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Los restos de José Saramago fueron incinerados ayer en el cementerio Alto de San Juan, de Lisboa. Cientos de personas se hicieron presentes, entre ellas intelectuales y funcionarios como el primer ministro portugués, José Sócrates, y la vicepresidenta del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega. En cambio, el presidente de Portugal, el conservador Aníbal Cavaco Silva, estuvo ausente. Previamente, unas 20 mil personas le habían rendido un homenaje al Premio Nobel en la capilla ardiente del Ayuntamiento de Lisboa. Aunque en un principio se había informado que parte de sus restos descansarían en su localidad natal de Azinhaga y otra en el jardín de su casa de Lanzarote, sus cenizas finalmente permanecerán en Lisboa, según indicó el alcalde de la ciudad, Antonio Costa.
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