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Lunes, 10 de abril de 2006
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PREMIO PARA CRISTIAN ALARCON

“Hay que entender qué es lo que da pie a la violencia”

El redactor de Página/12 fue distinguido en Nueva York con el premio Samuel Chavkin a la integridad en periodismo, por su libro Cuando me muera quiero que me toquen cumbia.

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Alarcón con familiares del periodista Samuel Chavkin.

La mayoría de los periodistas argentinos es incapaz de construir relatos que capten la complejidad de la vida en las villas. El amor entre pobres, el hambre, el fantasma del paco y el ruido del chaperío bajo la lluvia suelen ser solapados por los diarios como si no existieran, y pocos se animan a bucear en los ámbitos donde la muerte campea cotidianamente para contar una verdad distinta. Cristian Alarcón es uno de los que se atreve. Por eso, honrando el trabajo que el redactor de Página/12 desarrolla periódicamente en sus investigaciones, The North American Congress on Latin America acaba de otorgarle en Nueva York el premio Samuel Chavkin a la integridad en periodismo por su libro Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. El periodista Samuel Chavkin estableció que a su muerte una parte de sus bienes fuera destinada a un premio para periodistas comprometidos de Latinoamérica o el Caribe. The North American Congress on Latin America (Nacla) es una organización independiente y sin fines de lucro. “El incansable esfuerzo de Cristian para revelar una historia que podría haber permanecido en el silencio es el motivo de este reconocimiento”, dijo el director de Nacla Christy Thornton, al explicar las razones que llevaron a elegir el trabajo del argentino entre producciones de todo el continente.

La ceremonia ofreció a un auditorio de “docentes universitarios, investigadores y viejos amigos de Samuel Chavkin” la posibilidad de acercarse a la investigación que Editorial Norma publicó en Argentina en 2003. Así, el público presente fue conociendo detalles de la obra que reconstruye la vida del legendario pibe chorro Víctor Manuel “El Frente” Vital a partir de un vívido retrato de los bordes de la sociedad y la mafia policial del conurbano. Poco después del evento, Cristian conversó con este diario, sin que la distancia que media entre Buenos Aires y Nueva York le impidiera transmitir su buen humor desde la ciudad del norte.

–¿Cómo recibieron su trabajo en Estados Unidos?

–Fue interesante comprobar la visión romántica que tienen muchos norteamericanos sobre nuestro continente. Empecé mi discurso recordando que hace pocos días conmemoramos los treinta años del golpe de Estado del ’76, y eso me dio pie para introducir el problema de las formas en que el terror y la eliminación sistemática han sobrevivido disimulados bajo las estructuras policiales y las drogas “para pobres”. La realidad de los escuadrones de la muerte y los estragos que causa el paco en la población más humilde generan aquí mucho interés, si bien muchos desconocen esas problemáticas.

Una de las habilidades más sorprendentes del entrevistado es su capacidad para rastrear la alegría. De hecho, eligió como título la frase Cuando me muera... porque formaba parte de una de las cumbias colombianas que “El Frente” más disfrutaba. Esa mirada desacartonada del investigador le permitió conocer la historia del delincuente juvenil desde una perspectiva diferente a la de los prontuarios (confirmando, por ejemplo, que el muchacho muchas veces repartía lo que robaba con sus vecinos); e hizo también que todo el colectivo social de las villas por las que circulaba “El Frente” (San Francisco, 25 de Mayo y Esperanza de San Fernando) dejara en el texto huellas de su rebosante humanidad. Finalmente, tras dos años y medio en las barriadas, Alarcón se las arregló para comprender la trama de lealtades, solidaridades y pasiones shakespeareanas que hacían latir esas comunidades cada día.

Por todo eso, muchos de los que leen sus crónicas piensan que el hombre nacido en Chile en 1970 es un “duro”. Nada más alejado de la realidad. El morocho que ha sabido meterse con la Bonaerense y que hace más de un año trabaja en un libro sobre pequeños narcotraficantes (Transas) da la impresión de ser desinhibido y conversador; pero ni el jugador más compulsivo apostaría a que el tipo es un “pesado”.

–Usted no parece violento, ¿cómo hizo para contactarse con pibes chorros?

–Encontré en el humor una forma de responder a la agresión y poner al otro en crisis. Aprendí también que no se puede vivir la violencia como si fuera una sola. Hay que entender qué es lo que da pie a cada conflicto. Cuando captás esa complejidad, salen a la luz las formas de exorcizar la violencia que ellos tienen. Porque en la villa también hay alegrías y afecto, y ser incapaz de ver toda la trama puede dar como resultado una imagen no sólo lacrimógena sino también reaccionaria de la pobreza. Y al fin y al cabo, ¿por qué motivo si no es por afecto alguien de los barrios le va a abrir la puerta a un periodista?

Informe: Facundo García.

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