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Desde Posadas
“Qué tienes mi tierra roja, que a todas partes te llevo...” La frase, una de las célebres del cancionero folklórico, sintetiza quizás el sentir de los habitantes de esta zona, donde la tierra, la vegetación, el paisaje en general, transmiten exuberancia, energía, intensidad, pero nunca medias tintas. Un sentir que en materia de música folklórica, al parecer, se traslada a apasionadas tomas de postura, definiciones musicales que son también definiciones de vida. Algo de esto apareció el jueves pasado en la inauguración del Festival Nacional de la Música del Litoral, el evento más importante alrededor de la música de esta región, que está reuniendo hasta esta noche a artistas como Teresa Parodi, Chango Spasiuk, Víctor Heredia, Ramón Ayala, Mario Bofill y María Ofelia, además de una cantidad de grupos y solistas locales y regionales.
Estas pasiones musicales encontradas aparecieron primero en el simposio “Música y Danzas del Litoral: construcción y proyección”, alrededor de un cruce que podría sintetizarse como el de tradicionalistas versus contemporáneos. Fue por la tarde, cuando el acordeonista Chango Spasiuk participaba del simposio, ante un auditorio colmado de admiradores, en su mayoría jóvenes. El poeta Ricardo Ojeda y el también poeta y músico Ramón Ayala, dos figuras destacadas de la tradición litoraleña, salieron al cruce del músico de Apóstoles, en una discusión pública que incluyó reflexiones sobre lo que significa la música misionera, lo que significa ser misionero, las posibilidades de que influencias de Pat Metheny o de ritmos como el gualambao suenen en una música como la que hace Spasiuk, ¡que es misionero!
La discusión, claro, no quedó saldada, tratándose de un debate que atraviesa la historia de nuestro país: el que circula alrededor de la identidad y de la posibilidad de definirla, en una tierra marcada por cruces culturales y sociales, inmigraciones actuales y pasadas, fronteras geográficas que la música se empeña en ignorar. Lo que quizá resulte significativo, y valioso, es la posibilidad de tanta pasión alrededor de la música de una región. Por la noche, Chango Spasiuk mostró la potencia de su último trabajo, Pynandi (Pies descalzos, en guaraní), en uno de los escenarios más bellos de los festivales argentinos: el anfiteatro Manuel Antonio Ramírez, con vista abierta al Paraná y a las luces de Encarnación, sobre la costa paraguaya. Encendió a un público que terminó aplaudiéndolo de pie, ya con la fiesta desatada. Y recibió el Mensú de Oro, el galardón máximo que entrega el festival cada año. “Siento que estoy recibiendo este premio en nombre de tantos maestros que admiro, siento que ellos están aquí presentes en este momento”, dijo, y nombró a Ojeda y Ayala entre esos maestros. “La música no es un River-Boca. Encuentros como éste son una oportunidad de compartir, de acercarnos a experiencias que no conocíamos, y también, sobre todo, de ser felices.”
Hubo otros maestros de la música de la región homenajeados durante la primera noche del Festival del Litoral. Entre ellos, Blas Martínez Riera, figura legendaria del chamamé, que no sólo sonó en la música de Spasiuk, también fue recordado con la proyección de un fragmento documental. La primera noche mostró otros momentos destacados, con la cantante María Ofelia, Los Encina, Los Caballeros del Taraguy, y el grupo de cumbia Nueva Luna en su versión chamamecera (atención: el grupo no comete la herejía de insertar una cumbia en el repertorio, aunque algunos fanáticos se lo pidan a grito pelado). Ayer, al cierre de esta edición, el anfiteatro frente al Paraná comenzaba a prepararse para las actuaciones de Víctor Heredia, Teresa Parodi y el conjunto Salamandra, entre otras propuestas.
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