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Jueves, 7 de mayo de 2009
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Se presentó la Edición Conmemorativa de la novela de Carlos Fuentes

Una celebración de lo transparente

El crítico Guillermo Saavedra y Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras, analizaron esta lujosa versión de La región más transparente. La lectura de Juan Leyrado remarcó el carácter único de la prosa del mexicano.

Por Silvina Friera
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“Es uno de los más altos ejemplos de lo que podríamos calificar como mestizaje literario”, dijo Saavedra (der.) .

“Mi nombre es Ixca Cienfuegos. Nací y vivo en México, D.F. Esto no es grave. En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta.” Así empieza La región más transparente, de Carlos Fuentes, publicada en mayo de 1958. Juan Leyrado leyó las dos primeras páginas de esta novela que fue considerada como el “primer estallido del llamado

boom de la Nueva Novela Hispanoamericana”. Lo hizo en la Feria del Libro, donde se presentó la Edición Conmemorativa que preparó la Real Academia Española por los cincuenta años de la novela, con el crítico Guillermo Saavedra y Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras. El libro, cuyo texto final fue revisado por el autor, incluye trabajos de Gonzalo Celorio, José Emilio Pacheco, Vicente Quirarte, Carmen Iglesias, Sergio Ramírez, Nélida Piñón y Juan Luis Cebrián, una bibliografía esencial, un glosario de voces y un índice onomástico. La lectura en voz alta –“como si estuviera en el living de su casa”, aclaró el actor– puso de relieve uno de los valores sustanciales de esta obra: la exploración pionera del lenguaje. “Frente a Mallarmé, que señalaba como tarea del escritor devolver a las palabras de la tribu un sentido más puro –se afirma en la presentación de esta edición publicada por Alfaguara–, Carlos Fuentes se propone utilizar las palabras manchadas de fango, de tierra, de vida: palabras manchegas.”

Saavedra señaló que con La región más transparente Fuentes “logró inscribirse en esa galería de grandes escritores que han hecho de la novela una síntesis de ideas, preocupaciones, incertidumbres y necesidades de una época sin renunciar a los mejores atributos de la gran narrativa, de aquella que apela a todos los recursos disponibles e inventa los que no existían para alcanzar la multiplicidad de texturas, matices, aromas, entonaciones y ritmos capaces de instalar el prodigio: una sociedad viva, interactuando ante nuestra mirada”. Lo que nuestra mirada recibe, planteó el crítico, no es otra cosa que el México de mediados de la década de 1950, “un país oficialmente orgulloso y convencido de que, luego de varias décadas de violencia, sólo le resta encaminarse hacia un destino de grandeza; un país ciertamente atravesado de desigualdades, frustraciones y resentimientos; un país en el cual la Revolución ha sido definitivamente traicionada, sobre todo tras el brusco vuelco hacia la derecha perpetrado por el presidente Avila Camacho y a través del cual la burguesía se ha instalado cómodamente en el poder”. Saavedra comentó que Fuentes apeló a la sinécdoque, figura retórica que implica tomar la parte por el todo. “No nos cuenta México, se atiene a su ciudad capital, a esa ‘región más transparente del aire’ que servirá, apocopada, de título irónico al libro, en un homenaje a la inequívoca sabiduría de Alfonso Reyes.”

Saavedra observó que en esta novela-fresco “conviven, en un plano simultáneo, lo mítico y lo histórico, el pasado y el presente, las figuras de lo real y las construcciones del sueño, la utopía y el delirio, y una sinfonía de tipos inolvidables y diversos: latifundistas como los De Ovando, pequeños hacendados como los Zamacona, burgueses nuevos ricos como Federico Robles y su primera mujer Norma Larragoiti o especuladores como Juan Felipe Couto, espaldas mojadas como Gabriel, desocupadas como Pepa, revolucionarios como Froilán Reyero, intelectuales como Luis Pineda y, entre muchísimos otros, esos dos personajes o en verdad voces que se pasean por la novela y sostienen el fondo mítico de la totalidad de la narración con su carga de provocación, lucidez y desconfianza, Ixca Cienfuegos y Teódula Moctezuma”. El crítico subrayó que, a diferencia de la pintura, la literatura es un arte de la sucesión incapaz de ofrecer al lector una simultaneidad literal. “Fuentes vence esta dificultad casi insalvable de la materialidad temporal de la lectura con los recursos de un orfebre múltiple, versado en todos los registros de la escritura literaria. Y es por la vía de los constantes cambios de convención narrativa que el lector puede viajar al pasado atávico del México precolombino y regresar al presente tenaz e inmediato de mediados de los ’50; darse de narices con diversos momentos de la prolongada Revolución mexicana para instalarse de pronto en la interioridad febril de la conciencia de un personaje del presente de la novela.” Saavedra afirmó que la primera novela del escritor mexicano es “uno de los más altos ejemplos de lo que podríamos calificar como mestizaje literario, surgido en un país para el cual el término mestizo es, más que para cualquier otro, una inequívoca seña de identidad”.

Barcia le aportó la cuota picaresca a la presentación. Dijo que siempre en medio de la fiesta literaria aparece “un hipopótamo académico”. El presidente de la Academia Argentina de Letras precisó que La región más transparente es una novela “transida de tensiones” entre el lenguaje hiper culto y el lenguaje coloquial, popular y vulgar. “Lo que queda claro en esta novela es la superación de la novela de la Revolución mexicana, que se comió gran parte de la obra mexicana hasta mitad del siglo XX”, advirtió el académico. “Recuerden que el libro del colombiano (José Eustasio) Rivera termina con la frase ‘se nos comió la selva’. Es un símbolo de cómo la naturaleza se había comido el drama humano en la narrativa hispanoamericana. Agustín Yánez es el primer hombre que en la novela mexicana toma distancia de la Revolución y enfoca con instrumentos expresivos y creativos nuevos aquella novela que venía del realismo de manera tan acentuada y sostenida.” Fuentes, en la perspectiva de Barcia, no inventó ningún recurso técnico. “Lo bueno fue que le puso la pata encima a la técnica para hacerla servir a sus intenciones. Entre los elementos técnicos que manejó se destacan los de cine; maneja técnicas de paneo general, de primeros planos, y fragmenta los enfoques a lo largo del texto.” Citando al propio escritor mexicano, Barcia recordó que Fuentes dijo que quiso hacer una biografía de su ciudad y una síntesis del presente mexicano. “En mi primera novela intenté, entre otras cosas, escribir una especie de biografía personal de esa especie de ballena anclada, la ciudad de México”, confesó el escritor. Barcia aportó un detalle significativo: Fuentes considera a Cortázar “el Bolívar de la narrativa hispanoamericana”.

Al repasar los distintos niveles de lengua que maneja la novela, el académico mencionó mexicanismos populares, las interjecciones más conocidas como órale, épale, ándale; el léxico propio como cuate, por fulano, o chilindrina, “que aprendimos a conocer por el Chavo del ocho los intelectuales que vemos televisión, los que la niegan no lo conocen”, ironizó. Entre las expresiones olvidadas que recogió Fuentes en su novela, el presidente de la Academia Argentina de Letras subrayó “tantos años de marquesa y no sabe mover el abanico”. Y recordó que cuando se habla de los argentinos y la australidad en la novela, aparece un texto donde un personaje dice: “no se puede filosofar con la australidad abstracta”, referida al hábito argentino de no especular con la realidad, sino de sobreponer teorías sobre la realidad. “No es una novela de argumento; lo central es la descripción de realidades a veces desplazadas en el espacio y en el tiempo, pero contradictorias. Fuentes practica una literatura ‘insertiva’, adjetivo que no se usa pero lo propongo; no busca un realismo fotográfico del siglo XIX, sino un realismo simbólico, una especie de tomografía que permite ver en tres dimensiones el mito como puerta profunda de acceso al seno de esa realidad”, concluyó Barcia.

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