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Lunes, 15 de septiembre de 2008
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Ucronías argentinas, o la fantasía de poner la historia patas para arriba

“La mayoría de los finales no son del todo delirantes”

El libro escrito por Javier Aguirre, Fernando Sánchez y Eduardo Blanco invita a una visita imaginaria a realidades que pudieron haber sido y no fueron. El tono “revista Barcelona” es indisimulable en estas perlas contrafácticas. ¡Hasta a Diego le anularon el gol a los ingleses!

Por Facundo García
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Todo podría haber sido muy distinto en la Argentina.

El enano tiene puesto un frac con lentejuelas y fuma un habano. Abre la puerta del vehículo, invita a pasar y después se va, en parte porque no tiene nada que ver con esta nota y en parte porque en la Máquina para Viajar a Universos Paralelos ya están todos los asientos ocupados. Dentro de la cabina, los periodistas de la revista Barcelona que escribieron Ucronías argentinas –Javier Aguirre, Fernando Sánchez y Eduardo Blanco, los tres redactores de Barcelona y los dos primeros colaboradores del Suplemento No de PáginaI12– se preparan para el despegue. Juntos harán una visita imaginaria a realidades que pudieron haber sido y no fueron. Ese es, a grandes rasgos, el sentido de la palabra “ucronía”. Aparecerá el Sheraton convertido en hospital de niños, Bergoglio ungido papa y hasta un país en el que las tribus patagónicas dejaron las nalgas del General Roca a la miseria. Y eso es sólo un primer pantallazo a estas diez historias que acaba de publicar Sudamericana. Lo que pueda suceder después obedece únicamente a los límites de lo imaginable.

La Campaña contra el Huinca

¿Qué habría pasado si los pueblos originarios hubieran vencido en la llamada Campaña del Desierto? La incógnita dio pie a pasajes desopilantes, pero también a hipótesis sobre “cómo hubieran reaccionado los milicos y el resto de los blancos” en caso de que los guerreros de Calfucurá se envalentonaran hasta ir a cascotear la Plaza de Mayo. “Varias veces sentí que estábamos haciendo una especie de ejercicio contra esos manuales bobos que no te dan espacio para pensar”, apunta Blanco. Aguirre resume: “en cierta medida uno ya maneja esto del ‘qué hubiera pasado’. Está la boludez repetida de que ‘si hubiéramos dejado que nos invadieran los ingleses, seríamos del Primer Mundo’. Y también se usa con las minas. Uno se pregunta ‘¿y si le decía esto o aquello?’ generalmente cuando la flaca ya está con otro”.

La Máquina para Viajar por Universos Paralelos se detiene. Alrededor se despliega un presente alterno, gobernado por los nativos, sin vestigios de la generación del ochenta y repleto de lobbistas amerindios que transan con las trasnacionales. “Los fusiles Remington, la logística occidental y la vasta experiencia del Estado argentino en el asesinato de aborígenes adolescentes forjada durante la Guerra del Paraguay –anotan los entrevistados– sirvieron de poco ante la apabullante maquinaria bélica de ranqueles y mapuches.” De ahí para adelante el derrotero nacional ha cambiado de signo. Han surgido figuras como Lucio Catriel Huerque –-versión “indie” de L. V. Mansilla–, que publica las memorias de sus malones en “Una invasión a los Blancos Cabeza”. Y un siglo después, causa sensación la revista Carpas, en la que el jet-set originario se solaza en su sibaritismo a partir de titulares como “El juez Ollantay muestra su lujosa toldería y rechaza las acusaciones de corrupción”.

“La historia considerada verdadera’, así como las que nosotros elegimos contar, son en buena medida construcciones ficticias. Intentamos subrayar eso”, relata Blanco, en tanto que sus compañeros invitan a rajar señalando las boleadoras que ya empiezan a caer en las inmediaciones.

El Hospital Sheraton

“Qué lindo que va a hacer/el hospital de niños/en el Sheraton Hotel.” La rima fácil y el lujo que ofrecía el edificio de Retiro hicieron que Montoneros lo usara como blanco frecuente de sus cantitos, allá por los setenta. ¿Y si hubieran ganado? ¿Y si no sólo el Sheraton, sino toda la república hubiera quedado a merced de la bigotuda militancia setentista?

Los autores ensayan una respuesta al precisar que los cuadros más importantes del peronismo revolucionario “provenían de los barrios más acomodados (...) y ante la falta de entretenimientos mejores (acaso porque la PlayStation no existía todavía) decidieron volcarse a la militancia política, con especial predilección por las corrientes que proponían los tiros, los disfraces, los sobrenombres y la colocación de explosivos”.

En esta “Patria Montonera”, Firmenich, Norma Arrostito, Fernando Vaca Narvaja y Perdía siguen en la Casa Rosada treinta y cinco años después de haber llegado al poder y conservan oficinas con cientos de asesores. “La mayoría de los finales no son del todo delirantes cumplen con cierta verosimilitud –comenta Aguirre–. Tratamos de mantener un anclaje; que los protagonistas hicieran cosas que perfectamente podrían haber hecho.”

–Une los capítulos la sensación de que, pasara lo que pasara, el fin habría sido igual de desastroso. ¿No hay ningún happy end?

Eduardo Blanco: –Al barajar elementos de la historia argentina, no hay demasiados finales felices. Hay más bien una sucesión de tocadas de fondo. Pensabas que habías llegado al pozo absoluto... y sorpresa, se puede caer un poco más. Cosa que nos sirve: ¡los derrotados somos gente más divertida!

Maradona, “pelotudo cósmico”

El próximo aterrizaje es en 1986, frente a un televisor que transmite en directo el partido Argentina-Inglaterra del Mundial de México. La pantalla muestra un centro perfecto, y a Maradona que salta casi simultáneamente con el arquero Peter Shilton. La escena parece congelarse y, de repente, la voz de Víctor Hugo Morales se explaya: “¡Es un gil a cuadros! ¡Mano de Diego! ¡La más grande pelotudez de todos los tiempos!”. El árbitro echa al Pelusa, iniciando la estrepitosa caída de quien termina siendo definido por Valdano como “un homo sapiens liviano, vulgar y nimio, de ideas tan toscas y conductas tan amonestables que sólo pueden mensurarse en años luz”. Aguirre destaca que “si pasaba esto, si a Diego lo echaban –como en Francia echaron a Ortega por un cabezazo– probablemente lo habrían crucificado”. El ámbito futbolístico es tierra fértil para la especulación retrospectiva. No es casualidad que Ucronías argentinas se haya engendrado en una charla de bar, con los tres hombres preguntándose qué habría sido de la humanidad si la pelota que los holandeses pegaron en el palo en la final del ’78 hubiera entrado.

Sucede que ahí donde surgen ganas de bifurcar lo que pasó es que hay emociones involucradas. Y estos excursionistas de mundos paralelos no son la excepción. Se metieron con una Evita que se hace gorila por despecho, un Belgrano que diseña la bandera color gris por haber encontrado el día nublado, y hasta con los recursos naturales del territorio nacional arrasados por el efecto Y2K. La lista sigue. Se suman Luca Prodan devenido viejo vinagre, los afroargentinos en el poder gracias a su agrupación Sabor y Azúcar Morena, y un Gardel estigmatizado como “el morocho nefasto” después de salvarse del accidente aéreo y ser rotulado como mufa. Mientras la tele ya muestra la derrota de los albicelestes –que se trompean entre sí–, la duda natural es si costó elaborar los textos de a tres. Sánchez desestima cualquier complicación. “En Barcelona tenemos reuniones con diez locos, estamos acostumbrados.” “Era mucho más divertido hacerlo en conjunto, e ir pasándonos lo que inventábamos”, asegura Blanco.

Chanta I, El Papa Argentino

Con la nave ucrónica casi sin combustible, la última posta de la tarde es El Vaticano. “Juan Pablo II dejó de babear a causa de su muerte el 3 de abril de 2005”, anuncian los cronistas. En consecuencia –y tras bailar breakdance en el cónclave– Jorge Mario Bergoglio se convirtió en Chanta I, el primer papa argentino. A lo lejos se lo puede ver dando su “misa latina” al ritmo de una férrea ortodoxia doctrinaria disimulada con sones caribeños y cha cha cha. Ojo, tiene sus fans. Los posters lo muestran como el sacerdote “100% libre de pecado”, destinatario ideal para apoyar “sus transitadas ancas” en el trono de San Pedro.

–¡Y consiguieron fotos! ¿De dónde salió este material?

Javier Aguirre: –Para cuando terminamos de armar los diez capítulos, habíamos pensado en muchas imágenes. Entonces el ilustrador Mariano Lucano las concretó. Fue llevadero, porque ya nos conocemos de la revista.

–Ustedes suelen agarrarse con pesos pesado. Una tapa de Barcelona tenía una caricatura de Mahoma, y a partir de ahora el propio Bergoglio seguramente no va a orar mucho por ustedes... ¿Nunca los apretaron?

Fernando Sánchez: –Por suerte no ha pasado a mayores. Esto es un experimento con los lugares comunes de los medios y la cultura, y cada vez se lo entiende más. Igual cada tanto la térmica salta por el lugar menos esperado. Ejemplo: en la misma Barcelona de Mahoma, aparecieron unos padres de chicos de Cromañón que amenazaron con venir a quemar la redacción. Llegaron un par de cartas documentos, pero como no hay particular mala leche ni tenemos un mango, las aguas se tranquilizaron... o por ahí no le interesamos a nadie, no sé.

En ese momento una horda de feligreses inicia una estampida para rapiñar las hostias que entrega Chanta I. Esquivando la masa, los autores deciden el regreso. Será complicado: tratándose de Argentina, no siempre está claro qué significa volver de la ficción.

Ucronías argentinas. Diez historias que pudieron haber cambiado la historia se presentará el próximo jueves a las 19 en La Boutique del Libro (Thames 1762). Ese día habrá dos “charlas sin debate”.

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