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Jueves, 1 de julio de 2010
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Hoy comienza la XXI Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino

Un llamado a la cabeza, los ojos y el corazón

La exhibición organizada por la Asociación Argentina de Reporteros Gráficos (Argra) comprende más de 250 fotografías. Puede visitarse hasta el 1º de agosto en el Palais de Glace, Posadas 1725, con entrada libre y gratuita.

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Cabeza, corazón y ojos en la misma línea visual. De eso se trataba la fotografía para Henri Cartier Bresson, padre del fotorreportaje. Tal vez sea el temperamento de una época el que deifique uno de los elementos de esa ecuación. Y en tal caso, no sería de extrañar que los tiempos de producción actuales obliguen a los fotógrafos a la captura de imágenes, en lugar de sentirlas o pensarlas. No obstante, el ajetreo de las pupilas no impide que de redacciones y del ímpetu de quienes trabajan por su cuenta emerjan trabajos que llaman la atención por contar una (o la) historia y construir memoria. Ese es el punto en común de las más de 250 fotografías que integran la XXI edición de la Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino, que puede visitarse desde hoy a las 19 hasta el 1° de agosto en el Palais de Glace (Posadas 1725), con entrada libre y gratuita.

Un año en imágenes: tal es la consigna de la exposición que organiza la Asociación Argentina de Reporteros Gráficos (Argra), un clásico dentro del universo de los momentos inmortales exhibidos en paredes. En esta edición se presentarán fotografías registradas en 2009 sobre los acontecimientos más relevantes en materia de actualidad, deportes, vida cotidiana, política, naturaleza, medio ambiente, arte y espectáculos. Es una selección de un Comité Editor integrado por Ricardo Ceppi, Marcos Adandia, Alejandro Belvedere, Juan Pablo Sánchez Noli y Ezequiel Pontoriero, sobre dos mil imágenes que enviaron fotógrafos de todo el país. Una al lado de la otra y en grandes dimensiones, las fotos de la Argentina triste, la violenta, la alegre y la maltratada entrarán en conjunción.

La historia de la muestra es de larga data. Surgió en 1981 bajo el nombre de El periodismo gráfico argentino y con un sentido bien claro, político: era el canal a través del cual se filtraban las imágenes que no llegaban a ver la luz en medios gráficos, censuradas por el régimen militar. “La temática principal rondaba en los temas de derechos humanos. El material era de buen nivel, pero lo más importante estaba en la denuncia”, reseña Alejandro Elías, editor del Departamento de Fotografía de Página/12. En tiempos de democracia y consolidada como “hecho cultural para no perderse”, la muestra encuentra su razón de ser como espacio al cual arriban trabajos valiosos confinados a cajones, así como también ensayos realizados de manera independiente, que se entremezclan con joyas publicadas en los medios.

En la reunión que plantea este diario a horas de la inauguración de la exposición, pronto se comprende que los fotógrafos son de pocas palabras y que ejercen su profesión full time: llegan en manada, algo inhibidos para posar, pero pendientes de los colores de sus vestimentas. A la hora de las preguntas y respuestas, en cambio, la mayoría se retira con las fundas de sus equipos a otra parte. Antes de partir, Claudio Herdener, de Crítica, alcanza a decir que la muestra es un modo de contar la historia de lucha de los trabajadores de su medio. “Estamos participando cuando el diario no sale hace cincuenta días”, recalca. Más tarde, cuando la reunión se traslada a un bar, sus colegas hablan de la importancia de esta muestra. “Es una manera de contar las cosas como las sentimos”, expresa Pablo Piovano, de este diario. Es que la heterogeneidad de miradas, uno de los pilares de la muestra, no tiene que ver con la participación de fotorreporteros de medios de diversa línea editorial. “El fotógrafo es el autor de la foto. No nos importa a qué medio pertenece”, recalca su compañero Leandro Teysseire. Un ejemplo sirve para graficar que la muestra es más la erosión de un conjunto de subjetividades que otro modo hegemónico de comunicación: cuenta Teysseire que una colega prefirió no enviar una serie sobre el conflicto con el campo porque no condecían con su ideología. “Mostrar las fotos que a uno le gustan de la forma en que uno las hubiese editado” es, en este sentido, otro de los puntos positivos de la muestra, según Rodolfo Pezzoni, de la agencia Diarios y Noticias.

Los cazadores de imágenes coinciden en la potencia de los ensayos, que se proponen como “historias fotográficas” de hasta nueve tomas. Esta forma de dar batalla a lo que denominan “escenarios armados”, de comprometerse más en profundidad con una causa, consiguió su incorporación en las últimas ediciones y cada vez toma más fuerza. “Cuando resolvemos notas en diez minutos no estamos contando nada. Los ensayos son la posibilidad de poner la vida”, explica Piovano, que mostrará parte de su trabajo en el barrio 17 de Noviembre, de Lomas de Zamora. “Los medios tienen otros requerimientos: actúan de acuerdo con intereses y el lector lleva la publicación para un lado”, coincide Dafne Gentinetta, fotógrafa free-lance que contará la historia de una boxeadora. Así las cosas, la vieja ambición de la fotografía, el capturar el alma de un momento o personaje, resulta una misión imposible. “Se necesitan dos factores: magia y tiempo”, apunta Teysseire. Silvina Von Lapcevic, de Perfil, agrega que, en general, los ensayos parten de una nota: “Te pica el bichito y te dan ganas de seguir indagando”. Con sus capturas de accidentes de tránsito realizadas para el diario Crónica, Fabián Ramella parece haber alcanzado un milagro en los tiempos actuales: el descubrir la propia esencia en una producción. “Me di cuenta de lo morboso que era”, confiesa.

Si el tinte de los primeros tiempos era ante todo político, los avances tecnológicos aportaron a la muestra una alta dosis de “fuerza dramática”, analiza Elías. Esa intensidad nunca gira alrededor de un tema principal, pretensión imposible ante la variedad de miradas e intereses. Pero siempre una imagen –la primera de un catálogo que se vende en la exposición y luego en librerías– es la puerta de entrada a la muestra de Argra. “No fue un año tan rico en imágenes”, coinciden los fotógrafos, para apuntar que, uno de los temas principales de 2009, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, no era plausible de ser graficado. Y agregan que, cuando en el exterior se produce un acontecimiento con fuerza gráfica, son pocos los que tienen la posibilidad de viajar. La imagen que abrirá el catálogo en esta oportunidad pertenece a Matías Sarlo y a su serie “La ruta de la soja”. “Fue bien elegido”, opina Piovano y todos coinciden. “Refleja el maltrato sobre la Madre Tierra”, concluye. ¿Un adelanto del resto de las realidades que se verán? Las huellas que dejó la tragedia de Cromañón en las paredes del lugar, la desolación de un manifestante que observa de lejos el proceder de los militares en Tegucigalpa, un puñado de imágenes sobre el conflicto de los trabajadores de Kraft, un llanto desconsolado por la muerte de Raúl Alfonsín. Pero al ojo se le ofrece distensión ante tanta violencia y dolor: habrá retratos de personalidades de la cultura (entre ellos Ricardo Darín y Miguel Rep), fotos de la Bristol en pleno verano, un Diego Maradona deslizándose en el césped a modo de festejo por el triunfo de la Celeste y Blanca ante Perú en las Eliminatorias para el Mundial.

Lo que ocurre con la muestra tiene un detrás de cámara. Al reunir a tal número de fotógrafos, pone de relieve las dificultades con las que se topan cotidianamente. Sobre eso versarán dos mesas redondas, una novedad de esta edición. Como su nombre lo indica, la primera ahondará en “Fotoperiodismo y derecho de autor” (miércoles 14 a las 18). Desde los ’90, los fotógrafos están intentando la aprobación de un proyecto que modifique el artículo 34 de la Ley Nacional 11.723, que protege toda creación individual. Según informa Pascual Belvedere, presidente de Argra, lo que buscan es equiparar la protección de la obra fotográfica (que se extiende por veinte años) con el resto de las artes (setenta años posmortem del autor). Por otro lado, mientras que la propiedad comercial de quienes están en relación de dependencia se transfiere al diario, la intelectual continúa siendo del fotógrafo. Eso significa que si la imagen se reproduce en otros medios, debe figurar el nombre de su autor. “Hoy no existe eso”, apunta Belvedere, también fotógrafo de Télam. El segundo encuentro (miércoles 28 a las 18) se denomina “Cómo inciden los avances tecnológicos en el ejercicio del fotoperiodismo”. Sin estar al tanto de lo que la mesa abordará en concreto, los fotógrafos reunidos por este diario dan lugar a sus especulaciones. “Cualquier lapicera saca fotos”, reflexiona Piovano. “Como estamos en un mundo invadido por imágenes, el fotógrafo deja de ser imprescindible.” Pezzoni comenta que “los fotógrafos empezaron a filmar con camaritas para los portales”. “Se pierde la esencia de todo. ¡Es un gremio que no es el nuestro!”, protesta.

En cuanto al delante de cámara, el ojo de los espectadores, lo primordial es “la posibilidad de hacer otra lectura”, apunta Piovano. “El diario dura un día. Después se usa para envolver huevos”, grafica. Pezzoni recalca que “la gente va en busca de la contemplación e incluso de la crítica desde otro lugar”. Así, la convocatoria podría resumirse en aquella frase de Cartier Bresson, pero cuando el turno de poner el foco es del espectador: un llamado a su cabeza, su corazón y sus ojos, en contraste con el habitual vistazo desatendido de las imágenes que ilustran las noticias de su medio de cabecera.

Informe: María Daniela Yaccar.

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