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Sábado, 27 de febrero de 2016
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SUPER MONSIEUR FRUIT, PARODIA DE NICOLAS DE CRECY

Con las harinas como kryptonita

La primera experiencia del autor francés con la comedia se mete con los superhéroes norteamericanos y en particular con Superman: su personaje es Clarc Quent, es obeso y llega tarde al Daily Mail porque no puede correr ni al colectivo.

Por Andrés Valenzuela
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Al francés Nicolas de Crécy se lo ubica rápidamente por su Période glaciaire, el bello álbum que abrió la serie de historietas dedicadas a y publicadas por el Museo de Louvre, de París. Los cinéfilos oyeron hablar de él con el lanzamiento de Las trillizas de Belleville, pues su viejo amigo Sylvain Chomet tuvo a cargo la estética de la película y –para muchos– plagió a De Crécy, quien no aparece en los créditos. Sin embargo, la obra de este historietista y dibujante lyonés es muy extensa y atraviesa géneros y estilos. La editorial LocoRabia publicó recientemente Super Monsieur Fruit, una parodia delirante de la historieta de superhéroes norteamericana, y primera experiencia directa del autor con la comedia.

Super Monsieur Fruit bordea lo que los norteamericanos llaman un “elseworld”. O sea, una suerte de versión alternativa de los personajes tradicionales si las circunstancias hubieran sido distintas. En cine se vio el concepto hace poco con Kryptonita, de Nicanor Loretti, sobre la novela de Leo Oyola. Aquí la acción sigue transcurriendo en Estados Unidos, pero Clark Kent ahora es Clarc Quent y no viene de Krypton. Es tan norteamericano que hasta es obeso, y llega siempre tarde a la redacción del Daily Planet porque pierde el colectivo (que no puede ni correr) y se va a “recuperar energías” a la pastelería más cercana. Con esa crítica a la sociedad estadounidense, De Crécy comienza un viaje casi lisérgico, en que a Quent lo encara un representante del planeta de las frutas y verduras, quien le ofrece una naranja mágica que le dará poderes para convertirse en el ¿super? héroe que da nombre al libro. Y claro, sus misiones (el volumen reúne dos historias) tienen que ver con salvar a frutas y verduras de todo el planeta con los poderes de la fructosa y la utilización del supermonsierfruitmóvil (que también engorda y se vuelve más poderoso conforme le ponen alcohol de ciruelas).

El rechoncho héroe tiene su propio némesis, un manipulador génerico de vegetales que busca conquistar el mundo primero engordando y luego adelgazando a la población. Plan maquiavélico que De Crécy aprovecha para atacar no solo a la producción industrial de verduras y frutas, sino también al sistema publicitario y a las pujas políticas por los espacios de poder. El autor hace gala en este libro de un humor sutil, repleto de giros coloquiales que la traducción captura muy bien y no pasa página en la que no vuele alguna mofa hacia la sociedad norteamericana o los lugares comunes del género de superhéroes (en particular, claro, la figura de Superman).

El dibujo es muy dinámico. Si en títulos como Bibendum céleste De Crécy trabajaba con color directo, o en el mismo Période glaciaire hacía gala de una técnica exquisita, aquí opta por un estilo de dibujo muchísimo más suelto, de lápices rápidos y ágiles, pensando más en la narración que en el lucimiento o la belleza obvia de las viñetas. En la elección estética también quedan claro cómo el autor pretende que se lea su obra: de un tirón, para reírse y sin detenerse en firuletes que distraen de lo importante. En total, son más de 300 páginas en este estilo, que vuelan entre los dedos. Páginas suficientes para darse una panzada.

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