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Jueves, 24 de septiembre de 2009
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Para la prensa local, la obra maestra vista en San Sebastián es “de lo peor”

Puro folklore donostiarra

La extraordinaria Hadewijch, de Bruno Dumont, fue atacada por los medios españoles, que defendieron a una del montón como Get Low. Entre los films argentinos con presencia importante en el encuentro está Francia, la nueva de Israel Adrián Caetano.

Por Horacio Bernades
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En La invención de la carne, Santiago Loza relaciona a dos solitarios que no parecían destinados a cruzarse.

Desde San Sebastián

Tenía que ser: la única película extraordinaria que presentó hasta ahora la competencia oficial de San Sebastián –Hadewijch, de Bruno Dumont– es, a juicio de la prensa española, una de las dos peores. Sí, así nomás. Sólo el 3,7 promediado por la muy atendible Non, ma fille, tu n’iras pas dancer impide a la obra maestra de Dumont ser, a criterio de la sociedad El País, El Mundo, La Vanguardia y compañía, lisa y llanamente la peor de competencia. A la vez, la estadounidense del montón Get Low, que parecería inaugurar el departamento de Festivales Internacionales del canal Hallmark, ranquea, por supuesto, muy por encima de Hadewijch. El más puro folklore donostiarra. Pero ojo, que el jurado oficial lo preside Laurent Cantet, realizador de Recursos humanos y Entre los muros, que en materia cinematográfica no se caracteriza por la ingestión de vidrio. Lo cual, conociendo la costumbre de la prensa local de patalear sonoramente cada vez que el último día del festival se otorga un premio que no le gusta, preanuncia un posible escandalete para pasado mañana, cuando el jurado oficial anuncie las Conchas de esta 57ª edición del Donostia Zinemaldia.

Pero la competencia oficial no lo es todo en San Sebastián. Uno de los compromisos asumidos desde siempre por este evento es el de servir de vidriera internacional a lo más relevante de la producción latinoamericana, que va a parar a Zabaltegui (la paralela más importante del festival) y, en bloque, a Horizontes Latinos, apartado que, como su nombre lo indica, está dedicado específicamente al cine de la región. Allí, en Horizontes Latinos, el cine argentino suele tener un papel preponderante, y este año no es la excepción. En ocasiones se exhiben películas ya conocidas en nuestro país, como es el caso de El último verano de La Boyita, de Julia Solomonoff, que ya fue parte de la competencia oficial del último Bafici y hoy inicia su andadura aquí. Otras veces se trata de estrenos, o casi. Es lo que sucede este año con Francia, la nueva película de Israel Adrián Caetano, que viene de ser vista en Venecia, y La invención de la carne, de Santiago Loza, para la que este festival resulta el debut absoluto.

“Es una película chiquita, más parecida a Bolivia que a Un oso rojo o Crónica de una fuga”, confía a Página/12 Caetano, refiriéndose a Francia, que produjo prácticamente por sí solo, filmando en digital, en pocos decorados reales y con un elenco reducido. Aunque no precisamente anónimo: como se sabe, lo encabeza nada menos que Natalia Oreiro, ratificando su loable opción por el cine independiente y “de arte”, manifestada ya en películas como Las vidas posibles y La peli. El de Oreiro no es el único rostro conocido, ya que Mónica Ayos, Lola Berthet y Violeta Urtizberea son también parte del elenco. En Francia, Caetano vuelve a poner en escena a gente humilde. Aunque en esta ocasión no se trata de desclasados, como en Pizza, birra, faso o la propia Bolivia, sino de una clase media-baja a la que representan los personajes de Oreiro, que trabaja de mucama. Su ex marido, obrero en un taller metalúrgico, le pide que le preste una habitación cuando se queda sin trabajo y en la calle.

Pero no son ellos los protagonistas de Francia, sino su hija Mariana. Ella presencia las peleas de sus padres, mientras en la escuela privada a la que concurre soporta –no sin reaccionar airadamente contra una cosa y otra– la necedad e indiferencia de maestros y autoridades. En el papel de Mariana hace su debut Milagros Caetano, hija del realizador. Como todos los films y producciones televisivas de Caetano (recordar Tumberos y Disputas), Francia encarna tanto la fidelidad del realizador a sí mismo como una renovada voluntad de ruptura con todo lo anterior. Eso se aprecia en una puesta en escena construida en base a largos planos secuencia, registrados en muchas ocasiones con cámara fija, y también en ciertas típicas invenciones formales, como la inscripción de breves fragmentos literarios que establecen un diálogo con lo que sucede. Más allá de la indeclinable inquietud cinematográfica del autor, el resultado es, esta vez, menos parejo que en anteriores ocasiones. Pero ya habrá ocasión de verlo más en detalle, en poco tiempo más: el estreno de Francia se anuncia para enero próximo en Argentina.

En La invención de la carne, Santiago Loza vuelve sobre los pasos de Extraño, su film más conocido y apreciado, poniendo en relación a una pareja de solitarios que no parecían destinados a cruzarse. En aquélla, Julio Chávez era un médico, en ésta el protagonista es un estudiante de medicina. En la facultad, él conoce a una mujer (la actriz Umbra Colombo, premiada en Locarno por este papel) que practica el infrecuente oficio de prestar su cuerpo a prácticas médicas. Podría pensarse que, en consonancia con su tema, La invención de la carne se acerca, tanto a los personajes como a sus cuerpos frecuentemente desnudos, con un criterio anatómico-descriptivo. No quirúrgico, ya que no se disecciona aquí la materia, y tampoco de estudio, como podría ser el caso, sino observacional antes que nada. Que en un encuentro casual con un taxi-boy el protagonista le pida que se ponga de espaldas, para masturbarse luego, habla también de un cierto tipo de relación, que la cámara entabla con lo que está frente a ella.

Es tal la omnipresencia de lo argentino aquí en San Sebastián que en la sección Made in Spain que brinda una panorámica del cine español 2009, es posible toparse con un documental dedicado a la historia reciente de nuestro país. La pérdida, que hace su presentación en San Sebastián, está dirigida por el realizador porteño Enrique Gabriel (radicado en Madrid desde tiempos de la dictadura) y el periodista español Javier Angulo. La película, cuyo tema es la diáspora argentina post 1976, reconstruye, gracias al testimonio de exilados de todas las disciplinas –desde Osvaldo Bayer hasta el sociólogo Enrique Oteiza, pasando por el genetista Víctor Penchaszadeh y el cardiocirujano Juan Carlos Chachques– aquello que el título indica. También de ella habrá ocasión de hablar más in extenso, ya que tarde o temprano deberá estrenarse en Argentina.

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