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Lunes, 7 de julio de 2008
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Una cantata sobre la guerra de la Triple Alianza

La justicia musical tarda, pero llega

En Francisco Solano López, el mariscal de América, el compositor cordobés Claudio Bustos, radicado en Asunción, aborda musical y poéticamente la tragedia de una guerra que dejó casi un millón de muertos y un país destruido.

Por Cristian Vitale
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Bustos utilizó un concepto estético similar al Taki Ongoy de Víctor Heredia.

Si se observa un mapa de Sudamérica previo a la guerra de la Triple Alianza (pongamos 1864), el detalle no pasa inadvertido: Paraguay, que hoy ocupa apenas un rincón del sudeste, era más grande que Argentina y casi tanto como Brasil. No sólo eso –al cabo, la extensión territorial puede ser apenas un detalle– sino que significaba el corazón de quienes creían, aún, en un sistema americano ajeno a los intereses británicos. País desarrollado y autárquico, 98 por ciento de la tierra en manos del Estado, industria pujante, mercado interno protegido... así, hasta que Bartolomé Mitre, el uruguayo Venancio Flores y Pedro II, emperador del Brasil, pisaron el palito imperialista. Compraron los espejos de colores del mundo “civilizador” de entonces –solventado por la Baring Brothers y la banca Rothschild– y decidieron devastar. ¿El problema? Por los ríos del Paraguay no podían circular naves británicas. Y entonces, el genocidio. Hoy, 138 años después de la guerra más cruel e injusta sufrida en esta parte del planeta, Claudio Bustos –músico y compositor cordobés– decidió hacer justicia poética con una cantata profundísima: Francisco Solano López, el mariscal de América.

“Esta obra se encara desde la ideología de la Patria Grande y, como decimos en la presentación del trabajo, no podemos reeditar la historia pero nos queda la libertad de ejercitar la memoria. No solamente desde la versión de los vencedores, sino desde la posición de rever los sucesos históricos despojados de fanatismos; desde ese lugar donde es posible ver gestos heroicos y amor sin límites también en las trincheras de los vencidos”, cuenta el músico, radicado hace cinco años en Asunción. Con un concepto estético similar al Taki Ongoy de Víctor Heredia –un mix de glosas, relatos en off y canciones–, la cantata recorre en 53 tracks origen, desarrollo y final de un holocausto omitido como tal por la historiografía oficial. Con el fin de “curar las heridas abiertas entre los pueblos”, Bustos, acompañado por Fermín Fierro y Daniel Larrea, transforma en arte lo que los libros contaron a tinta roja: mezcla detalles personales de Solano López con pasajes cruentos, heroicos e insólitos de una guerra que dejó casi un millón de muertos y un país destruido.

“El relato y la música conjugan una secuencia que parte desde la infancia de Solano López y su protagonismo en la vida política y militar del Paraguay. La riqueza testimonial de los textos, la alusión poética, la musicalización basada en ritmos de la región y la generación de diferentes climas durante la narración a través de los efectos especiales, hacen de esta cantata una obra integral que sumerge al que la escucha en las páginas de la historia”, explica Bustos. Mucho, en rigor, se ha escrito sobre los efectos de esta guerra: que murió gran parte de la población masculina paraguaya; que Brasil sumó a su imperio más de 60 mil kilómetros cuadrados; que Argentina otros 94 mil (todo Misiones y Chaco); que muchos caudillos argentinos (Felipe Varela, en especial) y sus milicias se negaron a participar; que fue absolutamente impopular; que Paraguay perdió en independencia y ganó en latifundio; que perdió en industria y ganó en deuda externa; que Mitre (instigador argentino del litigio) llamaba voluntarios a soldados con grilletes.

Enlaza Bustos: “La obra debe trascender desde el punto de vista de la nueva narrativa histórica, porque utiliza la canción, el relato y el poema como herramienta formadora, sobre todo de estos nuevos conceptos que los está emitiendo un argentino, haciendo una autocrítica sobre aquel Tratado de la Triple Alianza”. La idea nació hace varios años pero naufragó hasta que, muerto Fierro, Larrea y Bustos –bajo la coordinación general de la periodista Patricia Da Luz– decidieron editar el disco. En 2003, el cordobés –que también ha musicalizado poemas de Nicolás Guillén, Augusto Roa Bastos e Isabel Birriel– se radicó en Asunción y comenzó la grabación. “Fue un trabajo de mucho tiempo de producción debido a la cantidad de artistas, músicos y técnicos involucrados. Participan argentinos y paraguayos que hicieron un gran aporte de talento y de tiempo. También tratamos de ser muy minuciosos en los arreglos y en la presentación de la cantata”, informa. La obra se estrenó en el actual Cabildo Cultural de Asunción –el lugar donde Solano López fue elegido presidente en 1862, por mandato del Congreso nacional– y se presentó en Posadas, en la Feria del Libro de Buenos Aires. Sigue Bustos: “Hace poco en Paraguay se produjo un debate sobre la frase final del Mariscal: ‘muero con mi Patria o muero por mi Patria’ y sus detractores, que también los hay, aducen que llevó a su país al holocausto”.

–¿Y cuál es su visión?

–Personalmente, creo que actuó en base a la presión política y económica de su tiempo y también me pregunto: si los tres aliados no se hubieran encontrado con la resistencia del Mariscal y su pueblo, ¿Paraguay no sería hoy producto de la política expansionista de ese tiempo, un apéndice territorial más que un país independiente? Si la guerra no hubiera existido, estoy convencido de que los avances tecnológicos, culturales y productivos del Paraguay de la época lo habrían consolidado en la vanguardia sociopolítica del continente.

–¿Cree que aún aquella guerra conserva heridas en términos de relación entre los pueblos?

–Sin dudas quedan heridas que, generación tras generación, se trasladan al hoy. Esto lo podemos sentir cuando hablamos de “paraguas” en Argentina o en Paraguay de “kurepas”, para referirnos unos a otros de modo despectivo.

–Es muy fuerte la parte en que se aborda la cuestión de los niños guerreros...

–Cuando la guerra dejó al Paraguay sin hombres en condiciones de ir al frente, mujeres y niños tomaron las armas. Esta es una gesta muy cruel y significativa. Por eso, el día del niño en Paraguay se conmemora el mismo día en que tres mil niños fueron aniquilados por los mercenarios del Conde D’Eu en la batalla de Acosta Ñú. El coraje de esos niños mártires marca a fuego la memoria de la guerra y es imposible sustraerse a la emotividad que ello significa.

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