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Lunes, 23 de marzo de 2009
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¡Che Boludo! o los argentinos vistos por un yanqui

Un libro que no es puro chamuyo

El carpintero James Bracken vino a la Argentina, se enamoró, se instaló en Bariloche y escribió una guía para que los extranjeros entiendan las claves de la cultura vernácula. Imperdible.

Por Facundo García
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Si de un momento a otro un argentino pretendiera esconderse, no le sería nada fácil. En caso de no llevar zapatillas rolingas, lo delataría su propensión a hablar en voz alta en cualquier lado o el cancherismo medio berreta con el que intentaría establecer contactos con el sexo opuesto. Aun si se cuidara de disimular esas pistas, habría un larguísimo catálogo de gestos y modismos que lo mandarían en cana. James Bracken se dedicó a compilar ese código semisecreto y así nació ¡Che Boludo! (Caleuche), una guía para que los gringos entiendan las claves de la cultura vernácula. Recorrer el libro da la certeza de que haber nacido al sur del sur es una circunstancia más rara –y divertida– de lo que comúnmente se cree. Y conversar con el autor revela que haberse metido a investigar las costumbres de estas tierras tuvo consecuencias irreversibles, incluyendo un par de hijos y una mudanza a Bariloche.

El hecho de que quien concretó el “estudio” no haya sido un académico de trasero achatado sino un ex carpintero yanqui que estaba dispuesto a hacer lo que fuera para levantarse a una belleza local sin duda le suma valor al experimento: “Tengo cuarenta pirulos. Vine a la Argentina para conocer la Patagonia y escalar las montañas de El Chaltén. Allá conocí a mi mujer barilochensa (sic), que no hablaba inglés. Yo usaba el poco castellano que había aprendido en Perú y de los compañeros de trabajo mexicanos. ‘Mi enamore’ (sic) y tuve que ponerme las pilas para comunicarme un poco más con mi chica nueva”, recapitula el estadounidense. “Estaba muy motivado, pero me costó un huevo comprender la jerga. ¡Español es un quilombo! Miles de formas de verbos. Y el tema de masculino y femenina... ¿por qué ‘pija’, ‘poronga’, ‘verga’, la cosa (sic) que define el hombre es una palabra femenina? ¿Quién decidió todo eso?”

El análisis de Bracken no se quedó en la superficie. Su mirada alterna asombro con afecto, más unas pizcas de acidez. Viene de una sociedad que en muchos sentidos es lejana, por lo que encuentra huellas de la distancia en aspectos tan diversos como los debates sobre política o el modo en que se pide un café. “En la Argentina –observa en el prólogo, que al igual que el resto del texto está escrito en inglés– no existe tabú con respecto al uso del lenguaje. A nadie le va a llamar demasiado la atención si una viejecita respetable comienza de pronto a maldecir como un marinero (...) Si estás un poco en sobrepeso ya te apodarán ‘el Gordo’. Si sos morocho te van a decir ‘el Negro’. O si tenés un poquito de acento polaco, vas a ser ‘el Polaco’. No habrá ahí intención de agredir, ni una moral falsa que confunda los tantos.”

Si bien no faltaron los tropezones, James –que se rebautizó a sí mismo “Jaime”– le fue agarrando la mano al chamuyo. “Empecé a disfrutar cómo se juega con el idioma acá. También iba conociendo ‘al personaje argentino’, que te entretiene siempre. A veces lo querés matar y a veces es tu amigo del alma. Ahora mis dos hijos son argentinos, ¡así que estoy totalmente entregado!”, confiesa el autor. ¿Se pueden develar zonas de la identidad colectiva a partir de actitudes microscópicas como el movimiento del puño que representa al verbo “bombear”, o la manera en que hay que tomarse el codo para acusar a otro de tacañería? “Creo –responde Bracken– que la información que fui reuniendo será útil para los gringos, porque es una manera de aprender cómo se habla aquí; y te hace reír, a la vez que te da una idea de cómo es la gente de este país.”

El volumen contiene ilustraciones de Martín Chirulo y un apartado sobre el mate que parece ideado por un híbrido entre Malinowsky y Woody Allen. “A primera vista, una sesión de mate parece una suerte de ritual tribal con drogas, y se ha sabido de gringos que intentaron prender fuego la yerba y fumar el humo. En realidad es como el café o el té, se consume frecuentemente en la mañana para levantarse o en cualquier tramo de la jornada en la que los amigos quieran relajarse y hablar con franqueza”, advierte el consejero, al tiempo que recomienda procurar que el porongo circule, porque si no “one will be sharply reminded that the mate ‘no es micrófono’”. Hay asimismo un capítulo dedicado a “Los dichos”, donde se explican clásicos como “lo atamos con alambre”, “bajá un cambio”, “echando putas como cabaret en quiebra” y –uno indispensable para el extranjero que venga surtido de dólares o euros– el célebre “billetera mata galán”.

A la hora de quedarse con una expresión favorita, el entrevistado no duda. “Elijo ‘hincharse los huevos’, porque se usa siempre y me trae la imagen de andar con dos pomelos entre las piernas. Después de una cirugía de hernia, me da más impresión todavía”, se sincera. El carpintero trasplantado vive en Bariloche con la piba de sus sueños, a la que finalmente conquistó. “Hago traducciones y changas cuando pintan. En realidad soy un novelista famoso, pero seguro que los editores míos tienen toda la plata, drogas y chicas que deben venir con la fama. ¡Hijos de puta!”

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