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Martes, 13 de enero de 2009
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LA VUELTA DE MICKEY ROURKE A LAS GRANDES LIGAS DE HOLLYWOOD

El regreso del luchador herido

Todas las apuestas pronostican al actor un Oscar por su último papel en The Wrestler, en la que interpreta a un luchador que sigue en el ring para pelear con un viejo adversario, aunque su mejor momento haya sido hace 20 años.

Por Sophie Morris *
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Mickey Rourke fue negado durante dos décadas.

A Hollywood le encantan las historias de redención tras la adversidad, de esas que les dan calor a los corazones; la industria del cine puede sacarle a un héroe su vida agraciada y reconstruirlo nuevamente dentro del sueño americano en 90 minutos con tal facilidad y uniformidad que estas películas podrían haber caído de una línea de ensamblaje de una fábrica. Pero cuando uno de los propios de Hollywood cae, el juicio es impiadoso y por lo general prolongado, como Mickey Rourke lo ha descubierto durante las últimas dos décadas. Y si dejás de estar en gracia por la clase de agachadas y caídas libres, y por el comportamiento de chico malo por los que Rourke se hizo conocido durante los ’80, cuando su trabajo recibía aplausos de la crítica y comparaciones con Marlon Brando y James Dean, es muy probable que tus años en la jungla sean amargos.

Pero Rourke está de regreso y en excelente forma. Se dice que ganará el Oscar como mejor actor por su último papel en The Wrestler, en la que interpreta a un luchador que sigue en el ring, aunque su mejor momento haya sido hace 20 años. Randy “El Carnero” Robinson se retiró una vez por problemas de salud, pero encontró incentivo para regresar en una pelea con un viejo adversario. Los paralelos con la propia historia de Rourke no pasarán inadvertidos, incluso para los más casuales de los observadores, pero hace falta más que un poco de simpatía para lograr una performance del calibre de la que se le acredita. Mientras que The Wrestler ya ganó el premio máximo en el Festival de Venecia, Rourke se llevó dos galardones como mejor actor de la Asociación de Críticos de Estados Unidos y fue nominado para unos cuantos otros, incluido el codiciado Golden Globe que obtuvo.

No todo ha sido tranquilidad en el frente para Rourke en los últimos años. En 2003 tuvo un cameo en Erase una vez en México, de Robert Rodríguez, y dos años más tarde fue parte de otra película del director, Sin City. Pero si hay que tomar algo como confirmación de que esta vez Rourke retornó al juego de Hollywood para siempre, eso debería ser su actual mojada de oreja a su viejo amigo Sean Penn. Penn también está en la lista de predicciones para el Oscar por la película Milk, en la que interpreta a Harvey Milk, el primer gay declarado en ser electo para un cargo público en Estados Unidos. Ganar el Oscar sería el pasaje de regreso a Hollywood propiamente dicho, un lugar que curiosamente él rechazó en el tope de su fama a través de malas elecciones y peor comportamiento, pero donde continuó viviendo, incluso aceptando golpes dolorosos como ser reconocido en un supermercado como “alguien que fue una estrella”. El se retiró oficialmente en 1991, diciendo que había “perdido el respeto por la actuación” debido a que en Hollywood “la vara se ponía demasiado abajo”. También le costaba reconciliarse con su aspecto de tipo duro y llamó al negocio “un trabajo de mujeres”.

Muchos de sus seguidores no conocían su historia anterior y no tenían idea de que Rourke era un golpeador más allá de la pantalla. El había boxeado desde los 14 años en Miami Beach; pelear en un ring era la progresión natural de una crianza violenta en manos de su padrastro, un oficial de policía (quien ha negado que su relación haya sido violenta o infeliz en modo alguno). Rourke nació en 1952 en la ciudad de Schenectady, en el estado de Nueva York, en el seno de una familia católica con ascendencia francesa e irlandesa. Su padre se fue cuando él tenía 6 años y su madre volvió a casarse con Eugene Addis. Este oficial de policía, que ya tenía cinco hijos propios, llevó a Mickey y a su hermano Joey a Florida, donde crecieron en un barrio negro áspero de Miami Beach llamado Liberty City. Ese es otro punto que niega Addis, quien dice que la familia vivía en un área blanca llamada Miami Shores. Addis incluso niega que Rourke haya sido, como él dice, un boxeador amateur exitoso.

Cualquiera sea la verdad sobre su crianza, el comportamiento de Rourke es el de un hombre con demonios a los que pelear, reales o imaginarios, y todavía no se ha rendido. “Es un tipo increíblemente duro”, dice Morgan, quien fue cautivado por Rourke cuando lo entrevistó justo después del final de The Wrestler. “Tiene la más extraordinaria presencia física que yo recuerde. Hay cierta ferocidad en él, pero a su vez es un tipo muy sensible, alguien que sufrió mucho abuso por parte de su padrastro y cuyo hermano murió de cáncer a los 40 y pico, alguien cuyo corazón fue roto por Carrie Otis y que nunca pudo repararlo.”

Rourke conoció a Otis, una exitosa modelo internacional, en el set de Orquídea salvaje, después del final de su matrimonio con otra coprotagonista, Debra Feuer. Orquídea salvaje, en la que se dice que la pareja filmó una escena de sexo real, fue estrenada en 1992 y ellos se casaron ese mismo año. En 1994, Rourke fue arrestado por golpear a su mujer. Más tarde ella retiró los cargos, pero se divorciaron en 1998. La única relación a largo plazo que tuvo desde entonces ha sido con su cortejo de perros minúsculos, un apéndice bizarro para un hombre enorme que se rompió casi todos los huesos del rostro y las manos (y unos cuantos otros), heridas que, según él mismo, forzaron sus visitas a cirujanos plásticos que dejaron sus rasgos bellos y casi elegantes, reensamblados, levemente desbalanceados en una gran cara rellenita.

Rourke encontró asistencia y dice que su fe católica es la razón de su redención. Admitió ante Morgan que había contemplado el suicidio más de una vez y que incluso llegó a pensar en cómo iba a matarse. En diferentes entrevistas dijo que la mirada de uno de sus amados chihuahuas evitó que se matara. Otra vez tenía planeado matar a un tipo que había violado y golpeado a su ex esposa Otis antes de suicidarse, pero un sacerdote lo convenció de no hacerlo. En ese momento, Rourke no se daba cuenta de que su lucha por encontrar papeles decentes tenía que ver con ciertos personajes influyentes de la industria que se negaban a trabajar con él. En 2003 le ofrecieron un protagónico junto a Nicole Kidman en In the Cut, un thriller picante que terminó en manos de Meg Ryan y Mark Ruffalo, pero le retiraron la oferta. Kidman se había negado a trabajar con él. Al año siguiente se ganó un papel en Man on Fire, pero su gran escena con Denzel Washington fue misteriosamente cortada.

Aunque suene a que Hollywood fue demasiado cruel con Rourke, él no jugó sus cartas como debería haberlo hecho. Además de romper todo vínculo en los sets, se ganó una reputación de aspirante a Hell Angel, de robarles las mujeres a otros tipos y de meterse en peleas. A fines de 2007 fue arrestado en Miami por conducir alcoholizado. Aun así suena cursi que el Rourke del pasado sea desenterrado de las cenizas con un papel muy cercano a sus propias experiencias. El habría continuado boxeando si su salud se lo hubiese permitido, igual que su personaje Randy Robinson. “Creo que le ha recordado a la gente que probablemente sea uno de los tres o cuatro mejores actores del mundo, y que siempre lo ha sido”, dice Morgan. Esa es exactamente la clase de hipérbole que Rourke necesita para jugarse en su reclamo de llevarse el Oscar al mejor actor. Si hay que guiarse por su ataque a Penn, el tipo ha vuelto a calzarse los guantes.

* De The Independent. Especial para Página/12.

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