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Miércoles, 18 de junio de 2008
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Judith Gociol y Marina Naranjo cuentan cómo se armó la muestra 100% Negro

De visita en el mundo Fontanarrosa

“Nuestra preocupación era distinguir tanto su obra como dibujante y como gráfico en la misma medida que su aspecto literario”, señalan las curadoras para explicar el fluido entrecruzamiento de diferentes géneros y formatos.

Por Oscar Ranzani
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“Era una persona sumamente modesta. Lo que asombra de este artista es que era un grande y nadie se daba cuenta.”

A casi un año de la muerte del recordado Roberto Fontanarrosa, una muestra con doscientas piezas pueblan un enorme salón del primer piso de Imago Espacio de Arte (Suipacha 658): libros, viñetas de humor agrupadas por temas, tiras de historietas, pinturas, afiches, tarjetas, almanaques (con dibujos de otros gauchos anteriores a Inodoro Pereyra), películas de libros, bocetos y manuscritos de su obra literaria, entre otros, permiten revivir la esencia de este gran dibujante y humorista rosarino que transformó la pluma y el pincel en alegría popular de muchos. La Fundación OSDE organizó Fontanarrosa. 100 % Negro, la mayor exposición dedicada al autor de Boogie el Aceitoso en Buenos Aires que, incluso, contiene trabajos históricos que van desde su primer y último chiste hasta las historietas que realizaba de niño, cuando todavía estaba lejos de ser el gran dibujante, aunque sus trazos ya marcaban desde pequeño una sentencia justa: no iba a ser olvidado. La muestra está curada por la periodista Judith Gociol y Marina Naranjo, quien colaboró como diseñadora editorial con Fontanarrosa desde 1992 en Ediciones de la Flor. Fontanarrosa. 100% Negro se inauguró ayer y puede visitarse de lunes a sábados de 12 a 20, con entrada gratuita, hasta el 2 de agosto.

“Nosotras destacamos la obra del Negro”, señala Naranjo desde el comienzo, dejando en claro que la muestra no se trata de una historia de vida, sino de su obra (tanto la conocida como la que se desconoce). “Nuestra enorme preocupación, al principio, era cómo distinguir tanto su obra como dibujante y como gráfico en la misma medida que su aspecto literario. Eso hizo que la muestra tenga tantas facetas y tantos entrecruzamientos de los distintos géneros que abarca”, agrega Naranjo.

De las doscientas piezas, la mayor parte son originales tomadas de su archivo personal gracias a la colaboración de la familia Fontanarrosa. Uno de los núcleos temáticos incluye sus comienzos: en el ambiente de Imago Espacio de Arte hay un sector que está ambientado como si fuera su estudio, con una mesa de dibujo y los cuadros reales que tenía colgados (no eran de su autoría sino de otros). En ese sitio hay originales de trabajos de Fontanarrosa, posters que conservaba en su estudio, maquetas y algunos trabajos de su primera etapa publicitaria.

Cercanos, están los primeros trabajos en Clarín y en Ediciones de la Flor. Hubo un período corto en el que Fontanarrosa estudió con un pintor rosarino y de aquella etapa hay bocetos. En Fontanarrosa. 100% Negro también pueden apreciarse los trabajos publicitarios, que tienen un valor especial, ya que son de lo más desconocidos de su obra. Una vitrina contiene una rareza: una nota que escribió sobre Rosario Central y otra sobre historieta para la revista Zoom. En ese sector se destaca también su labor en Boom, donde ilustraba las tapas y los avisos publicitarios.

Entre las perlas de la expo se ubican sus primeros dibujos realizados de niño (una historieta titulada Invasión y otra denominada Coronel Pattón en patrulla heroica). “El hacía una historieta en hojas de cuaderno o en pequeñas libretitas que fabricaba cuando estaba en la primaria con un amigo, y que al que las quería mirar, le cobraban algo”, señala Gociol. Algunas están realizadas con lápices, otras con biromes y están enmarcadas o en vitrinas. Otras perlitas son su primer chiste gráfico publicado en Boom, dos de las libretitas donde anotaba ideas para desarrollar futuros trabajos y bocetos de tapas realizados con lápiz para El sexo de Fontanarrosa y El área 18.

“En el sector central están los personajes que lo hicieron muy famoso, como Inodoro Pereyra y Boogie, el aceitoso (dibujó doce años a Boogie y treinta y dos a Inodoro). Hay joyitas como las primeras tiras, algunas que elegimos por temas o por diversidad para que se viera el paso del tiempo en este tránsito de tantos años”, relata Naranjo, acerca del sector donde pueden verse el primer Inodoro y el primer Boogie que dibujó.

En “Espacio Literario” las curadoras realizaron una selección muy minuciosa: hay originales de una de sus novelas, La gansada, y piezas escritas a máquina, algunas indicaciones gráficas entre el editor y Fontanarrosa, libros de Ediciones de la Flor e imágenes del personaje Esteban Etchenique, que reproducía aforismos. Otro de los espacios reproduce el Bar El Cairo, con sillitas y mesas sobre las cuales pueden leerse revistas con historietas del Negro. En la simulación de las paredes de El Cairo hay colgados chistes propios que “son casi todos vinculados a la pareja o al sexo, porque son los temas recurrentes de la Mesa de los Galanes”, comenta Gociol.

Rindiendo honor a su fanatismo canalla, se destinó un sector a una de sus grandes pasiones: el fútbol, del cual Fontanarrosa escribió largo y tendido. Allí se depositó una camiseta de Rosario Central que data de cuando El Negro cumplió sesenta años y el club le obsequió como regalo de cumpleaños. También hay chistes del ser canalla y una tira de Semblanzas Deportivas conocida como El conejo Fumetti. En este sector pueden escucharse goles históricos de Rosario Central. “Está reproducido el logo canalla que es el último trabajo que pudo dibujar y que ahora es el emblema de la camiseta de Rosario Central”, cuenta Gociol. Al lado hay una pantalla donde se proyectan fotos de archivo con amigos y colegas.

Buena parte de los espacios de la muestra son paneles con chistes que Fontanarrosa publicó en distintos medios argentinos y publicaciones del exterior. Los dibujos y chistes no están ordenados cronológicamente, sino por temáticas: animales, piratas, militares, parejas, eróticos, teatro, cine, situación internacional, fútbol. “En su archivo tenía clasificados los trabajos de esa manera y los guardaba así, en cajas grandes muy bien protegidas con una etiqueta en la que se leía el contenido. Nosotros lo que hicimos fue, respetando esa forma que él tenía de guardar sus trabajos, abrir esas cajas y tomar algunos”, dice Naranjo. “Seguimos el criterio que él tenía de guardar su material. Entonces, lo que intentamos fue ir nucleando algunos de esos trabajos con esos temas”, agrega la curadora. “Otra idea que nosotros sostenemos es que era una persona que cruzaba géneros. Era básicamente un narrador de lo cotidiano y esa mirada la volcaba en distintos formatos. Entonces, cronológicamente no nos permitía dar esa mirada; en cambio, hacerlo temáticamente sí porque, entonces, ves cuentos que tienen el mismo tema que historietas, por ejemplo. Era mejor mostrarlas así que si las hubiéramos ordenado cronológicamente”, explica Gociol. A lo largo del tiempo, Fontanarrosa “cambió mucho su dibujo y su temática se mantuvo muy universal”, considera Gociol. “Y eso era algo que también queríamos mostrar: desde el principio hasta ahora los chistes siguen teniendo vigencia y, a la vez, se advierte claramente un cambio en el trazo y en el dibujo.”

Gociol y Naranjo conocieron a Fontanarrosa. “La que lo conoce de más tiempo soy yo”, dice Naranjo, quien trabajó dieciséis años con El Negro. “Era una persona sumamente modesta. Yo creo que lo que asombra de este artista es que era un grande y que nadie se daba cuenta. Y nos toca hoy, después de que él pasó por aquí y nos regaló esta obra, distinguirlo, y lograr que otros que no lo conocieron o que no pudieron acercarse a su mundo puedan ingresar realmente al mundo Fontanarrosa que me parece muy rico: habla de la condición humana, toma la condición del humor como filosofía de vida. El se divirtió mucho en vida con ese mundo que pudo plasmar contándolo con todos estos formatos, y es un artista a tener en cuenta porque ha trabajado todos los formatos en la misma calidad, tanto la gráfica como la narrativa, como lo literario.” Gociol considera que sí tuvo “un gran reconocimiento de los lectores. Lo que pasa es que cuando hablabas con él, estaba en un lugar de modestia. Incluso esta idea que repetía de que no había terminado el secundario y que no sabía dibujar. Tenía como una serie de muletillas que lo bajaban de nivel, por decirlo de alguna manera. Pero no eran ciertas. Era cierto que no terminó el secundario, pero no que no tuviera una cultura equiparable a la de muchos escritores”.

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