para ver por dónde va la cosa hoy”, se entusiasma. “No es el único, pero sí uno muy importante y los que estamos hace algún tiempo en esto sabemos la importancia de que los espacios y los canales por dónde transita la historieta estén abiertos para poder seguir escribiendo, dibujando y editando historietas”.
El responsable de Agua Negra Ediciones, en tanto, reconoce que “Fierro hace posible la existencia de muchas de las obras” que él y sus colegas publican luego como libros. Federico Grunauer traza el complejo panorama que retroalimenta a la revista, los historietistas y los editores independientes, que rara vez pueden acompañar financieramente un proyecto desde su mismísimo comienzo. Además, cree que muchos albergaron alguna vez “la ilusión de publicar en formato revista, llegar a los kioscos todos los meses, tener una comunicación constante y fluida con los lectores, porque la mayoría esta generación de editores crecimos así como lectores, con las revistas”.
En estos nueve años, Fierro consolidó una voz propia. Una forma de ser y hacer, que alguna vez se reclamó o discutió cuando no había nadie más publicando historieta. Fierro, valga la tautología, es Fierro. Y bienvenido sea. Porque como dice Grunauer: “como producto editorial a veces me gusta más, a veces menos; pero siempre me encanta saber que sigue estando en el kiosco”.
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