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Viernes, 12 de febrero de 2010
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TRAVELLING, ESPECTACULO DE LA COMPAÑIA LA ARENA

El eterno placer del movimiento

Acrobacias con guiños visuales y ritmo cinematográfico marcan el pulso de la obra de Gerardo Hochman, referente del nuevo circo.

Por Carolina Prieto
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La última creación de Gerardo Hochman llegó a La Boca.

Play. Pausa. Play. Rebobinar. Play. Cuadro por cuadro. Pausa. Play. Cámara lenta. Un grupo de nueve acróbatas se lanza al escenario mientras dispara estas palabras propias del lenguaje audiovisual y se enreda en una coreografía vertiginosa, hecha de avances y retrocesos, aceleraciones y ralentamientos, saltos, pirámides humanas, figuras aéreas, a tierra, corridas. Tienen menos de veinticinco años, cuerpos que son pura fibra, y despliegan una rutina impecable y escalofriante, marcada por estas expresiones que generan permanentes cambios. Todo acompañado de una poderosa música electrónica. Así arranca Travelling, el último espectáculo de la compañía La Arena dirigida por Gerardo Hochman (referente clave del nuevo circo local), que acaba de desembarcar en el Galpón de Catalinas (Benito Pérez Galdós 93, La Boca), para realizar una segunda y breve temporada con funciones los sábados a las 21.30 y domingos a las 20.30, hasta el próximo 7 de marzo.

El espacio del mítico grupo de teatro comunitario Catalinas Sur recibe al público con mucha calidez. En la sala, el aire acondicionado es tan potente que anula los sofocos del verano porteño y, antes y después de la función, un buffet de chorizos, carnes y otras delicias caseras tientan al espectador. Se respira un clima muy relajado, sin los apurones ni la indiferencia de los barrios más céntricos. Un prólogo ideal para un viaje de una hora y veinte con pocas palabras, muchísimo juego y adrenalina. La puesta luce sencilla: el elenco usa remeras blancas, negras y jeans; la escena se limita a un tapete mullido, una gran pantalla de fondo, otra tipo televisor y algunas estructuras metálicas que se mueven y modifican como en un set de filmación. En este marco, los intérpretes realizan una sucesión de escenas: números de piso, malabares, acrobacia colgados de una tela o en dos mástiles en los que prueban distintas formas de subir y bajar, una más asombrosa que la otra. Hay pasajes más tranquilos, como el dúo romántico que baila unido por una larga bufanda. El mundo audiovisual se cuela en este entramado de acciones y destrezas que los exige al máximo.

El vértigo inunda la sala, en especial cuando se lanzan desde lo alto del mástil y frenan con sus propios cuerpos apenas unos centímetros antes de tocar el piso, o cuando uno sostiene con sus manos a otro compañero en lo alto, en perfecta vertical. La música de Sebastián Verea acompaña y sugiere distintas atmósferas, juguetonas, poéticas, cargadas de suspenso o adrenalina. En varios momentos, un acróbata filma con una cámara al resto del equipo inmerso en una rutina física; y así multiplica el punto de interés. El espectador puede mirar la acción global o también lo que la cámara registra y proyecta en la pantalla del fondo, generalmente planos detalle de los cuerpos y las caras en acción. En otros pasajes se proyectan escenas filmadas afuera: como la de un gran aro que deambula por las calles porteñas, convertido en extraño caminante, que de pronto ingresa a la sala con uno de los intérpretes agarrado con sus extremidades formando una estrella.

Travelling depara emoción, risa y respeto por un elenco muy joven y profesional que destila horas de ensayo, trabajo y disciplina. Se ve a los artistas confiados, muy contentos y, además de sorprender con sus proezas, en varias escenas se atreven a insinuar pequeñas historias y relaciones que divierten y dejan con ganas de un mayor desarrollo. Los números grupales resultan embriagadores: los cuerpos se cruzan a toda velocidad y se unen en una danza orgánica que corta el aliento. ¿El resultado? La compañía La Arena contagia el placer del movimiento, al punto que se sale convencido de no postergar más la decisión de hacer algún tipo de actividad física, aunque de-safiar la ley de gravedad quede para otro momento.

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